jueves, 28 de junio de 2012

Concurso, luego pienso (3/14)


    1. Movimiento de tierras



El lunes trajo consigo la primera reunión del equipo, cuatro arquitectos de edades bastante dispares, dispuestos a transformar esta crisis en una propuesta decente e ilusionante para su ciudad. Una puerta de escape de la rutina pesimista en la que se habían convertido sus estudios. Una oportunidad para compartir cuatro meses de arquitectura y risas con sus amigos, y yo. Sí, y yo. Porque resulta que este maravilloso equipo estaba compuesto por tres arquitectos compañeros de promoción y amigos desde hace años, a los que se agrega un servidor, veinte años más joven pero con las mismas ganas de crear y disfrutar.

Sería un necio si negara que aquel día me encontraba lleno de ilusión e inquietud a partes iguales, con la previsible preocupación derivada de un equipo en el cual sólo conozco cómo trabaja uno de ellos y donde, sin lugar a dudas, soy la principal incógnita de la ecuación. No obstante, jamás he dejado que este tipo de inquietudes me frenen ante oportunidades de este calibre. Es preferible salir rechazado antes que evitar el desastre sin intentarlo.

Los primeros instantes de la reunión se centran en el acercamiento a las bases del concurso, previamente revisadas por cada uno de nosotros, y un debate acerca del posible calendario de trabajo que mejor se amolde a cada uno.

Puede que sea el único reflejo de seriedad que reina en la mesa, el resto del tiempo se centra en el recuerdo de anécdotas e historias varias que mis compañeros se animan a compartir conmigo, aderezadas con pequeñas muestras de mi corta experiencia, no sólo vital sino también profesional.

Evidentemente mi papel aquí es secundario, no me cuesta lo más mínimo mantenerme discreto ante su más que notable superioridad, vestido de humildad y respeto. Sin embargo, no renuncio a mi personalidad, tan osada a veces. Es por ello que me integro rápidamente en una dinámica en la cual me siento como pez en el agua, o quizás sean ellos los que me ayudan a sentirme así. Sea como fuere, desde el primer momento somos cuatro arquitectos en igualdad de condiciones, luchando por un bien común: disfrutar de la arquitectura. El resto, risas y buenos ratos entre el bar y el estudio de uno de los integrantes.

Finalmente decidimos imponernos una reunión semanal para ir avanzando poco a poco en el análisis global del concurso y la búsqueda de referencias internacionales. Nunca pensé lo difícil que puede llegar a resultar dimensionar tu propia ciudad, asimilar esas calles por las cuales hemos transitado infinidad de veces. No es hasta que las comparas con otras referencias también cotidianas o quizás impactantes, que no interiorizas realmente tu entorno. Si no, haced la prueba con los elementos de vuestra propia casa.

Como muestra un botón: aún me impresiona uno de los shocks más recientes que me ha tocado vivir, cuando en mitad del diseño de un bloque de viviendas aislado, con dos viviendas por planta en una pequeña parcela, decidí insertar una pista de pádel para dotar de mayor calidad a la idea y rellenar ese espacio que creía inmenso. Cuál fue mi sorpresa al comprobar que la pista no sólo no entraba, sino que era igual de grande que el citado bloque. No podía creerlo. Soy bastante aficionado a este deporte, y jamás pensé que pudiera vivir en una pista, menos aún dos viviendas y su correspondiente núcleo de comunicaciones.

Ahí fue cuando volví a analizar las dimensiones de una pista de pádel, las cuales sabía de memoria aunque permanecían por descifrar en mi cerebro, 20x10 metros. Sí, cada campo no es sino un área de 10 metros de lado, lo cual supone una superficie de 100 metros cuadrados. ¿Se dan cuenta? ¿Cuántas de sus viviendas miden más de 100 metros cuadrados? No creo que hayan olvidado la polémica de las viviendas para jóvenes integradas en 30 míseros metros cuadrados. Digo míseros, ya que supone vivir en un tercio de uno de los lados de la pista de pádel. Impactante.

En fin, volviendo a nuestra historia urbana, entenderán que este fenómeno se multiplicase exponencialmente conforme más nos adentrábamos en el análisis del ámbito del concurso. Necesitábamos no sólo conocer las dimensiones del elemento en cuestión, sino ser capaces de interiorizar dichos datos hasta el punto de poder actuar sobre ellos sin perder de vista el contexto global. No caer en algo tan común como suele ser, centrarse tanto en un punto concreto, que no te permite ver el resto. De ahí que el diseño en equipo suela funcionar bien; cada uno observa desde un prisma diferente y eso permite que siempre haya alguien dispuesto a analizar un problema con perspectiva, no cegado por los detalles, sino observando la realidad desde la distancia, considerando los aspectos primordiales.

Así fue como empezamos a aproximarnos a la ciudad, dando un paso hacia delante y otros dos hacia atrás. Profundizas, obtienes datos de interés y, posteriormente, te alejas para ponerlos en su lugar. A veces cada uno dirige sus vaivenes, otras son los compañeros los que te fuerzan a recapacitar. Una ciudad es un ente tan complejo como cotidiano. Lo cual supone que su análisis puede ser todo lo extenso que uno quiera. Es fundamental no perder de vista el objetivo final, no dejarse llevar por la curiosidad que implica encontrar novedades en una ciudad que vives a diario.

¿Cuántos de vosotros se han parado a pensar cómo afecta el sentido de circulación de su calle al funcionamiento global del tráfico de su ciudad? Hasta aquel día, yo era uno más, no se preocupen.

En este sentido, el tráfico fue uno de los primeros análisis que realizamos. Hoy día, poder desplazarnos con agilidad y libertad es una de las principales preocupaciones que nos supone la urbe. Es por ello que antes de realizar cualquier intervención sobre el eje de esta capital, debíamos entender su funcionamiento, sus carencias y virtudes, sus posibles mejoras.

Todo ello, salpicado de ejemplos y actuaciones previas que alguno había encontrado el pasado fin de semana o ese mismo día, porque resulta que en un concurso se acrecienta otro de los principales rasgos de la mente humana: basta que nos interesemos por algo para que parezca que el mundo se empeña en bombardearnos con referencias a ese aspecto concreto, independientemente de lo invisible que pudiera resultar anteriormente.

Es como cuando alguien cercano se queda embarazado, desde ese instante todo el mundo se pondrá de acuerdo para aumentar la población al mismo tiempo, o, al menos, eso nos parece, ¿no es así?.

Pues bien, entre carritos y preñadas, nuestras vidas se encuentran ineludiblemente rodeadas de continuas referencias al concurso. Todo parece alinearse para que cada noticia, comentario o imagen de nuestro entorno, suponga una oportunidad de cara a la creación de nuestra gran obra. Nunca más podremos disfrutar de un ignorante paseo por la calle, un rato de ocio en el parque o momentos de meditación en la playa. No. El concurso lo invade todo. La máquina se ha activado y no podrá detenerse a nuestro antojo. Incluso durmiendo parece que hay alguna neurona rebelde dispuesta a continuar con su ardua tarea. Dicho así, podría parecer algo negativo, y de hecho a veces lo es, pero no cabe duda que al final merece la pena. Es por ello que, tras un tiempo de desconexión, todos volvemos a adentrarnos en esta peculiar práctica profesional, sea cual sea el resultado obtenido.

Volviendo al trabajo, seguimos analizando calles, autovías, carriles bici y demás ejes estructurantes. Nos esforzamos por entender los entresijos de este complejo organismo.

No obstante, lo más complicado resulta ser la parte hidrológica, o quizás hidráulica. Sólo el término con el que referirnos a ello, ya supone un auténtico dilema. Imaginaos el resto. Debemos entender los por qué de nuestro río, sus crecidas y sus ausencias, su historia. Su pasado, presente y sus posibles futuros.

Ello podríamos lograrlo a través de años de aprendizaje con una carrera apropiada para tal fin, seguido de ciertos estudios empíricos, o aprender de los buenos que ya pasaron por ahí. Evidentemente nuestro masoquismo no alcanza tales cotas y decidimos por una vez atajar a través de la segunda de las opciones. Pese a ello, que nadie piense que basta con leer complejos informes al respecto, varias veces por cierto, sino que hace falta cambiar algo el chip y completar dichas lecturas con alguna que otra investigación auxiliar.

Más allá de esta aparente complejidad, el resultado es bien sencillo, no tenemos ni idea, por más que nos empeñemos en disfrazarnos de ingenieros. Así que la coherencia retorna al grupo y nos ayuda a sumar, interpretar a los ingenieros desde una perspectiva arquitectónica y urbanística tan diversa como necesaria. Es entonces cuando empieza a dar frutos este proceso. No pretendemos entender dichos informes, sino analizar su repercusión sobre la ciudad y de esta forma seleccionar la solución más apropiada conforme a nuestras aspiraciones. Zapatero a tus zapatos.

Para ello, no nos engañemos, resulta crucial la labor de nuestro equipo de ingenieros. Sí. Un concurso de este nivel no puede ser realizado exclusivamente por cuatro arquitectos aislados. Así es como entran en escena, nuestros siguientes protagonistas en la historia, un grupo de profesionales traídos a colación por uno de nuestros compañeros, para afianzar nuestras decisiones arquitectónicas y filtrar nuestros deslices técnicos, a la vez que guiar nuestras interpretaciones de los informes hidráulicos ya comentados.

Su más que probada experiencia y talento, se imponen a la distancia a la cual se encuentran, siendo las nuevas tecnologías las auténticas culpables de su participación. Una comunicación menos fluida demanda, por el contrario, una mayor eficiencia en nuestro diálogo, contribuyendo enormemente al análisis exhaustivo de la documentación técnica que nos facilitan. Cada duda planteada es el resultado de una meditada tormenta de ideas, donde el orgullo y el respeto se reparten el mérito de tan trabajada reflexión. Esto, pese al aparente incremento de los plazos, deriva en una efectividad sin precedentes. Analizamos más cada aspecto, permitiéndonos profundizar en las preguntas formuladas, facilitando la comprensión de sus respuestas y fomentando un diálogo inteligente y casi igualitario.

De sobra conocido es el eterno debate surgido entre ingenieros y arquitectos, que muchos se empeñan en convertir en rivalidad, y que a otros nos gustaría considerar más bien, una auténtica oportunidad de cara a posibles sinergias profesionales. Y es así como se enfocan las diferencias en el seno de nuestro equipo, cuando los ingenieros rebaten nuestros planteamientos o dilapidan nuestras ideas. No sin falta de razón, por cierto. Sin embargo, este debate es afortunadamente bidireccional y nosotros también aportamos argumentos positivos que ayudan a nuestros nuevos compañeros a entender el diseño como parte del proyecto.


Continuará... (Parte 3/14)

No hay comentarios:

Publicar un comentario