sábado, 29 de octubre de 2011

El arte del borrado

¿Qué es el arte? Una de las cuestiones más recurrentes a lo largo de la historia, y, sin duda, la más frecuente cuando alguien se enfrenta a la obra del artista americano Robert Rauschenberg. Pues bien, si alguien intenta ir más allá de la primera impresión, algo bastante complicado hoy día, encontrará un universo infinito de ideas revolucionarias que son expresadas con la sencillez de un único gesto conceptual, multitud de sensaciones e intenciones plasmadas en un único acto.

Este prestigioso autor, decidió mostrar un día su admiración hacia uno de los más grandes, De Kooning, solicitándole una de sus obras, un dibujo. Lo curioso de este hecho, no es que De Kooning aceptara tal petición, sino que lo hiciese pese a conocer el por qué. Lo cual me hace pensar que, ambos artistas, fueron capaces de abstraerse de sus prejuicios, e ir al fondo de la cuestión. Es decir, centrarse en el contenido, más allá del continente.

Esta sencilla afirmación, sin embargo, carece de sentido en el urbanismo cotidiano. Cada día, podemos observar infinidad de ejemplos que muestran como la ciudad se ha convertido en un inmenso parque de atracciones, donde lo único que parece importar es la disposición de las fachadas y la homogeneidad del conjunto. ¿Por qué? Porque debemos preservar el valor patrimonial e histórico que estas ciudades puedan tener. ¿En serio? Cuanto menos me resulta inquietante, que se hable de valor patrimonial e histórico, asociando dicha idea a la preservación de edificios. En mi opinión, un mal edificio construido hoy, seguirá siéndolo dentro de 100 años. Esta idea, es la que realmente debería imperar en nuestro urbanismo y considerar mejor qué debemos proteger y qué puede ser eliminado.

Cada vez, es más frecuente descubrirme absorto en una tormenta de ideas enfrentadas, al ejercer el firme acto de pasear por el centro histórico de mi ciudad y descubrir nuevas obras de magnitud colosal, en las cuales la principal característica es, desgraciadamente, que se pretende edificar a espaldas de una fachada preexistente, un paramento derruido y carente de valor, cuyos nuevos propietarios deben preservar por imposición legal.

A poco que estén familiarizados con el mundo de la construcción, podrán imaginar el tremendo sinsentido que esto supone. Técnicamente estamos hablando de generar una estructura auxiliar extremadamente costosa, cuya única justificación es garantizar la seguridad de los ciudadanos. A priori, puede parecer coherente, de no ser por el hecho de que la inseguridad la genera la propia ley, provocando una actuación antinatura; es decir, aislar una envolvente, extraer el contenido que debería recoger y mantener la piel que lo cobijaba. Lo peor es que esta perversión se retuerce aún más, cuando analizamos el fin de dicha barbaridad: crear un edificio que dé contenido a una fachada previa. ¿Se dan cuenta de lo que ello supone?

A lo largo de la historia, las diferentes culturas han conquistado territorios y sus respectivas ciudades, imponiendo sus nuevos criterios y evolucionando a costa de las obras de sus predecesores. Sin ir más lejos, Rauschenberg decidió que la mejor manera de poner en valor la obra de De Kooning, era borrarla y mostrar los restos de tal actuación. Polémico, sí, pero no me digan que no sienten una tremenda curiosidad por conocer lo que borró.

¿Tan equivocados estaban Rauschenberg, los griegos y demás civilizaciones? Quien haya recorrido la City londinense, entenderá que esta convivencia histórico-moderno, es posible. No olvidemos que si hoy día hay cosas que merecen ser preservadas, es gracias a que ellos supieron entender la evolución y su conflicto con tiempos pasados. Debemos poner en valor ese pasado, sí, pero sin perjudicar un presente destinado a conformar el futuro.

jueves, 27 de octubre de 2011

Definición del contexto: 2+2=X

¿Qué es la arquitectura?
Pues, probablemente, la ciencia más inexacta de todas.

La arquitectura es una disciplina donde esta más que probado el hecho de que 2+2=X, sin duda no es igual a 4, tiende a 4, pero jamas lo será. En términos matemáticos podríamos hablar de que el cuatro sería la asíntota en esta ecuación, tanto por encima como por debajo.

A la hora de explicar esta afirmación, es importante entender la complejidad implícita en un proyecto de arquitectura y simplificar esta inmensidad hasta abstraer la base de los principios que rigen cada proyecto. Evidentemente un proyecto consta de una serie de variables que podrían ser divididas entre las variables heredadas y las variables requeridas, todas ellas orquestadas por una serie de constantes que completan la ecuación. Las variables no son sino los diferentes condicionantes asociados a cualquier proyecto, ya sean de índole geotécnica, artística o funcional, unidas a un conjunto de peticiones y necesidades impuestas por un cliente y que justifican esta creación.

Estas variables podrían tender a infinito de no ser por un amplio número de constantes creadas por el hombre como fruto de la tradición y de la experiencia, y que surgen como herramienta de control del proceso proyectual, las normativas. Como saben, estas inciden en todas y cada una de las labores creativas asociadas al proyecto. Existen normativas ideadas para garantizar un determinado modelo de ciudad, otras para velar por el empleo de las mejores prácticas posibles, garantizar la igualdad de oportunidades entre los usuarios, la seguridad, la habitabilidad, y, en definitiva, concretar una serie de mínimos y criterios básicos asociados a la técnica, el diseño y la funcionalidad.

Sin embargo, esta complejidad podría ser solventable, de no ser por una última variable definitiva e imprescindible, la intervención humana, la más subjetiva de las variables y por ello la más inexacta de todas, la más impredecible y desde luego la más flexible de ellas.

Así es, en la labor arquitectónica, entendida en el mas romántico y puro sentido del termino, el ser humano juega una labor fundamental, es el encargado de resolver las variables de acuerdo a las constantes hasta lograr un resultado único y personal, un proyecto arquitectónico.

Es más que sabida la rivalidad, bien entendida, entre arquitectos e ingenieros, y es sin duda esta cuestión la que genera dicha dialéctica. Una mente científica tiende a objetivizar cada ecuación hasta encontrar unas pautas que la resuelvan, por complejas que estas puedan resultar. Por ello si planteamos la misma ecuación a un numero n de individuos, obtendremos n maneras de alcanzar un resultado común. En la arquitectura, por el contrario, si planteamos una misma casuística a un numero n de individuos, obtendremos con toda seguridad n soluciones diferentes. Lo cual nos lleva ante el gran dilema de la arquitectura, no existe una solución universal, sino un universo de soluciones.

Ante una ecuación habrá tantas soluciones como individuos dispuestos a resolverla. Desde un punto de vista científico, esta afirmación genera un primer enigma: ¿cuál de ellas es mejor?
En cada caso esta decisión será tan subjetiva o más que la concepción misma de la solución.

La arquitectura, entendida como respuesta a una determinada necesidad, será mejor, en tanto en cuanto, sea capaz de satisfacer dicha necesidad. Con el paso de los tiempos, el ser humano se ha visto inmerso en un bucle sin fin llamado evolución, que no ha hecho sino enmarañar los principios mas básicos de la relación entre ser humano y naturaleza, entre este y sus requisitos más vitales. No nos conformamos con pernoctar a cubierto sino que deseamos hacerlo en el mejor de los entornos posible, gozando del mejor clima imaginable y rodeados del mayor número de necesidades innecesarias.

Este nuevo escenario implica una diversidad de criterios a la hora de valorar la eficacia de una solución, y todo ello sin contemplar la componente estética, la autentica piedra filosofal de cualquier proyecto. Hoy día la imagen es más importante que nunca, y plantear un proyecto carente de belleza es casi más crítico que plantearlo inútil. Lo cual nos lleva ante otro de los grandes dilemas del momento: ¿qué es la belleza? ¿en qué radica su existencia? ¿cuándo saber si algo es bello y cómo valorarlo?
Podrían escribirse infinitas líneas en este sentido sin, por ello, llegar a dar una respuesta única y concreta.

Sin embargo, lejos de acomplejarnos ante tal complejidad, los arquitectos hemos intentado desde el inicio de los tiempos asumir este rol que se nos ha permitido interpretar y abstraer los aspectos positivos y excitantes que, sin duda, se esconden entre tal amalgama de inquietudes.

Entender la arquitectura empieza por asumir la imposibilidad de hacerlo. No es un elemento finito capaz de ser analizado en función de sus características más inmediatas u ocultas. No, la arquitectura es mucho más que eso, es la más humana y racional de las artes y la más artística de las ciencias. Se trata de un equilibrio inalcanzable entre función y forma, entre belleza y eficacia, entre solución y capricho, entre constantes y variables.

Dos más dos sera 4 con 01 o 3 con 99, pero desde luego no existe un 4 más que al que aspirar, siendo este a su vez un número difuso y esquivo en manos del azar y el más humano de los deseos.

Por tanto, esta no es sino una de las múltiples definiciones posibles y otra más dentro del amplio rango de intentos surgidos, en algunos casos mejores, en otros peores, pero aún sin determinar.

¿Qué es la arquitectura? Esta es probablemente una de las preguntas más cuestionadas a lo largo de su propia historia. La búsqueda fallida de una respuesta única y coherente que genere la definición de este arte, no hace sino engrandar su propia elocuencia. La arquitectura es precisamente eso, la búsqueda de una solución concreta a un problema con infinitas soluciones, unas mejores y otras peores, como las respuestas que hemos obtenido a lo largo de los años a la pregunta del origen. No es más que esto.

Saluda del redactor: De la "A" a la "O"

Diarios de un "Ar" con complejo de "quitectO".

Bienvenidos a esta recopilación de reflexiones y pensamientos inconexos y en ocasiones indigestos, llevada a cabo por un licenciado en arquitectura que afronta desde la más profunda ignorancia el arduo camino que se le presenta ante sí y que resta por recorrer, el trayecto de vida que nos traslada desde la A a la O, desde la inocencia a la experiencia, de la ilusión alocada a la inercia orgullosa, desde el Aprendiz al maestrO.

Confío les sea de ayuda y/o distracción.

Un saludo.