lunes, 8 de febrero de 2016

La herencia de lo absurdo

¡Qué importante es el valor de lo heredado! Y no, no me refiero a la sabiduría popular, las tradiciones, y esas cosas. No. Me refiero a lo que cuestan las herencias. Sin más.

Imagino que después de esto, no les será difícil entender el motivo de este conjunto de palabras sin sentido. Seguro que conocerán a alguien que haya pasado por esta triste experiencia, si no lo han hecho directamente en primera persona. Lejos de la imagen transmitida por el cine en cuanto a lo afortunado y soñado de este sorpresivo regalo, la realidad dista mucho de ser siquiera agradable.
Para empezar, no es que yo sepa mucho de esto, pero cuando uno llega a ser consciente de esta situación suele venir de una lamentable pérdida familiar. Sea cuales fueran los motivos, una pérdida así suele ser algo que lamentar. Bueno vale, los habrá que no estén de acuerdo, pero diré que estas palabras no van dirigidas a ellos, pues ya tienen bastante con lo que tienen, ¿no creéis? Pues eso.

Volviendo a donde estábamos, toda herencia tiende a venir precedida por el fallecimiento de algún ser querido. Momento en el cual, como daños colaterales inevitables, empiezan a invadirnos un sinfín de decisiones que afrontar, todo ello probablemente en uno de los peores momentos vitales posibles. Cuando mayor es la pena o la tristeza, el mundo te requiere para tramitar una infinidad de papeles, trámites y demás acontecimientos que no queda otra que afrontar. Y por si esto fuera poco, cuando ya crees que has logrado el silencio y reposo necesario para llevar a cabo un duelo acorde a las circunstancias, el Estado, nuestro Estado, decide acordarse de ti para enviarte una sentida carta en la cual recordarte tu irremediable realidad y, metiendo el dedo en la llaga, solicitar el pago de los impuestos derivados de la herencia que hayas podido recibir.

Pues sí amigos, así es la cosa. El Estado, supuesto representante de sus ciudadanos, se hace cargo de la situación para ayudarte, o no. Me da a mí que más bien lo hace para poner la mano y esperar a que sus queridos conciudadanos hagan la correspondiente aportación para seguir adelante. Pero claro, qué sabré yo. Al fin y al cabo, ¿qué psicólogo que se precie no recomienda a su paciente que derroche alegremente su dinero para superar la pérdida de un familiar? Pues eso. Nuestro Estado haciendo gala de su envidiable objetividad se erige en salvador de nuestros sentimientos para deleitarnos con una nueva factura. El pago por la adquisición de un bien no adquirido. Cobrar por lo ya pagado. Una auténtica genialidad, no me lo podéis negar. Aprovecharse del sueño de una persona moribunda que en su lecho de muerte decide agasajar a sus seres más queridos con lo poco o mucho que haya podido generar a lo largo de su vida. Un último deseo que se torna en marrón. Sí señores. Lo que empieza como una reacción coherente y sincera, se convierte previo paso por el filtro estatal, en una deuda en muchos casos inabarcable. Pero no os preocupéis, si este fuera el caso, nuestro respetadísimo Estado vuelve al rescate, ofreciéndose para adquirir el mencionado inmueble a coste cero. ¡Qué noble por su parte!

Resulta que lo que genera un impuesto por pasar a manos de un familiar conforme al deseo explícito de su poseedor, deja de tener dicho valor en caso de que el destinatario no pueda afrontar la deuda recién inventada. Sí. Sin más, pasa a formar parte del patrimonio de este nuestro Estado. Y digo yo, ¿cómo es eso? ¿Cómo se puede imponer una deuda a unos y desaparecer cuando se vuelve hacia ellos mismos? ¿Acaso el Estado no era el conjunto de los ciudadanos? ¿No nos han dicho siempre que el Estado somos todos? Se ve que no. Ya decía yo que no tengo ni idea de nada. ¿Pues no pensaba tirar de sentido común para entender las cosas? Qué cosas tengo. Afortunadamente, resulta que este Estado es el mejor ejemplo posible de sinergia, pues el conjunto de sus individuos es mucho más que la suma de los mismos. Curioso. Deberíamos llamar a este Estado Sinergia. Además que tiene gancho, ¿verdad? Igual el gentilicio sería algo extraño pero por lo menos se podría escribir con cualquier teclado internacional sin sonar absurdo.

Pero claro, visto así, lo primero que se me ocurre es, ¿y si al morir se pudiera heredar al Estado? Igual así lo que haríamos sería trasladar la deuda al Estado y en caso de que no les interese pues permitirles saldar su deuda con el propio inmueble. No me digáis que no sería divertido y paradójico que el Estado que no defiende a sus ciudadanos frente al poder de los bancos, aceptase la controvertida dación en pago con alguien más que ellos mismos. Sería peculiar e inquietante, cuanto menos. Pero, siendo pragmático, esta sería la solución perfecta al problema. El fallecido cede sus bienes a sus seres queridos, nadie ha de pagar por ello y encima hasta se puede uno permitir el lujo de llorar a su familiar. Qué espectáculo. Lo que hace pensar a veces. Eso sí, seguro que saldría algún desinteresado conciudadano defendiendo la cuadratura del círculo en beneficio propio, con el potente argumento de que por qué debería el Estado pagar por algo que no ha pedido, como si el pobre protagonista de nuestra historia hubiese pedido en algún momento que su familiar falleciese. Hay que ver lo que hay que oír.

Es más, podría darse el caso de que el Estado estuviese interesado en el inmueble. No os preocupéis, lo tengo todo pensado. En ese caso, el Estado tan sólo debería abonar los impuestos derivados del valor tasado para el inmueble. Tasado por quién, os preguntaréis. Pues por quién va a ser, por nosotros. ¿No es así como lo hacen ellos? Pues entonces será que vale hacerlo así. De este modo, el moribundo puede dejar en herencia su bien al Estado, poniéndole el valor que considere, y generando automáticamente una deuda cuantiosa en el Estado, quien deberá abonar a su persona o en caso de fallecimiento, a sus familiares cercanos. Una obra maestra.

Pero no sé por qué me da que el Estado no permitiría algo así. Dirían que igual nos creemos que somos como ellos. Qué error. De hecho, esta posibilidad ya está más que resuelta, pues nuestro Estado ha generado una más de sus leyes en aras de proteger a sus ciudadanos, estableciendo por defecto la herencia familiar. Qué considerados.

Y yo me pregunto, ¿para qué están las leyes si no? Como no podía ser de otro modo, las leyes resulta que están para controlar que los delincuentes a quienes sirven no se excedan en el ejercicio de sus labores. ¿Ah no? Yo diría que sí. ¿Por qué si no iban a cobrar a la gente por beneficios que no han obtenido, por cobros que no han recibido o por bienes que no han solicitado? Imagino que la única explicación a todo esto debe ser eso que denominan la presunción de inocencia. Supongo que se refieren a que sólo el magnífico Estado es merecedor de tal trato, mientras sus súbditos ciudadanos debemos conformarnos con la irremediable presunción de culpabilidad. Claro, eso va a ser. Por eso me obligan a tener diferentes seguros para todo, me toca pagar incluso por deudas que tienen adquiridas conmigo y demás. Ahora lo empiezo a entender todo un poco mejor. Va a ser eso que dicen de la herencia, pero en este caso de la buena, la genética. Y todo lo que me atormenta en mi día a día no es más que un merecido castigo por no saber estar a la altura de lo que se espera de mí.
Es que también yo, vaya tela. Las cosas que se me ocurren. Mira que pagar todos mis impuestos, no aceptar los sobres más que para la correspondencia, no robar nada de nadie, ni emplear mis influencias para beneficiar a los míos en detrimento del resto más cualificado. Desde luego me lo merezco. No tengo perdón, es normal que me castiguen así. Desde hoy en adelante no me pienso quejar más, pues por fin acabo de entender que no puede ser de otro modo.

Espera un momento, si no me equivoco, eso de quejarse también pertenece a la mencionada herencia genética que nos atribuyen. Estoy confuso, lo siento. Hay que ver la mala suerte que he tenido de nacer en un Estado tan complejo. ¡Ah no! Perdón. Qué mala suerte haber nacido en esta Comunidad Autónoma, en concreto. Porque encima, no todos los ciudadanos son tratados por igual. No. Depende de donde hayas nacido. Entonces, ¿ahora qué? ¿Cómo lo hacemos?

Por lo pronto, empezaré por quejarme, pero sólo en público y con la boca pequeña, así conseguiré

estar a la altura social de lo que se espera de mí, y cuando disfrute de una segura soledad, podré gozar con la satisfacción de saber que no tengo nada por lo que quejarme, pues me lo merezco. Sí señor. Por fin. Por fin voy a convertirme en un miembro de provecho de esta sociedad. Es más, igual con el tiempo hasta puede que me acostumbre a eso de defraudar o incluso robar sin que me tiemble siquiera el pulso.

Además estoy en racha. El tema de lo del inmueble a heredar. Lo tengo. Problema resuelto.
Lo mejor para estos casos va a ser prenderle fuego al inmueble. Así no hay nada por lo que pelearse. Ningún valor por el que endeudarse, ni ningún interesado en reclamar por ello. Una auténtica genialidad. Aunque, espera un momento. No sé por qué me da que no va a ser tan sencillo. Probablemente, en este caso, el Estado acudiría al rescate, estableciendo como base imponible de sus impuestos, la correspondiente indemnización que el propietario difunto podría llegar a recibir por parte del seguro de su vivienda. Independientemente de la más que probable negación que obtendrá por respuesta de cualquiera de estas entidades. Sea como fuere, volvemos a estar tan atrapados como al principio. Uff, esto es agotador.

¿Sabéis qué? Me da a mí que no os queda otra que prenderle fuego a la vivienda, pero eso sí, sin olvidar hacerlo con cara de tornado o cualquier otro desastre natural que se os ocurra. Sólo así, lograremos que nadie se acuerde de nosotros y que podamos simplemente ser felices pudiendo permitirnos el lujo de entristecer cuando la vida así nos lo demande y nos apetezca.
Desde luego, si algo me queda claro por lo menos, es la razón por la que todo el mundo se pelea ahora por constituirse en Estado. Si es que eso de llamarse Estado debe ser un chollo, ¿no? Pues eso.

Fdo. El que teclea, quien supuestamente, ha sido considerado como presunto autor del presente escrito.

Aviso legal:
Este artículo contiene 1687 palabras. Por favor, el autor les recomienda leer con moderación. Recuerde que el pensar puede perjudicar seriamente a su salud.
Este artículo se trata de un ejercicio de ficción, cualquier parecido con la realidad deberá ser accidental.
Durante el proceso creativo necesario para el presente escrito, ningún animal ha resultado herido, salvo que alguien haya decidido leerlo introduciéndose con su gato en el microondas, en cuyo caso el autor no se hará responsable de los daños que el lector haya podido sufrir.
Antes de imprimir este escrito, por favor, compruebe la necesidad de hacerlo y piense en su responsabilidad con la naturaleza. Recuerde que la fabricación de papel implica un enorme consumo de agua y la tala de gran cantidad de árboles. El Medio Ambiente es cuestión de TODOS (no se incluye al Estado, por supuesto, que podrá aprobar el uso de zonas calcinadas y despobladas de vegetación con fines inmobiliarios, al mismo tiempo que exigir repoblar medio Amazonas si alguien necesita retirar un árbol en riesgo de caída o patología considerable en su vivienda).


Legal Notice:
Mind the GAP between the Title and the Signature, please. You might find yourself reading.