jueves, 21 de junio de 2012

Concurso, luego pienso (2/14)


0. Trabajos previos




Todos habremos escuchado hablar alguna vez de profesionales que deciden presentarse a un concurso público para la realización de un determinado edificio o una determinada actuación. Pues bien, pese a ello, pocos saben lo que esto realmente significa y lo que para dichos aspirantes supone.

Normalmente este tipo de ideas surgen a raíz de un comentario escuchado o alguna noticia leída en el periódico. En un primer momento no es más que otra muestra más de información esquiva, una de cien.

Sin embargo, esta vez hay una pequeña diferencia, apenas perceptible e incluso difícil de explicar, esta vez hemos prestado atención al mensaje. Nuestro cerebro ha decidido no desechar automáticamente la noticia, sino que la almacena en lo más recóndito de nuestra mente, para desde ahí, a modo de infección viral, ir contagiando poco a poco las neuronas vecinas hasta descifrar ese ínfimo detalle que ha perdonado su vida. Es entonces cuando empezamos involuntariamente a analizar el anuncio y enfrentar sus posibles pros frente a sus más que probables contras. Lo siguiente es buscar personalmente de qué se trata el concurso y destripar los aspectos y requisitos primordiales, en un intento desesperado de nuestro subconsciente por encontrar esa mínima cláusula que nos impide participar o que nos sugiere un posible agravio comparativo o injusticia premeditada.

Un 99% de los concursos se quedan en esta fase de análisis previo, permaneciendo para la eternidad en la papelera de reciclaje de un pobre ordenador repleto de archivos. ¿Qué ocurre con el otro 1% restante? He ahí el motivo de este relato y la causa de la experiencia que me aventuro a compartir.

En este caso, la historia en cuestión comenzó con una simple llamada de teléfono:

- Ey, ¿qué tal?

- Buenas, muy bien, la verdad. Sigo buscando trabajo y liado con el inglés, pero bien. No me quejo. ¿Y tu?

- Pues algo parecido, supongo. Pero esta mañana he decidido hacer algo para cambiar mi situación. Me acabo de inscribir en el concurso ese del que estuvimos hablando. Creo que puede ser una buena oportunidad de aportar algo a esta ciudad y poner nuestro granito de arena para que mejore.

- Me alegro, ese concurso es muy interesante, engloba casi toda la ciudad y es posiblemente el gran proyecto pendiente.

- Totalmente de acuerdo. Por eso, es el momento de dejar de quejarse y dar un paso al frente. Ofrecer alternativas a nuestra ciudad. Así que, no se como estarás de tiempo ahora, pero somos tres en el equipo y había pensado que tú podrías ser el cuarto. A los otros dos ya los conoces y te puedo asegurar que como poco vamos a pasar un buen rato.

- Suena bien. Yo por mí me apunto del tirón, aunque creo recordar que teníamos cuatro meses hasta la fecha de entrega, y si todo va bien, me gustaría salir de aquí antes de esa fecha.

- Yo estoy igual, pero cuatro meses no son tantos y desde luego no es fácil encontrar algo fuera tan pronto. Métete en el equipo y después ya veremos cómo evoluciona la cosa.

- Perfecto. ¿Por qué no? Ojalá mi mayor problema sea tener que dejarlo por un buen trabajo que me haya salido, ¿no? Jajaja.

- Así me gusta. Pásate el lunes y lo vemos, ¿vale? Buen fin de semana.

- Gracias, igualmente. Te veo el lunes.

Nunca pensé que una conversación aparentemente tan trivial fuese a condicionar tanto los próximos cuatro meses de mi vida.



Continuará... (Parte 2/14)

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