miércoles, 22 de febrero de 2012

La arquitectura de la vida



Como arquitectos, nos sentimos atraídos por el hecho de generar algo de la nada, esa ilusión implícita en la creatividad que caracteriza un proyecto. Partir de unas premisas para inventar un nuevo elemento capaz de mejorar el anterior y con ello facilitar la vida a alguien.

Pues bien, hoy estoy aquí para alejarme de este principio, a base de llevarlo hasta el final de sus consecuencias. Pretendo por un día abandonar la temática puramente arquitectónica con la que suelo enfocar cada post, para hacer un homenaje a la vida, como súmmum mismo de la arquitectura.

Recientemente he presenciado uno de los momentos más bonitos e interesantes que he podido vivir hasta ahora. Una explosión de júbilo e ilusión altamente contagiosa. Un simple hecho capaz de emular al más complejo de los milagros. Una de las principales razones por las cuales entiendo que estamos aquí.

Todo esto, no es sino un homenaje a mi tocayo, ese “personajillo” indefenso y debilucho, capaz de traer consigo toneladas de felicidad. Pese a su corta edad, en escasas horas logró aquello por lo cual todos luchamos y probablemente jamás conseguiremos. Fue capaz de alegrar la vida a infinidad de personas, simplemente con su presencia. El más mínimo gesto de su pequeño rostro actúa como fuente infinita de luz, iluminando hasta el ultimo rincón de su entorno, hasta el último centímetro de piel ajena.

Ni que decir tiene que se trata de actos incomparables; sin embargo, puede ser un buen ejemplo que ayude a entender y admirar la profesión, esa satisfacción indescriptible asociada a la realización de un diseño, la creación de una idea, el parto de un hijo.

En ocasiones nuestro gremio se ha visto perjudicado ante las críticas reiteradas que nos tachan de utópicos, prepotentes o pseudoartistas. No seré yo quien les reste razón. Pese a ello, entiendo que no es la profesión la culpable de nuestros defectos sino la propia condición humana que nos caracteriza. Esta es la razón por la cual me gustaría describir el por qué de nuestro día a día, cuando los trámites burocráticos, reuniones y demás actividades puramente empresariales nos lo permiten.

La creatividad, también conocida como inspiración artística, es esa extraña y tímida amante que decide visitarnos sin previo aviso, ya sea en mitad de la noche o en el tumulto de un bar. Su grandeza recae precisamente en la arbitrariedad aparentemente asociada a su llegada. Un simple clic que protagoniza y esclaviza nuestros sentidos. Un escalofrío que recorre cada una de nuestras neuronas para llamarlas a filas y requerir su presencia. Un toque de corneta que nos anuncia el inicio de las más dura y bella de todas las batallas. Una explosión nuclear de ideas en cuya onda expansiva se recrean nuestros pensamientos e inquietudes. Ese momento mágico en el cual la luz invade cada rincón de las entrañas, mientras se esfuerza en absorber cada vestigio luminoso del exterior, logrando mostrarnos una realidad oculta tras un velo de incertidumbre. Es entonces cuando no existe otra opción que la de centrarnos en resolver la gran cantidad de ecuaciones hasta ahora complejas, todas ellas de resultado incierto pero emocionante.

Realmente podríamos decir que se trata de un proceso en el cual el cuerpo se ve bombardeado por infinidad de sensaciones y emociones contrapuestas que no hacen sino eclipsar nuestro entorno, en una mezcla de júbilo y cierto estrés. Como su símil natural, todo proceso creativo requiere de un encargo (aunque no precise dos personas) y un periodo de gestación de la idea en el cual investigar acerca de los múltiples aspectos que componen la situación, así como la búsqueda de referentes tanto en nuestro entorno más inmediato como en opiniones más académicas y literarias. Este proceso puede ser más largo o menos, pero siempre está. Se trata de un requisito imprescindible. No es hasta que se considera asimilado por nuestra mente, cuando la sabia naturaleza nos invita a intervenir.

Lo bueno ha llegado. Sólo queda disfrutar y exprimir cada instante.

Tras dicha explosión viene la calma, un merecido descanso en el cual aún inmersos en un cóctel de cambios, la realidad enmascarada se esconde esta vez ante una felicidad aun no asimilada pero ya digerida. Es ahora cuando debemos desconectar levemente y prepararnos para el proceso de maduración de la idea, en el cual ordenar las pinceladas de genialidad que se ven ya esbozadas entre tanto alboroto. Lo más recomendable, una buena cabezada que permita a nuestra mente reorganizarse y volver a ver la realidad desde la perspectiva habitual, a una distancia prudencial, suficiente como para recuperar la capacidad de elegir y guiar los acontecimientos y pasos a seguir por nuestra idea.

Si ahora os digo que esa idea se llama Álvaro y que más que un edificio es un potencial usuario, no cambia más que la perfección del resultado y la identidad de sus creadores, pero la alegría, orgullo y satisfacción son los mismos; eso sí, elevados a la enésima potencia. Sin más, deciros, afortunados padres, que como arquitecto, así como hermano y tío, me enorgullece escribir que sois un ejemplo a seguir en mi profesión, y que venga cuando venga la inspiración, siempre procuraré estar preparado y dispuesto para recibirla, se llame como se llame.


A aquellos padres no vinculados al proceso creativo, confío esto os sirva para encontrar con mayor facilidad el camino hasta entender y disfrutar de la arquitectura. A los compañeros que ya hayan pasado por dicha experiencia paternal, confío que vuestros proyectos, independientemente de su grandeza, representen tan sólo una mínima muestra de lo que ese hijo puede llegar a significar.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Entropía normativa


Entropía
Medida del desorden de un sistema / Medida de la incertidumbre existente ante un conjunto de mensajes, de los cuales se va a recibir uno solo.

Normativa
Conjunto de normas aplicables a una determinada materia o actividad.

(Real Academia Española)


Es importante situarnos ante una realidad profesional donde los trabajos escasean y los clientes miran por su dinero hasta límites insospechados. No juzgo la situación, solo la defino. De hecho, hay algo muy positivo en todo esto, y es precisamente el cariño que se está dedicando al dinero invertido en arquitectura, lo cual confío repercuta en una mejora de la calidad en las actuaciones que marcan esta profesión.

Como ya se dijo en uno de los post iniciales, esta profesión es una ciencia inexacta con infinitas soluciones para un mismo problema, siendo la normativa la encargada de acotar ese espectro inmenso de posibilidades. Estamos de acuerdo en que la creatividad no se puede frenar, pero sí direccionar hacia un fin determinado, logrando una eficiencia mayor en cada uno de nuestros actos. A su vez, es primordial para establecer unos estándares de calidad que garanticen al usuario unos mínimos, ya impuestos por la máxima representante del marco normativo nacional.


Articulo 47 de la Constitución Española.

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.


Sin embargo, esta tendencia normativa, pese a surgir con muy buenas intenciones, ha sido fagocitada por una costumbre muy española pero poco plausible, aquella destinada a complejizar los procesos legales hasta un punto tal, que la ley pasa a estar en un segundo plano, tan lejano a la realidad que parece menos flagrante incumplirla, o cuanto menos esquivarla.

Parecía que nuestra profesión iba a verse reforzada ante la creación de una normativa única y universal, aquella capaz de regular todos los aspectos asociados a la construcción y la actividad arquitectónica como tal, facilitando el acceso a un documento exclusivo con validez en el conjunto del territorio nacional. Lo cual tenía sentido en una Europa donde se aboga por el libre mercado internacional y la supresión de barreras. Sin embargo, cuando uno se sumerge en la cruda realidad, descubre un mundo repleto de fronteras, incluso municipales, donde el CTE transita sin pena ni gloria, flanqueado por innumerables decretos y ordenanzas de ámbito regional, provincial o incluso municipal, que distorsionan aún más su percepción. En fin, una muestra más del caos en que nos encontramos sumidos por la simultaneidad de administraciones sin competencias exclusivas y organizadas.

El CTE, con sus aciertos y sus defectos, para empezar, debería ser el único texto normativo al que acudir, centrando los esfuerzos en perfeccionarlo hasta alcanzar una ley coherente y actualizada. A partir de ahí, delegar en las diferentes administraciones aspectos más vinculados al urbanismo, en el cual las condiciones específicas del lugar juegan, esta vez sí, un papel fundamental.

Lo que me niego a aceptar, son los agravios comparativos que se crean entre ciudadanos de pueblos vecinos, donde la ordenanza en vigor permite a uno lo considerado impensable por el otro. No puede ser, que en temas tan serios como la accesibilidad, un malagueño se enfrente a tres normativas diferentes, las cuales regulan sin orden ni concierto, debiendo elegir en cada aspecto lo más restrictivo. ¿No sería mejor realizar un compendio con lo mejor de cada una de ellas?

Asimismo, me pregunto, ¿tiene menos derecho a una vivienda digna un gallego que un madrileño? ¿Un valenciano que un andaluz? En mi opinión, es evidente que no. ¿Por qué, entonces, debemos permitir que se pierda el tiempo en generar nuevas normativas, cuando ya existe una general que se supone que lo regula todo? ¿Realmente esas ordenanzas aumentan la dignidad de la arquitectura? Y si es así, ¿por qué mantenerlo a nivel local, privando al resto de ello?

Quizás me equivoque, pero dudo ser el único que se ha encontrado ante este laberinto de leyes, en un intento por emplear la arquitectura para simplificar y mejorar la calidad de vida de nuestros clientes y por ende, de los ciudadanos. Es por ello, que aprovecho para compartir mis inquietudes con el fin de emplear esta crisis, para resetear el sistema y mejorar todo aquello que esté en nuestras manos. En esta vida, es cuestión de ser positivo y tomarse los problemas desde un punto de vista constructivo y valiente, ¿no creéis?