lunes, 15 de octubre de 2012

La maestría de la luz


Con motivo de la pasada semana de la arquitectura de Málaga, tuve el honor de ser invitado a la visita guiada organizada por el Colegio de Arquitectos en Vélez-Málaga. El objetivo de dicho evento no era otro que el de mostrar a los asistentes el edificio destinado a acoger, a principios del próximo año, el Centro de Arte Contemporáneo del citado municipio.

Como directores de orquesta, el arquitecto principal Juan Miguel Hernández León, acompañado de los técnicos municipales que han contribuido a la realización de tan ambicioso proyecto.

Como pueden imaginar, no hay nada como escuchar de primera mano los detalles que caracterizan un proyecto tan singular; especialmente cuando se trata de alguien de la talla de Juan Miguel.

Sin embargo, en este caso, el edificio se erige en protagonista absoluto de la visita. Desde un plano humilde y sereno, fiel reflejo de su autor, este futuro Museo se planta ante nosotros confiado y seguro de su papel, consciente de su responsabilidad. Resultado de la rehabilitación de una antigua casa tradicional del núcleo histórico, en lamentables condiciones de conservación, se alimenta de su más que notoria historia para irradiar carisma y personalidad a raudales.

El conjunto de salas de exposición en torno al patio central se convierte en un verdadero ejercicio magistral en el uso de la luz. Los recorridos se generan de manera natural a través del dominio de los focos de iluminación natural que el autor tamiza e insinúa conforme a un elaborado plan. Un uso tan sensible a la luz, como suele ser el museístico, requiere de espacios muy controlados. En ocasiones se tiende al empleo de iluminación artificial para no depender de una luz cambiante y caprichosa, capaz de arruinar la mejor de las exposiciones.

Por el contrario, en este nuevo CAC, se hace un esfuerzo por no renunciar a lo que consideran una de las principales virtudes del encargo, la luminosidad de la que gozamos por estas benevolentes latitudes. Para ello, se arma de martillo y cincel para tallar con el mayor de los cuidados cada espacio expositivo, logrando una obra de artesano, un muestrario estelar de diferentes recursos lumínicos. Cada sala se configura en función de parámetros bien diversos, con la luz como único elemento común y, sin duda, auténtico hilo conductor del proyecto.

Lucernarios cenitales, cristaleras escondidas, accesos quebrados, aperturas controladas al patio e, incluso, la depresión de una cubierta colgada que nos permite el suave deambular de los tímidos rayos entre sus intersticios, son sólo algunos de los múltiples recursos que invaden cada metro cuadrado de este maravilloso espectáculo. Del mismo modo en que las salas logran una jerarquía espacial evidente, el patio central se rodea de sendos vacíos que se encargan de completar el discurso conceptual definido, en perfecta armonía. El resto, salas blancas inmaculadas, cálidos suelos de madera y un falso techo continuo donde los retornos e instalaciones se manifiestan a través de una elegante fisura lineal que decora todo el espacio.

Desde aquel día, no hago más que pensar en la belleza que puede llegar a generar un arquitecto cuando asume con respeto e ilusión su trabajo, cuando abandona su ego y prepotencia con elegancia y sabiduría. Un regalo que no podemos dejar de valorar y agradecer, con la misma humildad con la que nos es ofrecido.

Una verdadera obra de arte donde la arquitectura asume el papel de lienzo y las diferentes exposiciones albergadas, actuarán a modo de inigualables tintes al servicio de la luz.

lunes, 8 de octubre de 2012

Braza a braza


Una vez más, me veo incapaz de disfrutar de unos instantes de paz y armonía. Esta vez es, paradójicamente, el agua quien me impide adentrarme ingrávido en el placer del nadar.

No hace mucho que me considero aficionado a este espectacular deporte, aunque he de reconocer que fue un flechazo que ha tardado años en consumarse. Desde siempre, mi perfil deportista y asmático me han enfocado inevitablemente hasta este fin. Sin embargo, han sido años de desencuentros y malentendidos. Discusiones lejanas que nos han distanciado más de lo deseado.

Curiosamente todas estas desavenencias se olvidaron el día menos pensado, casi sin darme cuenta. Un día cualquiera, en un momento cualquiera y en un lugar no menos azaroso, surge en mí un inexplicable y sutil deseo por conocer una experiencia tan cotidiana como desconocida para mí.

Convencido me dirijo a las instalaciones deportivas cercanas a mi residencia donde la oferta de gimnasio más piscina, evocaron mi inquietud. Una vez obtenido mi carnet y apoyado por la compañía de mi amigo, me enfrento al primero de muchos días de interacción acuática.

La jornada laboral amenaza mi debut, desplazando mi partida peligrosamente hacia el cierre de las instalaciones. Ese inconsciente empuje que surge de mi interior, me da fuerzas para combatir cada contrariedad. La primera de todas, supongo, descubrir sorprendido que no dispongo de las necesarias gafas, lo cual me lleva inevitablemente a la ausencia de gorro protector. La hazaña empieza a llamar a la heroicidad. Tenemos una hora escasa para lograr el equipamiento necesario, desplazarnos a las instalaciones y vestirnos para la ocasión.

Entre inoportunas llamadas y urgentes emails, comienzo a preparar otra de las mochilas que marcarán mi existencia, una vez más. Toalla, chanclas, bañador, ¿bañador? No me lo puedo creer. No he caído en comprarme un bañador corto para no tener que usar el bañador que estoy a punto de lucir. En fin, el tiempo apremia. No estamos para connotaciones estéticas. Mientras reúno todo lo necesario, mi amigo sigue inmerso en la aventura de la compra del gorro, que hace minutos acometió. Por fin, tengo todo preparado. Me desprendo de los zapatos, la camisa y el pantalón de vestir, para recurrir a una vestimenta más acorde. Chandal, zapatillas, camiseta y... ¡el portero! "Phelps" ya está aquí. Raudo y veloz, abro la puerta mientras me coloco la mochila, el casco de la moto y todos los añadidos que forman parte indivisible de nuestras vidas.

Llave en mano, me faltan manos. Míster Bean a mi lado, resultaría el más diestro de los malabaristas. Tras varias caídas y recogidas, logro cerrar la puerta y guardar a buen recaudo el llavero.

Mientras descendemos incautos las escaleras, recordamos lamentablemente la ausencia de gafas con las que afronto mi primera experiencia acuática. Entre risas, mi amigo “Phelps” me insta a apelar a la épica y encontrar en el camino una tienda tardía que nos proporcione el ansiado objeto. Todo ello, acompañado de una tesis doctoral acerca de gorros sintéticos y de tela, que definitivamente convergía en la adquisición textil que tan orgulloso porta. No puedo más que pensar en la imagen que supondrá ser los únicos en años que no visten el tradicional gorro sintético.

Alcanzamos nuestro vehículo, aquel destinado a obrar el milagro. Cada segundo nos aleja estrepitosamente del objetivo. Sin embargo, el estrés se convierte en risas y esperanza, ese positivismo que nos caracteriza. A escasos metros de casa, "Phelps" sortea el ruido del tráfico y los acolchados cascos que nos protegen, para recordarme con sorna, que mis dichosas gafas son el menor de nuestros problemas. Se acababa de acordar de que los técnicos del polideportivo nos habían avisado que era necesario disponer de un mini candado para poder guardar las cosas en la taquilla.

¡No me lo creo!

La contundencia de mi respuesta, entre carcajadas, se ve interrumpida ante el frenazo que precede a la primera de nuestras carambolas. Un establecimiento regentado por asiáticos se planta ante nosotros como agua de mayo. Un haz de luz entre la oscuridad ilumina nuestra solución. En un acto de fe sin precedentes, el "Phelps" de Málaga me abandona para iniciar la búsqueda del candado. En menos de veinte segundos, vuelve eufórico con dos candados enanos.

¡Estos chinos son unos máquinas! Tienen de todo! Es lo único que alcanzo a comentar entre lágrimas, provocadas por el viento y la risa a partes iguales.

Cincuenta metros más adelante, se repite la escena, con tintes cómicas ante las innumerables similitudes. Lo empujo casi en marcha para acometer su siguiente y definitiva proeza. Mis gafas.

Esta vez, son cuarenta los segundos empleados, y su imagen de felicidad es sólo comparable a mi cara de asombro e ilusión. Trae orgulloso unas gafas con tapones y opresor nasal.

¡Que tiemble la Mengual! Ya hasta sincronizados. Jajajaja.

Continuamos el camino entre carcajadas y la compra de papeletas para el gran desastre. Zigzagueando entre coches y motos por igual, logramos sortear obstáculos que ni yo mismo logro explicar. Sólo puedo confiar en las fuerzas del destino que nos conducen a nuestro gran momento.

Sorprendentemente alcanzamos victoriosos el lugar. Corriendo, hacemos un esfuerzo por no perder ninguno de los recién adquiridos accesorios.

  • Hola, buenas noches.
  • Buenas noches, ¿nado libre?
  • Sí.
  • Lo siento, tienen que esperar. Está completo. Deben esperar que salga alguien y entren los tres caballeros que están ahí sentados.

El desánimo se apodera de nosotros. Son instantes de gran tristeza que preceden una reacción de igual intensidad pero sentido contrario. Entre asombradas miradas, nos desternillamos con flojera.

Todo lo realizado puede quedar en nada. No hay palabras que describan ese sentimiento.

A los diez minutos, las conversaciones teñidas de queja y ruego con el encargado, culminan con Phelps y un servidor, solos en la sala de espera. Todos nuestros predecesores se marchan derrotados ante lo improbable de nuestro acceso. Pero nosotros, una vez más, nos vemos inexplicablemente inducidos al fracaso, con una sonrisa en la cara. No sé aún por qué, pero nos mantuvimos impasibles ante la adversidad. Sólo cinco minutos después, nuestra insistencia da sus frutos. El pitido que anuncia la liberación del torno que nos impide el acceso, resuena en mis adentros como la mayor de las orquestas. Los siguientes pasos parecen levitar entre oleadas de ilusión.

Ya estamos ahí, cruzamos cual gladiadores romanos el umbral de la puerta abatible que nos separa de la gloria. Es en ese justo momento cuando me doy cuenta de lo cómico de mi indumentaria. Chanclas, bañador surfero, gafas marca “la Juani” y gorro de spa. Todo ello acompañado de una molesta mini llave que no puedo perder por nada del mundo aunque parezca que estoy a punto de sacar mi diario bajo la almohada para confesar mis secretos más ingenuos.
Afortunadamente, la euforia me ayuda a olvidar el ridículo que me rodea, para dirigirme impaciente a la obligada ducha previa. Muy en mi papel, me dirijo a la monitora muy seguro, cual "Thorpe" en los preparativos de su gran final.

  • Perdone, ¿las calles para nado libre?
  • Las dos últimas.
  • Gracias, muy amable.

Con la misma seguridad, hago una seña de confirmación al “Phelps de la Bahía”, ya equipado con sus gafas de diseño vintage y gorro afeminado. Las risas se acrecientan al descubrirle como imagen especular mejorada de mi lamentable impronta.

Más gente que en la guerra espera en las calles señaladas. No saben si reír o llorar ante lo esperpéntico de nuestra aparición. Con el fin de superar este embarazoso momento, nos adentramos rápidos en la piscina. Sería deshonesto obviar las dificultades encontradas para descender por una escalera sin peldaños, antipáticamente situados dentro del muro lateral. Todo ello, después de que mi escudero, me frenara ante mi primera intención de emular al mejor de los saltadores, en mi acceso directo a la calle dos.

Por fin, estamos en el agua. Pero, ¿ahora qué? Ya hemos superado todos los obstáculos que nos impedían venir aquí. Pero no contábamos con el peor de ellos. No sabemos nadar.

Pese a que nuestra integridad no peligra, no podría decir lo mismo de la poca dignidad que aún aguanta el chaparrón de hoy.

Pero bueno, ¡que nos quiten lo bailao!, que suelen decir por estas tierras.

Así, confiados y ansiosos, enviamos nuestro primer brazo en parábola escultural hacia el horizonte de la calle, con lo que en nuestra mente parece resultar el deambular de un cisne entre las aguas. La realidad, bastante menos poética, se presenta cruda y salvaje, al encontrar impasible el plástico infernal que señala el límite de la calle que no debería haber rebasado. De no ser porque llevaba escasos segundos en este nuevo mundo, me hubiese salido a gritar y maldecir al amable inventor de tan lindo deporte. Porque, queridos lectores, sí. Las colchonetas de colores que tan simpáticas parecen indicar el final de la calle, resulta que son afilados círculos de plástico mal terminado, alrededor de un cable rugoso y afilado, que parecen más bien señalar el inicio de un gran sufrimiento.

Cuatro infinitos largos más tarde, me reencuentro con mi pecho, el cual parece de nuevo habitado por un corazón y dos pulmones.

Lo avanzado en la noche, deriva en una huida progresiva de nuestros vecinos. De este modo, los últimos cinco minutos de la noche, los realizamos solos en la inmensidad de una piscina olímpica. No sabía de lo grandioso que se esconde tras este complicado ejercicio. Con todo el cuerpo cansado y repleto de la sangre que demuestra el trabajo bien realizado, me dejo llevar por el impulso de mis piernas, en silencio, arropado por miles de litros de agua cristalina, en perfecta armonía con mi temperatura corporal y de lo más sincera en su traslado de la luz ambiente. Por un momento, mi cuerpo se deprende de mi mente, o puede que al revés. Todo es felicidad, relax y paz. Un segundo que justifica de lejos, otros tantos de estrés y dudas.

Victoriosos y derrotados a partes iguales, abandonamos el edificio que difícilmente borraremos de nuestro recuerdo.

Pero, no se engañen aún queda el último detalle de la natación hacia nuestras personas.

En la puerta del recinto, descubrimos absortos una curiosa máquina de vending, para la compra de agua, gorros, candados y gafas de natación. ¿Qué les parece?

Pues imagínense que la razón por la cual me siento hoy aquí frente a ustedes, es que la lluvia ha decidido hacer acto de presencia alrededor de mi casa, justo en los veinte minutos en los que me he visto en pantalón corto con mi querida mochila y mi casco, incrédulo frente a la manta de agua que sirve de telón de fondo a la enternecedora escena que genera mi derrota.

¿Saben lo peor? Pese a todo, sigo teniendo ganas de nadar.

sábado, 6 de octubre de 2012

Concurso, luego pienso (8/14)


6. Instalaciones

Los días siguientes transcurren bajo una aparente normalidad en la cual perdura una constante preocupación por la temática del concurso que invade cada minuto de mi actividad no vinculada. Por suerte la recopilación de hechos asumidos me aporta cierta relajación y esperanza. Es cuestión de actuar sobre cada uno de los hitos detectados y plasmar en ellos los criterios que relucen en cada reunión.

Desde esta nueva perspectiva se enfoca nuestra siguiente jornada de trabajo. Como de costumbre, el estudio al completo de nuestro compañero se vuelca con nosotros, apoyándonos cada día y resolviendo las necesidades que surgen de cara a la nueva visita. Tal y como les pedimos la última vez, era conveniente que el equipo contase con unos planos a escala uno mil, para empezar la fase de representación y diseño propiamente dichas. Hasta ahora contábamos con el ordenador y un gigantesco montaje de la vista cenital del ámbito de actuación. Hoy debemos dar un paso más.

Nos dividimos en dos equipos para poder actuar simultáneamente sobre dos áreas concretas y así avanzar más rápido. Otro de nuestros compañeros nos sorprende con la incorporación de dos nuevos colaboradores, esta vez dos recién titulados con ganas de participar en un concurso de estas características. Miembros de su estudio, nos comentan que ante el interés mostrado por ambos, él está dispuesto a incluirlos en el equipo. Por supuesto. Es la respuesta unánime que acompaña su planteamiento. Cualquier ayuda es buena a estas alturas. La dinámica, para evitar un excesivo caos, transcurrirá con él como intermediario, creando una especie de sucursal del equipo en su estudio, donde en los ratos de los que dispongan allí, analizarán bajo su supervisión la zona del estadio de fútbol.

En mi caso, me emparejo con mi mentor, mi enlace a este grupo. Un compañero con el que coincidí hace ya más de un año, en la empresa para la cual yo trabajaba. Mi jefe fue quien me lo presentó de cara a la realización de un concurso para la construcción de un edificio muy interesante en nuestra ciudad. Ellos dos, coetáneos y amigos, llevaban tiempo pensando en una colaboración de este tipo en la cual luchar por un encargo de gran magnitud que pudiera suponer un paso al frente para ambos. Perfiles muy diferentes pero compatibles. En medio, como siempre, un servidor. Empleado del primero y su mano derecha en la oficina, me convirtieron de manera instantánea en interlocutor del segundo de cara a la ejecución del diseño. En esta ocasión el rol de anfitrión recaía sobre nosotros y eso implicaba una especial atención a los detalles. Ya desde el principio, el funcionamiento del equipo fue bastante sencillo y eficaz. En su caso por una relación de amistad y respeto, en mi caso, más admiración que amistad y misma ración de respeto.

Sin duda, una de las mejores propuestas generadas en el estudio. Cuando uno trabaja a gusto, se nota. De hecho el resultado, pese a que no logramos el encargo, evidenció este hecho. A partir de ahí, varias ocasiones en las que coincidimos afianzaron una creciente amistad, lo cual derivó en una segunda experiencia concursera. Esta vez un edificio de corte investigador y gran complejidad que nos empeñamos en desarrollar. La dificultad implícita en este nuevo reto, requirió lo mejor del equipo. Mucho de estudiar y aprender, a base de consultar expertos en la materia. Las bases, sin embargo, apostaban por una aproximación diametralmente opuesta al objeto del concurso. Aportado el anteproyecto de la idea, nuestra labor se centraba en la distribución más adecuada al uso previsto, pequeñas modificaciones de emplazamiento y recorridos, y una fachada coherente, eficiente y no menos sugerente. Como cualquier edificio público, la función estética ocupa un lugar primordial. Debíamos generar un emblema que encerrase una máquina muy precisa y delicada, cual reloj suizo de diseño. No nos fue mal, aunque la carga creativa se veía fuertemente disminuida ante lo encorsetado del encargo.

Pocos meses después, la situación económica del país y mis inquietudes personales, me alejaron del estudio al que había dedicado los dos últimos años de mi vida, para intentar una nueva aventura en la cual continuar mi proceso de aprendizaje y evolución profesional. No cabe duda, que el factor melancólico generado por mis experiencias internacionales previas, contribuyeron a esta búsqueda de la felicidad, de nuevas oportunidades.

Las redes sociales, volvieron a unir nuestros caminos, a través de comentarios reveladores que incitaban el cambio, descubriendo en mi mentor un posible aliado, un compañero de viaje dispuesto a aportar su experiencia profesional, más que compatible con mi juventud y mi conocimiento de idiomas.

Este último aspecto, corroboró la primera impresión, nos centramos en la búsqueda de un centro de formación capaz de prepararnos, conjuntamente, para tal destino.

De ahí en adelante, el deporte y la profesión se encargarían de consolidar una relación de amistad y respeto que desembocó en la citada llamada de teléfono que motivó este relato.

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La zona que nos es asignada no es otra que la del puerto, una de las más importantes pero también de las más complejas. Aparecen demasiados aspectos a considerar. El tráfico juega un papel fundamental en este sector, dado que coinciden simultáneamente desplazamientos de tipo ciudadano con su equivalente industrial, asociado a la actividad portuaria propiamente dicha. A eso debemos añadir el papel que juega el tren de mercancías nocturno y su ansiado equivalente diurno que ha estado desde los inicios presente en nuestras divagaciones.

Por último, y no menos importante, considerar el flujo peatonal, generado por ambos paseos marítimos, truncado ante la irrupción de esta superficie productiva.

Una de las claves de esta ciudad es la céntrica localización que ocupa el puerto de mercancías. Este hecho ha generado una tendencia histórica de negación de la costa, ofreciendo siempre la trasera a estas instalaciones y su entorno. Pese a las recientes iniciativas de apertura urbana que ha sufrido este sector, no logra desprenderse de la vitola de límite para sus ciudadanos. No sólo impide un tránsito transversal de acceso a la playa desde el centro histórico de esta ciudad, sino que, además, se ha constituido como un obstáculo frente al flujo longitudinal generado por el paseo marítimo, a través de sus dos escisiones.

Por tanto, uno de los objetivos principales de nuestra propuesta será la de facilitar la interacción entre estos dos tramos. Para ello, necesitamos encontrar un lugar de paso capaz de absorber esta masa de peatones e invitarla a continuar con su camino, disfrutando de un entorno incomparable. Inconvenientes, muchos. Entre otros, asumir que una zona tradicionalmente industrial y alejada del bullicio e interés turístico, debe acoger multitud de visitantes sin decepcionarlos y sin interrumpir la dinámica funcional que justifica esta extensión comercial.

Todas estas características conforman un dilema proyectual complejo, que se verá acrecentado por la presencia de nuestro río. Una nueva barrera que entra en escena para quedarse. No sólo es imprescindible resolver su desembocadura en el mar, sino que constituye el objetivo primordial del concurso al que nos enfrentamos.

Resumiendo, contamos con una estrecha acera junto a un muro que recoge los caminantes que disfrutan del clima cálido y el mar, y los dirige inevitablemente hacia una intersección en la cual confluyen sus vecinos simétricos, una de las avenidas de mayor tráfico, el río y un acceso al puerto de mercancías. Esto se traduce en una amalgama de puentes y pasos elevados sin orden ni concierto. Un río casi imperceptible, una avenida de ocho carriles y dos aceras estrechas, dos puentes más de circulación interna de camiones en el muelle, y un puente metálico espectacular para el paso del ferrocarril. Con este panorama, imagínense la tarea encomendada por el equipo, conectar estas realidades sin perjudicar el cauce fluvial ni lastrar el funcionamiento de este complejo y activo entorno urbano.

Como no podía ser de otra forma, centramos nuestros esfuerzos en resolver la situación desde la perspectiva específica del río. No podemos dejarnos llevar por la euforia, ni por la atracción que suponen todos los conflictos citados anteriormente. Nuestro cometido es diseñar una desembocadura digna que diluya una propuesta global ambiciosa pero concienciada. Un final de ensueño para nuestro parque de parques. Un bonito colofón a tanta expectación suscitada.

Con esta premisa, nos armamos de papel y lápiz y empezamos a plasmar las conversaciones que hemos mantenido a este respecto durante todo este tiempo. Inmediatamente coincidimos en la terminación verde del cauce. Acto seguido, el conjunto de puentes que colmata el nudo viario atrae nuestras miradas. No podemos permitir que se genere una cubrición del río destinada exclusivamente al tráfico rodado, ya que de ser así, el peatón se vería forzosamente relegado a un incómodo segundo plano.

Comienza un debate acerca de la futura ubicación que debería protagonizar la conexión ferrovial para desmembrar esta aglomeración y descubrir un río derrotado por su vecino salado. Este movimiento de fichas, favorecería la siguiente actuación que intentamos encajar, la desviación de los raíles que guían al tren hacia el seno de la plataforma de carga. Es ahí cuando, sin vacilar, comenzamos a trazar viarios alternativos para camiones, trenes y metro. Llevados por la temible euforia, hilvanamos una compleja red de neuronas interconectadas a través del río en sus innumerables infraestructuras. Cada medio de transporte ocupa su lugar, un lugar que nos parece predestinado por la propia configuración de este ámbito. Surgen problemas técnicos que parecemos resolver sin esfuerzo, con ideas tan innovadoras como coherentes. Este éxtasis creativo no encuentra fin, y en escasas horas observamos orgullosos el colorido mural de líneas y superficies en que hemos convertido aquel plano original, sobrio y desnudo.

Para nosotros la tarde acaba aquí. Nos sabemos convencidos y animados. Momento perfecto para desconectar. Ya habrá tiempo mañana para criticar la propuesta y detectar los errores. Esta decisión nos devuelve a la realidad del estudio, silencioso y frío. La ausencia de trabajadores ante el merecido abandono de su puesto de trabajo, nos revela una realidad muy cambiada. La luz artificial, tenue en el global de la estancia, una calma que se adentra por cada uno de nuestros poros hasta descubrirnos retrepados sobre nuestras sillas, sonrientes y agotados.

En ese instante decidimos sin hablar, acercarnos a intercambiar opiniones e interesarnos por la evolución de cada uno de nuestros compañeros. El propietario del local se encuentra ensimismado, dibujando distraído una sugerente conexión deprimida bajo el puente que da cabida a la avenida principal de la ciudad. Parecen haberse repartido el trabajo, centrándose cada uno en la resolución de un área muy concreta. El cuarto integrante, analiza concentrado dos de las áreas principales del recorrido. Por un lado repasa la zona del estadio que supervisa cada mañana junto a nuestros nuevos compañeros, y por otro se empeña en resolver el esquema de tráfico en una zona muy peculiar y trascendente.

Nuestra desconexión actúa como revulsivo ante nuestros colegas, que reaccionan cual resortes ante nuestra iniciativa. Inmediatamente entablamos una trivial conversación, resultado de la intensa confrontación de opiniones acerca de nuestros respectivos avances. El tono relajado y cordial con que nos vamos despidiendo de una nueva jornada de trabajo, contrasta con la tensión y agotamiento que revelan nuestros rostros.

Son más de las once de la noche y este dato nos aleja repentinamente de cualquier estado de relax conocido. Todos recaemos en lo tarde que se nos ha hecho. La cerveza que prometía nuestro estado anterior, es sustituida por una escueta despedida que precede a la disolución del grupo en estampida.

Mañana será otro día, que solían decir algunos.



Continuará... (Parte 8/14)

lunes, 1 de octubre de 2012

Solar Decathlon Europe 2012

Quedaos bien con ese nombre. Para muchos desconocido, se trata de uno de los principales eventos arquitectónicos internacionales, en materia de sostenibilidad. Eso sí, como su propio nombre indica, el sol se erige en principal protagonista.

A grosso modo este evento consiste en una competición para universidades de todo el mundo, donde cada equipo de alumnos tutorizados cuenta con un plazo de dos años para diseñar y construir un prototipo de vivienda sostenible a través del uso de la energía solar. Como tal, consta de diez categorías en las cuales el proyecto es evaluado y puntuado por un jurado experto en la materia en cuestión. Podemos encontrar categorías tan diversas como arquitectura, ingeniería, innovación, industrialización, funcionalidad, bienestar, balance de energía eléctrica, sostenibilidad, eficiencia energética o comunicación. Aparte, encontramos una serie de premios extra, fuera de la competición, pero que forman parte del proceso del concurso, donde se valoran aspectos no menos importantes, como la integración de sistemas solares, iluminación, diseño interior o accesibilidad, entre otros.

Dicho esto, me gustaría empezar este artículo con mi más sincera enhorabuena y muestra de admiración a los diferentes equipos participantes, por lograr algo tan complejo y ambicioso como es el diseño y construcción de una vivienda, donde los parámetros dimensionales rondan entre los 45 m2 mínimos climatizados, hasta los 150 m2 máximos del conjunto. No podemos obviar algo tan impresionante como que son ellos, los alumnos, quienes realizan por completo el montaje de esta estructura, sus instalaciones y acabados. Todo. Y, además, disponen exclusivamente de dos semanas para hacerlo, en este caso, en la Casa de Campo de Madrid.

Por otro lado, es igualmente plausible la iniciativa que no sólo les permite disfrutar de esta experiencia y compartirla con estudiantes de todo el mundo, sino que les invita a investigar y aprender acerca de una de las mayores tareas pendientes en nuestra sociedad, la sostenibilidad.

En esta línea, creo que el Solar debería ser entendido como algo más que una competición universitaria de arquitectura e ingeniería. Es mucho más que eso. Es una oportunidad sin igual para mostrar al ciudadano las posibilidades que existen en el diseño de su vivienda. Nuevos modos de entender la arquitectura. Un acercamiento entre usuario y profesional, del cual adolece este sector, y que sin duda necesitamos.

Es por ello, que no puedo terminar este escrito sin criticar los pros y contras de tan excelente idea:

  • En materia de arquitectura, sin duda creo que la nota sería elevada, aunque deberíamos matizar algunos aspectos fundamentales. Como prototipos que son, no pueden renunciar a aspectos de investigación básicos en un sector tan interesante como el residencial. Son pocos los proyectos que me han sorprendido en el trabajo de conceptos arquitectónicos básicos desde un punto de vista solar. En esta línea, dentro de los proyectos que pude visitar, me gustaría destacar (e)co y la propuesta andaluza, quizás porque sus conceptos me resultaron más cercanos y fáciles de detectar.
  • En cuanto a ingeniería, como completo ignorante en la materia, decir que no podemos obviar que se trata de un caso muy similar. Es fundamental que se valore la integración entre ambas profesiones, la capacidad para disimular grandes esfuerzos sin que el usuario se vea perjudicado ni condicionado por ellos.
  • En innovación, no sé hasta qué punto debemos conformarnos con el empleo de tecnología innovadora. Sería lamentable perder una oportunidad como esta para investigar nuevas estrategias pasivas en el uso del sol. Plantear viviendas que funcionen mejor sin necesidad de ningún añadido tecnológico. Es la propia vivienda quien debe ser concebida desde un punto de vista innovador, más allá de sus espectaculares añadidos.
  • En industrialización, he de reconocer que es donde más dedicación he detectado, en algunos casos, incluso excesiva. Vivimos en un mundo donde todo parece estar condicionado a su viabilidad comercial. Lo cual está muy bien. Pero no debemos olvidar que se trata de una iniciativa solar, no modular ni industrial. En ocasiones la mayor de las bazas de los proyectos era su facilidad constructiva, su flexibilidad a la hora de ser ampliadas, o su comodidad en el transporte. Sí, son aspectos importantes, pero jamás deben ser definitivos en un proyecto de investigación universitario. Si no les permitimos soñar sin limitaciones comerciales, ahora que son estudiantes, ¿cuándo vamos a hacerlo? Ya existen iniciativas privadas muy interesadas en encontrar estos modelos de vivienda en serie, fáciles de instalar y transportar a cualquier lugar. Dejemos que los jóvenes nos sorprendan por otro lado.
  • Funcionalidad: en un sector como el residencial, probablemente sea una de las piedras angulares del proyecto. La cruz, no acabar de investigar en este sentido. Son prototipos, son estudiantes jóvenes, ¿por qué no aprovechar para encontrar la vivienda, y por tanto el nuevo modo de habitar, de esta nueva sociedad hiper-comunicada e informada que se está generando?
  • Buscar el bienestar ha sido siempre, es y deberá seguir siendo, un objetivo fundamental en toda aquella actuación que pretenda denominarse como arquitectónica. En esta línea, el concurso monitoriza todas las constantes vitales de la vivienda: temperatura, humedad, ruido... La única pega que le encuentro al sistema, es la de mezclar competición y exposición al público. Es incompatible mostrar una vivienda a decenas de visitantes, con mantener unas condiciones interiores de confort y bienestar en todo momento. Por ello, entiendo que deberían haber separado mejor estos dos aspectos, en vez de monitorizarles las viviendas, menos de una hora después de que la marabunta de turistas abandone la instalación. ¿Por qué? Porque esta exigencia, obliga a los equipos a decidir entre mostrar abiertamente la vivienda y ser competitivos. Dicho de otro modo, les instan a ver al turista como una “amenaza” de cara al concurso. Por tanto, la organización se olvida de una de las principales premisas de esta idea, acercar la arquitectura y la investigación al ciudadano.
  • Balance de energía eléctrica: es una gran oportunidad para testar los valores reales de producción y consumo de estos prototipos. Por tanto, me parece un requisito fundamental, si realmente se pretenden obtener modelos sostenibles y eficientes.
  • Sostenibilidad: el tema de moda. En mi opinión, siempre lo he dicho, la vivienda sostenible por excelencia, es la vivienda tradicional, la arquitectura vernácula. Ahora, el sector, se enfrenta a tecnologías súper complejas que pretenden devolvernos al lugar del que partimos en el momento que la globalización nos enseñó aquello que todos queremos tener pero que nunca nos había sido posible alcanzar. No podemos pretender que una vivienda se comporte igual en Alemania que en España, por ejemplo. Esta reflexión tan personal, nos lleva a una de las principales conclusiones de este artículo; se trata de un agravio comparativo tremendo, evaluar todos los prototipos en una ciudad como Madrid, teniendo en cuenta las procedencias tan diversas de los diferentes equipos. Entiendo que debemos elegir un lugar común, pero creo que debería hacerse mayor hincapié en este aspecto. Si una vivienda finlandesa, por ejemplo, funciona bien en Madrid, no es normal, o es muy bueno o muy malo.
  • Eficiencia energética: muy en la línea de la sostenibilidad, se trata del empleo coherente de los recursos, lo cual es difícil de apreciar tan lejos de casa. Además, se deben premiar estrategias pasivas, por encima de cualquier recurso privado, por muy interesante que pueda resultar comercialmente. Del mismo modo, la escasez de recursos, y por tanto de presupuesto, debería ser valorada, con el fin de equilibrar proyectos con un apoyo institucional y de capital que abruma, frente a otros más modestos.
  • Comunicación: algo fundamental hoy día. En este aspecto, me gustaría criticar la organización de un evento que como arquitecto y español, me ha costado descubrir. No sé en que punto de la cadena se rompe la comunicación, pero no me cabe duda de que se ha roto. Por otro lado, no puedo entender como una iniciativa con un espíritu tan docente y divulgativo, puede llegar a negar el acceso a los visitantes, en el horario especialmente destinado para ello. La respuesta “debería usted haber reservado por internet su visita”, no me vale. Lo siento. No puede ser que yo, profesional del sector, no sepa eso. Y lo que es peor, pretender que lo sepa alguien que no tenga vinculación alguna con el sector y se sienta puntualmente atraído por este evento. Es decir, no podemos negar la entrada a aquellos que en un esfuerzo intelectual, decidan acercarse a aprender sobre materias no relacionadas directamente con su profesión. Pese a que la entrada se entiende libre los fines de semana, no me vale. No puede ser que alguien que venga un lunes expresamente a ver estos prototipos se tenga que encontrar negociando con la bondad de los pobres estudiantes, para poder acceder a admirar su trabajo, arriesgando con ello al equipo a una penalización competitiva, como algunos de ellos me comentaron. La competición no puede, en ningún caso, convertirse en un obstáculo para la difusión de esta gran idea. A ver si los jurados valoran también estos aspectos.

Por lo demás, decir que me inquieta la no inclusión en competición de algunos de los premios fuera de concurso, tales como la accesibilidad o la integración de sistemas solares, en una competición llamada Solar. En fin, son sólo críticas constructivas que lanzo, como espectador y profesional, para aquellos que estén dispuestos a entenderlas como tal.

Sin más, agradecer el esfuerzo realizado a los alumnos, los cuales en muchos casos, han sido los auténticos motores de sus proyectos, ante la indiferencia de sus universidades y empresas promotoras.

Gracias a todos por participar y por ayudarme a aprender un poco más. Así como, a todos aquellos que no hayan logrado alcanzar el objetivo final, pese a su esfuerzo y dedicación. Gracias a los voluntarios y patrocinadores, quienes hacen posible este evento. Enhorabuena a Canopea, Andalucía, Italia y demás integrantes de la clasificación final.

Un saludo.

Para más información: http://www.sdeurope.org/