lunes, 20 de mayo de 2013

De tapitas con... Jordi Vinyals


Un lunes más me encuentro ante uno de los principales referentes arquitectónicos que han condicionado mi carrera. No se trata de un afamado arquitecto, al menos todavía, pero sin duda aspira a convertirse en ello. Apunten bien este nombre: Jordi Vinyals.

La incredulidad podría apoderarse de algunos y desconfiar de tal afirmación, sin embargo, un simple vistazo a su curriculum, acallaría todo intento o amago de duda.

Veintisiete años, cinco idiomas fluidos, más de tres años de experiencia en los mejores estudios europeos del momento (incluidos Miralles, Nouvel y Kuma) y una carrera académica llena de logros, sólo podría verse ensombrecida por su gran trayectoria personal. La cara oculta de toda luna académica, tan importante como obviada en la mayoría de curriculum contemporáneos.

Un amante de la lectura, así como cualquier representación del arte, que no alardea de una cultura admirable y una madurez sorprendente. Humilde erudito, sorprende su aspecto más melómano.

Nuestra amistad surge como toda buena amistad debe surgir, sin querer. Casi de casualidad, nuestras trayectorias se encuentran en un lugar remoto, Berlín, atraídos por un interés común, la arquitectura de esta bella capital europea. Todo ello acompañado del consiguiente interés por el idioma alemán. Para ser completamente sincero, tampoco negaré que su ajetreada vida nocturna y su interminable oferta cultural influyeran en la elección de este destino Erasmus, al menos por mi parte.

Conviviendo en la misma residencia, a pocos meses de su demolición, amigos comunes nos recuerdan que compartimos la misma Escuela de Arquitectura (TUBerlin), lo cual deriva en lo que considero el inicio de todo esto:

Vagamente conocido, mi improvisado compañero de Proyectos, se dirige a mí a escasos segundos de comenzar la exposición con la cual introducirnos a nuestra profesora y futuros compañeros:
    - ¿Prefieres que nos presentemos en Inglés o en Alemán?
    - Ante tremenda tesitura, logro acallar la inmensa carcajada interna que invade mi interior. Sereno, respondo con un conciso: - Lo que prefieras. Empieza, que yo te sigo.

Lo que entendí como un acto de excelente superioridad, resultó ser una muestra más de su grandeza y de mi atrevida valentía. No me mentía un ápice al permitirse elegir entre ambas alternativas, de la misma forma en que mi sinceridad quedó presente al transmitir mi lamentable soltura en ambos idiomas por igual, así como mi garantizada capacidad para secundarle.

Así fue. Afortunadamente decidió iniciar con el inglés, la que sería la primera de muchas de las intervenciones más divertidas que, estoy seguro, ha vivido tan interesante universidad. Capaces de suplir nuestras carencias idiomáticas, especialmente en mi caso, con el desparpajo y simpatía propios de estas latitudes, logramos en pocos días evitar la indiferencia de nuestros asombrados espectadores.

Lo más importante, sin duda, ver que tras toda esa alocada fachada de sonrisas y diversión, se escondía una maravillosa pasión por nuestro trabajo.

A día de hoy, en plena visita por tierras andaluzas, este divertido catalán afincado en París demuestra una vez más su envidiable capacidad para disfrutar de la vida y hacer más fácil la de aquellos que le rodean.

Sin más, les dejo con el desarrollo de nuestra conversación.

Bueno, empecemos fuerte: ¿Que es para ti la arquitectura?
¡Demasiado fuerte! Creo que soy muy joven para dar definiciones, así que prefiero citar algo que leí ayer en un libro de Pallasmaa: “el proyecto moderno ha albergado el intelecto y el ojo, pero ha dejado sin hogar al cuerpo y al resto de los sentidos, así como a nuestros recuerdos, nuestros sueños y nuestra imaginación”. La apunté en mi cuaderno, creo que es una definición muy vigente si pensamos en las crecientes experiencias de distanciamiento y soledad en el mundo tecnológico actual.

Sí que empezamos fuerte, sí. Dicho esto, ¿cuándo decidiste ser arquitecto?
Pues tengo hermano y padre arquitectos, con eso ya te lo he dicho todo! Lo viví en casa desde pequeño, viajábamos mucho y con mi padre perseguíamos las piedras. Cuando empecé la universidad tuve la sensación de que era lo que siempre había querido estudiar.

Y ahora en serio, ¿con qué frecuencia te arrepientes?
Jajajaja. Si hubiera sabido la que venía mejor hubiera estudiado para inspector de hacienda que allí sobra trabajo, jaja. No, en serio, creo que arrepentimiento no es la palabra. Considero que los estudios de arquitectura son muy completos y de ellos aprendí a disfrutar de muchas cosas de dentro y fuera de la arquitectura. Hay pocas carreras que te den eso. Sin embargo, es cierto que después de unos estudios muy exigentes, el futuro profesional es menos esperanzador que nunca. Tengo amigos cercanos, ingenieros o abogados, que al menos pueden, con más o menos suerte, dedicarse a lo que han estudiado. En nuestro país, la mayoría de arquitectos de nuestra generación no pueden dedicarse a ser arquitectos y si lo hacen, aceptan unas condiciones laborales frecuentemente inaceptables.

Estoy de acuerdo, la verdad. ¿Cual consideras que es el proyecto más relevante que has hecho hasta ahora y cómo describirías la experiencia?
Sabes, al final cada proyecto en el que trabajas es relevante. De alguna manera entre el diseño de un mueble y un plan urbanístico, el ejercicio mental es el mismo, lo único que cambia es la escala. En Barcelona tuve la ocasión de llevar el diseño de una silla en mimbre, parece sencillo, pero el ejercicio de dominar un material es interesantísimo. Más tarde ya en Francia, pasé a trabajar en proyectos de gran escala y de urbanismo aprendiendo a coordinarme con toda la maquinaria de los grandes despachos. Enganché el Museo Louvre de Abu Dhabi en pleno desarrollo, me acuerdo la arquitecta americana que parametrizó la cúpula para reducir la temperatura exterior de 50 a 35 grados, y como los ingenieros británicos estudiaban como aguantar la cúpula de 180m de diámetro con 4 apoyos, puras virguerías! Después, mi paso a Kengo Kuma fue una vuelta al despacho familiar, aquí en París somos unos veinte, y uno puede participar plenamente y asumir más responsabilidades. Se respira el ambiente de equipo joven, con muchos proyectos por delante y con ganas de hacer bien las cosas. Justo ahora venimos de entregar un concurso para una filarmónica. Creo que la arquitectura japonesa tiene muy buena recepción en Francia y, ¡esperemos que dure!



¡Espectacular! Y a día de hoy, ¿qué le dirías a un estudiante de primero?
Que si quiere una vida fácil se vaya a la facultad de enfrente, jaja. No, es una buena pregunta. Recuerdo la primera frase que soltó Elías Torres en mi taller de Proyecto Final de Carrera: “A vuestra edad, yo tenía mucha menos idea de arquitectura que vosotros. No tengáis miedo a preguntar, no tengáis miedo a aprender”. Fue un año magnífico… Eso después de que pasara los primeros cursos de la universidad callando muchas peguntas a profesores que escondían su inseguridad intelectual con el descrédito directo al alumnado. A un alumno de primero le diría que pregunte cada frase, ¡cada palabra que no entienda! Solo un alumnado crítico puede cambiar las cosas.


Ojalá pudieras hacerlo, porque es uno de los mejores consejos que podrían recibir. Si tuvieses que escoger un proyecto ajeno, ¿cuál sería y por qué? Y puestos a elegir un arquitecto, ¿quién?
No tengo proyecto preferido, del mismo modo que no tengo arquitecto, color, libro o canción preferida. ¡¿Por qué quedarse con uno?! De cada buen arquitecto se sacan lecciones. Viviendo en París he tenido ocasión de descubrir edificios increíbles, pero tal vez, el último edificio que me impactó fue la casa-museo del arquitecto John Soane en una breve visita a Londres. No te sabría dibujar ni un alzado, ni una planta, ni una sección representativa del proyecto pero es uno de esos proyectos que no entran por el ojo, sino por el ambiente tan especial en que te sumerge. Pero volviendo a la pregunta, personalmente estoy satisfecho de que los últimos Pritzker hayan caído en manos de arquitectos suizos, portugueses y japoneses, creo que evidencia una autocrítica a la arquitectura icónica que ha predominado en los últimos años.

Interesante reflexión. De no haberte decidido por esta profesión, ¿cuál hubieses elegido?
Creo que periodista. ¿¿Aún estoy a tiempo, no?? ¡No lo he descartado! Jaja. Me gusta escribir y creo que los periodistas tienen la oportunidad de leer sobre infinitos temas con un contacto social mucho más cercano del que tenemos los arquitectos.

Siempre hay tiempo, aunque no creo que te haga falta. Jaja. Seamos sinceros, ¿cuál es tu mayor miedo?
Tengo la gran suerte de estar muy activo profesionalmente en estos momentos. Combinar el ritmo de concursos internacionales con calidad de vida personal es un tema que siempre me ha preocupado. La profesión de arquitecto es muy exigente y motivadora, saber encontrar el equilibrio con las demás parcelas de la vida lleva su tiempo.

Desde luego que sí. Bien, ahora que ya te conocemos, la pregunta estrella: ¿cuál es tu consejo para salir de la crisis?
Creo que no soy el más apropiado para dar una respuesta a la crisis española ya que la estoy viviendo desde el extranjero. Me preocupa pensar que un país que ha invertido y generado por primera vez una generación universitaria de las mejores de Europa, no tenga mecanismos para atraer o, al menos conservar, el talento generado. Las universidades españolas están muy bien consideradas en sectores como medicina, ingenierías o arquitectura. Yo mismo he vivido en distintos países y he experimentado este respeto internacional hacia la formación universitaria española. Parece absurdo que un país que hasta hace poco ha vivido años de gran crecimiento económico, no haya sido capaz de generar un tejido empresarial más diversificado, especializado e innovador. ¿Soluciones? Becas de retorno, campus de investigación, fomento a las empresas jóvenes, programas de intercambio… ¡hay que apostar por nuestra generación!

Di que sí, a ver si te oyen. Pero, ¿cómo entraste en esta crisis?¿Cómo puede afectar a esta profesión, y a ti como persona?
Cuando acabé la carrera en el 2010, el empleo de jóvenes arquitectos ya había tocado fondo. Trabajé de prácticas en Miralles&Tagliabue durante seis meses, pero mi objetivo ya estaba en partir al extranjero. Buscaba trabajar en cosas que me motivaran y en Barcelona, los despachos que admiraba ofrecían situaciones insostenibles. Puedo equivocarme, pero creo que en estos momentos es mejor arriesgarse a montar algo por uno mismo o irse al extranjero antes que aceptar determinadas condiciones o tareas de muy bajo aprendizaje. Admiro muchísimo a la gente que, como vosotros, estáis luchando la crisis desde Málaga y que en un contexto tan negativo habéis logrado haceros un hueco. Algunos compañeros arquitectos también lo están logrando en Barcelona, aunque cuesta. En mi caso, preferí irme al extranjero con una beca Leonardo. Francia es un país aún muy activo a nivel de concursos públicos y he tenido la oportunidad de trabajar en despachos donde he podido aprender mucho y evolucionar como arquitecto. Diría que la crisis también tiene sus efectos positivos, se esta gestando una generación mucho más flexible e internacionalizada que espero que luego pueda volver, aportar y cambiar las cosas en casa.


Me alegra saber que compartimos ese optimismo. Por último y más importante, ¿qué queda del joven que se adentró en esta carrera?
¡Las mismas ganas de siempre…que no hay que perderlas!

¡Olé! Puede que la gente piense que esto es un simple homenaje de amigo, pero me gustaría aclarar que es mucho más que eso. Se trata de una muestra inequívoca de admiración con la cual pretendo transmitirles una inyección tan necesaria como interesante de optimismo y humildad. Un placer que, una vez más, considero oportuno compartir para permitirles ser partícipes de un honor de este calibre. Confío en que les guste tanto como a mí. Por mi parte, eres siempre sinónimo de alegría, inteligencia y aprendizaje. Sin más, darte las gracias por tu tiempo y por dejarme disfrutar de tan agradable compañía. Te debo la visita. Sinceramente, un amigo. Un abrazo.

Y hasta aquí nuestro #LunesdeTapitas de hoy.

Un saludo.


De tapitas con...

Jordi Vinyals
Arquitecto




martes, 14 de mayo de 2013

Hasta mañana si Dios quiere


Hola a todos, esta vez me siento ante las teclas de mi ordenador con la inquietud de quien reconoce un gran momento en su vida, con el miedo de la responsabilidad que esto supone, y con el dolor de la pena que encierra.

Probablemente se trate del momento más difícil en mi corta carrera como pseudo-escritor. Sin duda, el más difícil como persona. Esta noche me enfrento a algo que llevaba años deseando hacer. Hoy, empieza mi homenaje a la persona más importante que jamás haya conocido, la persona que más me ha podido querer, o al menos, la que mejor me ha sabido transmitir su infinito amor.

Mi Abuela María.

Sé que a estas alturas, todos aquellos que la conocierais ya estaréis embargados por la emoción y la tristeza a partes iguales. Por ello me gustaría aclarar que no es mi intención darle un disgusto a nadie. Me conformo con ser capaz de sobrellevar el mío y con ello brindar un más que merecido homenaje a una mujer, MUJER, de las que no se olvidan. En otras palabras, la bondad en forma humana. No sólo abuela, sino madre, amiga, hermana, tía. Todos ellos, términos empleados en su máximo esplendor.

En ocasiones, creemos que una mujer que tiene un hijo, se convierte automáticamente en madre. Del mismo modo, si su hijo tiene una hija, alcanza el título de abuela. Pero no. A partir de ahora, estas palabras no van a ser la definición estricta y biológica que todos conocemos. En mi opinión, madre y abuela, son once escasas letras que esconden tras de sí una responsabilidad enorme. Muy pocas personas son merecedoras de este título más que nobiliario. Madre sólo es aquella capaz de transmitir su amor hacia un hijo sin titubeos, reproches ni excusas. Aquella dispuesta siempre a escuchar sin por ello dejar de educar. A consolar cuando la situación lo requiera, y a regañar cuando menos le apetezca. Una fuente infinita de ternura y madurez. Madre, al fin y al cabo.

Dicho esto, imagínense lo complejo de alcanzar el grado de abuela. Madres que superado el arduo proceso de la maternidad, saben asumir su nuevo rol, ese segundo plano tan injusto como necesario. Una madre en la sombra, a todas luces una amiga fiel.

Aprovecho el día de la madre para felicitar a la mejor madre que jamás haya conocido, mi abuela.

Veinticuatro años de auténtico placer. ¡Gracias!

Aún recuerdo como su cara sonrosada mostraba una tierna y humilde sonrisa al oír divertida la anécdota de mi nacimiento. Mi fealdad no pudo sino convertirme en el hazmerreír cariñoso de mis familiares más cercanos, en un intento por restar tensión al momento del parto. Escasos segundos después, ante el jolgorio generado a mi costa, mi abuela se armó de valor para superar su infranqueable respeto hacia los demás y su inigualable prudencia, para retirarme del centro de atención y defenderme cual leona entre sus brazos.

¡No le digáis eso a mi niño! ¡Con lo guapo que es!

Probablemente, mi familia estaba en lo cierto, ante mi escasa belleza infantil, pero no contaban con el desgarrador amor que mi abuela era capaz de generar. Apenas me conocía hacía unos segundos y ya me quería más que a su propia vida. Y no es una frase hecha. Os puedo garantizar que tuvo veinticuatro años para demostrármelo cada día.

Lo más increíble de todo esto, es que yo no era su único nieto. Siquiera el primero. Simplemente era de su equipo. Era un miembro más de su familia. Ese amplio pero acotado círculo en el cual algunos tuvimos la suerte de nacer. No sólo suerte por tenerla a nuestro lado, sino por poder decir abiertamente que conocemos lo que es el amor verdadero. Puro cariño escondido tras una de esas sonrisas que paralizan el mundo a sus pies.

Aún hoy me levanta el ánimo cuando más lo necesito.

No sabría expresar en palabras lo que mis lágrimas se empeñan en derrochar. Jamás pude devolverle un ápice de su incondicional y desproporcionado cariño. Curiosamente, mi racional comportamiento e impostura habitual, no fueron capaces de mantenerse firmes ante una avalancha de sensibilidad de este calibre.

Raro es el día que no recuerde alguna de sus múltiples virtudes. Raro es el día en que no la recuerdo sonriente y convencida al despedirse antes de dormir, con su característico:

Hasta mañana si Dios quiere. Que sueñes con los angelitos.

Cada noche nos despedíamos con una muestra de fe que jamás dudé en secundar, arropado por su inquebrantable creencia, no sólo en la religión, sino en la bondad de la gente en general. Lejos de abrigar debate cultural o religioso alguno, me quedo con su capacidad para querer a los demás, para creer en los demás, para confiar en todos ellos.

A veces pensamos que las personas mayores están algo perjudicadas por el paso de los años, y que nuestra juventud suple con euforia la falta de experiencia. Error. Mi abuela me enseñó que necesitaría más de cien años de vida, para llegar a entenderla en toda su magnitud. Me enseñó algunas de las lecciones más importantes que jamás aprenderé. Me enseñó a querer sin condiciones. Me enseñó a ser humilde. Me enseñó a ser bueno. Me enseñó a saber escuchar. Me enseñó, pese a todo, a afrontar con optimismo mis carencias más innatas. En pocas palabras, no paró de enseñarme.

De hecho, que esté aquí hoy a pecho descubierto, removiendo lo más profundo de mi ser, no es sino el resultado de su doctrina y enseñanzas. No podemos dejar de decir aquello que pensamos, ya sea la vergüenza o el orgullo quien nos coarte. No podemos dejar de agradecer lo que por fortuna nos es regalado.

¡GRACIAS! Donde quiera que estés, ¡GRACIAS! Gracias por estar siempre ahí sin que parecieras estar. Gracias por tus “rasquiñas”, tus abrazos, tus besos, tus miradas, tus palabras, tus silencios, tus sonrisas, tus lecciones, tus filetes empanados, tus... simplemente por ser como eras, por ser como fuiste, por ser como eres.

Jamás te olvidaré y lo único que siento, es no haberte dicho todo esto más a menudo. Siento que este descomunal pellizco me haya desprovisto de toda elocuencia. No ser capaz de mostrar al mundo todo lo que tú significabas. No saber decir lo que realmente pienso, lo mucho que te admiro, te quiero y te respeto.

A la mujer más importante de mi vida, porque sin ti, ninguno de mis seres más queridos serían quienes son hoy día. Sin ti, no sería ni la mitad de hombre, hijo y nieto de lo que soy ahora. Sin ti, jamás podría entender lo que supone que algún día me convierta en padre y puede que hasta abuelo.

Cada abrazo que doy, lo hago en tu honor. Cada vez que logro hacer feliz a alguien, sé que es parte de la deuda que mantengo contigo. Cada sonrisa que regalo, es el fiel reflejo de lo que supiste entregarme. Cada paso que avanzo, sé que estás a mi lado.

TE QUIERO Y SIEMPRE TE QUERRÉ.

Hasta mañana si Dios quiere. Que sueñes con tus iguales, abuela.