martes, 23 de julio de 2019

Cuestion-ando mi vida_Alcohol

No bebo.
-No, no bebo.
Pausa.
Expresión indescriptible de asombro.
-Alcohol, se entiende. Por motivos vitales básicos, líquidos sí que ingiero. Pero alcohol, no.
-¿Nada de nada?
-Casi.
Pausa.
Ahora sí, podemos seguir.
Jamas pensé que una frase tan sencilla pudiera dar lugar a tantas preguntas y en tan numerosas ocasiones.
Si me dieran un euro por cada vez que me he visto enfrentado ante el reto de explicarle a alguien los motivos por los cuales no me gusta ingerir alcohol, me temo que a día de hoy sería rico. Al menos podría decir que mi condición de abstemio me ha servido para algo. Pero no. Desgraciadamente no ha sido así. Cuidado, la parte en que lo explicaba sí; y en varios idiomas. Pero la parte en que esa repentina e incontrolable curiosidad pudiera llegar de algún modo a monetizarse es la que ha fallado estrepitosamente.
Ya sé que resultaría absurdo o incluso ingenuo albergar semejante esperanza con seriedad, sin embargo basta con observar detenidamente la expresión de felicidad que se dibuja automáticamente en el rostro de mis incrédulos interlocutores, en cuanto alcanzan a vislumbrar su próximo reto:
-Pero conmigo una copa te tomas,¿no? Ya verás como al final consigo que te emborraches.
No soy persona de grandes afirmaciones ni tajantes respuestas, sin embargo al amparo de la experiencia me permito humildemente dudar de tan repetida afirmación, pues sinceramente no entiendo qué razones podrían convertir a este osado en el elegido, por encima de todos sus insistentes predecesores. No obstante, ¿quién soy yo para destruir sueños ajenos? Prefiero mantener viva esa llama, ante el firme convencimiento de que no habrá presencia alguna de alcohol.
Es por ello que, a juzgar por la gran cantidad de personas a las que he colmado de objetivos e ilusión a partes iguales, me plantee (no sin ciertas reticencias) como una lejana posibilidad tan inestimable aportación económica. Mejor volver a la realidad. Me temo que va a ser que no. Al menos, jamás ha dado lugar a ello. ¿Por qué debería ser diferente esta vez?
Sea como fuere, pasan los años y me mantengo impertérrito ante el inmovilismo que domina a mi alcohólica tentación, apesadumbrado por mi incapacidad para contentar a tantos y tantos embriagados compañeros.
Sirva esta confesión como disculpa y como aviso a futuros navegantes que, fruto del desconocimiento, pudieran verse irremediablemente atrapados bajo el influjo de un reto tan complejo como atractivo. Y una vez más, que conste que esto no lo digo yo, sino la enorme cantidad de ejemplos que a día de hoy atesoro.
Un brindis (con agua) para todos aquellos que os sintáis identificados o aludidos por el presente relato.
P.D. Basado en hechos reales, cualquier parecido con la realidad deberá de ser resultado del azaroso ejercicio creativo del novelista.