miércoles, 17 de septiembre de 2014

La silueta

Hoy he sido testigo de excepción de una de esas escenas que no dejan indiferente a nadie, o por lo menos a mi. En un viaje que calificaría como trivial, típico trayecto doméstico en el cual recorres casi por inercia los escasos kilómetros que te separan de tu hogar, me he encontrado absorto en mis pensamientos ante una de esas imágenes tan bonitas como tristes, que inundan nuestro día a día.

Una vez más, la creatividad se muestra como lo que es, una maquinaria algo oxidada que no siempre se activa cuando la accionamos, sino que en la mayoría de los casos decide sorprendernos en el momento más insospechado.

Como decía, el fotograma de la mencionada escena se componía como sigue. Una pronta noche de verano, una ciudad en su fase de adaptación al cambio, calles de recogida, paseantes rezagados en sus indefinidos deambulares. En ese instante concreto, decido emplear mi coche particular para incurrir en la vía pública y recorrer distraído las inmediaciones de mi casa. Al llegar al semáforo de la esquina, no puedo evitar fijarme en el motivo de estas líneas.

Un caminante se postra erguido, inmóvil, concentrado en su objetivo. Una silueta en mitad de la noche, retroiluminada por el escaparate de un concesionario. Una silueta inanimada incapaz de separar su mirada de ese bello objeto que parece erigirse en algo más que una simple coincidencia. Un individuo capaz de recrear el sentimiento de toda una sociedad.

Un ejemplo inmejorable de ese espíritu tan alentador como preocupante que caracteriza nuestro devenir. El paradigma de la ilusión por lograr un objetivo ansiado en la vida, que encierra tras de sí una triste y cruel realidad: el observador obsesionado por lograr lo que no tiene, no encuentra luz alguna que le permita ver todo aquello que le rodea y que sí que tiene a su alcance.

Desde la soledad de mi vehículo no he podido sino recapacitar acerca del simbolismo de esta estampa, una silueta anónima en mitad de la oscuridad fruto de la única luz que parece interesarle, gracias a su innegable capacidad para negar todo aquello que le rodea.