sábado, 29 de septiembre de 2012

Al mal tiempo... coherencia


Hola a todos, aquí os dejo mi propuesta para el pasado concurso de microrrelatos del Diario Sur.

Confío en que os guste.

Un saludo.

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Tras cinco años estudiando, uno de inmersión en el extranjero y tres trabajando... ¿ahora qué?

Muchos han decidido emular a nuestros antepasados. Otros, sobrevivir ante políticas de empresa cada vez más opresoras. Algunos se consuelan con una prestación por desempleo tan efímera como irreal. El resto, hemos decidido plantarnos, buscar una solución. Nada de huir ni quejarse sin más. Somos emprendedores.

Gente inquieta y valiente capaz de arriesgar por aprender a equivocarse, hasta que acertar carezca de emoción.

Este país necesita, más que nunca, soñadores, utópicos, amantes del trabajo. Suena raro, incluso irrisorio, pero mientras la sociedad no entienda este riesgo como cotidiano, seguiremos a expensas de que otro, ese jefe prepotente y “rácano”que no comparte sus beneficios, venga a salvarnos.

Por mi parte, lo tengo claro. Si algo no me gusta, intento mejorarlo. Si no puedo, aprendo a vivir con ello, lejos de la amargura del apático quejica.



viernes, 14 de septiembre de 2012

Concurso, luego pienso (7/14)


5. Saneamiento

Ante la fallida embestida con la que afronté el día anterior, esta vez decido asegurar, centrarme en recopilar los pasos que hasta ahora podríamos considerar en firme, enumerar las ideas que hemos establecido ya como nuestra verdad y que deben ser aceptadas por el grupo como campamento base; un punto de partida sobre el cual avanzar, desechando todo aquello que podemos considerar prescindible.

Es entonces cuando me descubro sorprendido y orgulloso a partes iguales, consciente de que este tiempo atrás no ha resultado para nada en balde. Cuando enumero los hitos de proyecto que hemos detectado y debatido en las pasadas reuniones, empiezo a constatar algo que ya sospechaba al inicio de esta aventura: estoy aprendiendo a marchas forzadas sobre mi ciudad y mi profesión. Un curso avanzado e intensivo. Ese descubrimiento hace que todo lo demás merezca la pena.

Los citados hitos se definen como sigue:

Hitos de proyecto.

1- Puerto.
Sin duda una de las claves de esta ciudad y por ende del proyecto. No sólo supone un extremo en nuestro ámbito de estudio, siendo por tanto origen y final al mismo tiempo de una actuación que cambiaría la esencia de toda una urbe, sino que su localización y su influencia histórica han condicionado durante muchos años la identidad ciudadana. Con origen en la fundación fenicia de la ciudad, se le atribuye esta componente mercantil ya desde el siglo X a.C. Por tanto, cualquier iniciativa que nos planteemos deberá contar con la zona portuaria como eje principal de la propuesta.

2- Soterramientos.
Una de las soluciones más interesantes de cara a la reordenación del tráfico es aprovechar una idea ya testada en estas mismas condiciones y que nos permitiría facilitar la entrada y salida de los usuarios, sin por ello perjudicar la estancia de aquellos que permanezcan en sus calles. Parece fundamental ofrecer un nuevo espacio público en la orilla del río para invitar a los ciudadanos a apropiarse de un área tan suyo como el resto, derribando así barreras históricas y no siempre tan psicológicas.

3- Punto de inflexión.
Hablar de soterramiento supone hablar de un punto de inserción y otro de salida. Es decir, analizar en qué punto se supone que deberíamos acometer el enlace viario con la superficie. Esta conexión deberá respetar en lo posible la estructura viaria existente para no interrumpir los flujos correctos ya existentes. Además, la longitud exacta de soterramiento deberá ser analizada con especial interés, dado que a mayor longitud mayor serán las necesidades de implementar el número de entradas y salidas intermedias, con los consiguientes nudos de circulación que se generan en cada punto.

4- Punto de ruptura.
Actualmente la ciudad presenta una peculiaridad muy característica a la par que inapreciable por la mayoría de visitantes. La entrada principal desde la autovía se realiza de forma intuitiva y directa a través de un bulevar de doble carril por sentido de circulación. Sin embargo, a partir del estadio de fútbol, este bulevar se bifurca e invade ambas orillas, mediante una transición no tan intuitiva y por tanto conflictiva. Para que nos entendamos, es como si viniésemos por una cremallera cerrada, hasta que alcanzamos un punto en el cual la cremallera aparece abierta sin previo aviso. Para mayor desconcierto, se da la circunstancia, además, de que el viario intuitivo y agradable por el que circulamos continúa traicionero hacia el mismísimo caos, adentrándose peligroso en el seno del centro histórico, calles laberínticas mediante.

5- Jardín botánico.
Si antes hablábamos del puerto como uno de los extremos de esta actuación, podríamos aplicar sin duda la misma definición para este referente urbano, este atractivo turístico agraviado por una localización alejada y unos accesos tan complejos como poco promocionados. Por tanto, parece evidente que una de las principales bazas de esta actuación debe ser la integración del aclamado vergel. Un oasis de vegetación entre tanto asfalto y hormigón que, desgraciadamente, no logra formar parte del quehacer diario de nuestros vecinos.

6- Presa.
La contundente imagen que supone un muro de casi cien metros de altura en las inmediaciones de una ciudad tan plana como la que nos atañe, podría llegar a convertirse en un símbolo del miedo aterrador hacia los crecientes desastres naturales que arrasan, cada vez con más frecuencia, la corteza terrestre. Pese a los estudios técnicos que afirman la sobrada seguridad encerrada tras la muralla, no son pocas las voces que recuerdan accidentes similares que podrían justificar su eliminación o, al menos, incitar su reducción para disminuir con ello el riesgo asumido con su creación. Más allá del dilema técnico, no cabe duda que su reducción podría ofrecer grandes recompensas a la ciudad; entre otras, la creación de un nuevo parque a modo de balcón-mirador hacia el horizonte urbano y el lago natural que se generaría.

7- Alternativa técnica.
Otra de las opciones que se han barajado a lo largo de estos años de análisis y discusiones, es la restitución de la antigua presa, cauce arriba, permitiendo con ello un control previo que facilitara el funcionamiento de la nueva presa reducida. Para ello, se plantea también la posibilidad de generar otras dos presas intermedias para lograr un descenso gradual del agua embalsada. Dejando nuevamente de lado los pormenores técnicos de esta afirmación, se trataría de una atractiva concatenación de pequeños embalses que, dado en el entorno en el que se situarían, supondrían un nuevo reclamo para los usuarios de esta ciudad.

8- Reforestación.
Cuando uno analiza la historia del problema que nos atañe, la principal conclusión en la que todos coinciden, es en la causa. Las ciudades antiguas fueron siempre inevitablemente asociadas a un aporte de agua natural, en forma de río o embalse. La nuestra no fue diferente, de ahí su conexión al mencionado trayecto fluvial. Hasta aquí todo parece seguir un guión tan común como estándar. Es cuando mencionamos la evolución territorial del entorno inmediato, cuando detectamos una pequeña mella en el discurso. A raíz del reparto de tierras entre los conquistadores, acontecido en los inicios del siglo XVI, se comenzó una modificación masiva de la estructura superficial de la cuenca del río. Los extensos cultivos escondían una deforestación igual de extensa y agresiva. Sin recapacitar acerca de sus posibles consecuencias, se fueron eliminando hectáreas de arboleda con la excusa de alimentar a los ciudadanos. El uso del término excusa no es gratuito ni azaroso, sino que refleja un interés individual de enriquecimiento, ánimo de lucro, por parte de los terratenientes, que fomentaron con su imprudencia la impermeabilidad de una cuenca cada vez más deteriorada y peligrosa. La falta de absorción de unas tierras devastadas, supone un creciente aumento del caudal del río, así como de la virulencia de este. Los torrentes se volvieron cada vez más frecuentes y los días de lluvia no podían ser amortiguados por una tierra absorbente ni una amalgama de copas de árboles.

Por el contrario, las precipitaciones continuadas derivaron en un cauce descontrolado y sobrepasado. Las inundaciones no tardaron en llegar. Y con ello las tragedias. Por tanto, revertir esta situación debe llevar adherido la reforestación como emblema de campaña. No puede ser una solución inmediata ni cortoplacista, pero sí debe acompañar las reacciones que se generen para aportar cierta duración a estas iniciativas. Pensar en corto plazo sin prever el medio y largo plazo, es hipotecar el futuro de nuestras ideas. Condenarlas al fracaso antes de darles, siquiera, la oportunidad de triunfar.

9- Parque.
Una vez recorrido todo el ámbito de actuación, resolviendo los problemas tangenciales que en él acontecen, es momento de acometer el principal dilema del concurso. Intervenir sobre el cauce bajo la presa para contribuir a su integración urbana. Todos coincidimos en que la oferta de espacios públicos y vegetación es la mejor de las opciones para una ciudad acusada de adolecer de mayor cantidad de áreas con estas características, especialmente en la zona centro. Sin embargo, esto no es sino el principio de una ardua tarea. Definir este espacio como parque, sólo nos invita a pensar en una determinada dirección, sin por ello establecer las claves del ansiado diseño. Las dudas se mantienen en aspectos tan importantes como la cota, la presencia o ausencia de agua, el límite variable o invariable de cada sector, etc.

Al analizar el devenir del río por la ciudad, se detectan diferentes contextos, perfectamente reconocibles, que invitan a una solución cambiante pero unitaria. Una manera de absorber tales diferencias e inducir a una integración global, tan necesaria como compleja. De hecho, este se ha convertido en uno de los principales motivos para el fracaso reiterado de nuestras propuestas. Las ideas podían responder positivamente al área concreta en el que había surgido pero empezaban a mostrar sus deficiencias conforme las trasladábamos a lo largo de los seis kilómetros que debemos ordenar. No nos engañemos, sabíamos de lo complicado de este concurso antes de aceptar el reto. Desgraciadamente eso no nos exime de sufrir sus consecuencias. Necesitamos una idea tan ecléctica como su motivo, pero sin olvidar que una de las premisas de partida era lograr la unificación de este accidente geográfico heredado por la trama urbana.

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Como cabría esperar, con los argumentos redactados se escapa parte de mi vitalidad. El cansancio extremo que oprime mis sienes me recuerda lo extenso del día que comienza a expirar. Una señal que no puedo obviar. Necesito continuar la meditación desde una horizontalidad que me permita compartir mis pensamientos con la calidez de mis sábanas y el placentero soporte que me proporciona la almohada.
En este tipo de carreras de fondo, tan importante es el ritmo de trabajo como la frecuencia y duración de los descansos. Suena a frase hecha, pero es una de las múltiples verdades que uno aprende en nuestra bella carrera. Las noches sin dormir son sólo soluciones extremas a problemas ya inalcanzables. Lo correcto, sin duda, aprovechar las horas de concentración y resetear el sistema para retomar nuestra tarea con más fuerza e ilusión.


Continuará... (Parte 7/14)

viernes, 7 de septiembre de 2012

Concurso, luego pienso (6/14)


4. Albañilería


Entre pensamientos, dudas y ojeras transcurre una semana crucial. Han llegado el día “D” y la hora “H”. Estamos todos ahí, menos uno. La verdad es que la puntualidad nunca fue una de nuestras grandes virtudes, de ahí que el retraso se asuma con total normalidad. Pese a ello, somos perfectamente conscientes de que se trata de un día especial, no podemos continuar con el plan marcado, salvo que estemos los cuatro. Por esta razón, decidimos llamar al cuarto integrante, el cual tras un sin fin de disculpas, nos confirma que no podrá asistir hoy. Un malentendido telefónico y una inoportuna reunión se han convertido en las causantes de este nuevo contratiempo. Sólo el buen rollo reinante nos permite aceptar la noticia con una sincera sonrisa y un par de bromas hirientes hacia el inesperado ausente.

Ante las nuevas circunstancias, el equipo decide avanzar en el análisis de la ciudad y plantear las alternativas propuestas por cada uno de los tres asistentes hoy, de cara a un primer intento por encontrar un acuerdo global.

En esta línea, vamos exponiendo nuestras ideas, con la firme esperanza de coincidir en nuestros argumentos y facilitar con ello el desarrollo de la reunión.

Tres horas más tarde, la principal sorpresa reside en que estamos completamente de acuerdo: no tenemos ni idea de qué hacer aún. Todo se nos va en buenas intenciones. Pero nos faltan muchos datos para poder descartar alternativas.

Aunque esta tarde me deja una frase que intentaré recordar siempre, una afirmación tan simple como real, una gran verdad que ayuda a entender mejor las cosas. Una revelación que nos brinda uno de nuestros compañeros y que se une al conjunto de lecciones que consigo extraer de esta inspiradora experiencia.

Esta vez me enseña que no debemos anular la ilusión de los demás, por muy en desacuerdo que estemos, sino empatizar con ellos para juntos encontrar la mejor solución, ayudarles a pulir su planteamiento en función de nuestra crítica:

Es muy fácil destruir pero muy complicado ayudar a construir.

Así que, tras horas de deliberación y buenos ratos, aderezados como de costumbre con divagaciones varias, podríamos decir que estamos casi como empezamos. Sólo hay una diferencia fundamental, tenemos aún más claro que debemos seguir investigando acerca de la ciudad en su conjunto, sus relaciones históricas y actuales con el río, las peculiaridades técnicas implícitas en cada propuesta de futuro. Sin olvidar que un día completo de trabajo produce grandes esbozos que, siempre y cuando seamos capaces de aislar entre la morralla, nos proporcionan algo de luz entre la supuesta oscuridad en la que abandonamos el estudio.

Más de doce horas de trabajo empiezan a pesar en el interior de una cabeza a punto de estallar, eso sí, por voluntad propia. Es decir, hemos renunciado al derecho al pataleo de antemano. Sólo queda dormir y confiar en que mañana el amanecer venga acompañado de un poco de inspiración y un mucho de ilusión y ganas.

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Sin duda es así, el alba no defrauda a nadie. Las legañas aprovechan unas más que evidentes ojeras como trincheras en el campo de batalla en que se convierte el lavabo. No encuentro la manera de abrir por completo mis ojos. Entre el sueño, el cansancio y los escasos minutos que llevo en este nuevo día, todo parece dispuesto para evitarme el primer sobresalto de este sábado, o quizás domingo, desde luego confío que no lunes. No sabría decir siquiera si es de día o de noche. Mis necesidades fisiológicas han decidido interrumpir mi idilio con Morfeo.

Evidentemente se trata de una decisión unilateral en la cual no me siento más que un mero intermediario, un medio para lograr un fin tan necesario como inapropiado. De hecho, sigo pensando que hay una parte de mí que continua entre sábanas y almohadas. Los intentos en vano por ver algo más que luces borrosas que me taladran el cerebro e incentivan mi creciente desorientación, me invitan amablemente a hacer uso de una de las mayores lecciones aprendidas a lo largo de mi periodo académico: cuando veamos el mismo muro una y otra vez frente a nuestro camino, es momento de alejarse para encontrar las fuerzas requeridas para franquearlo.

Conclusión: Morfeo, ¿dónde lo habíamos dejado?

Ahora sí, mis párpados recuperan su ligereza habitual, mis ojos parecen filtrar adecuadamente la luz y el agua del grifo ha abandonado su repentina acidez.

- Esto marcha - me digo convencido.

Mi velocidad de movimientos recuerda al autentico rey de la selva, ¡qué espectáculo!. No, no me refiero al león africano. Por desgracia, me centro más bien en la selva sudamericana, y en vez del poderoso felino depredador, un parsimonioso perezoso. Así es, cada trayecto que realizo transforma mi diminuto apartamento en la mayor de las mansiones victorianas. A veces me encantaría poder huir de mi cuerpo para observarme incrédulo a lo largo de mi majestuosa hazaña: un pasillo de cinco metros en más de quince minutos. Probablemente tendría tiempo incluso de ir a comprar una cámara de video para constatar tan lamentable cualidad, antes de detectar mi peculiar disociación.

Por suerte, la disociación voluntaria no es una de mis escasas virtudes, así que me conformo con el reloj como única prueba de mi preocupante lentitud. Afortunadamente, son veintisiete años ya los que he compartido conmigo mismo, así que es difícil sorprenderme.

Mi esfuerzo ímprobo da resultado y alcanzo victorioso la habitación del ordenador. Me dispongo a leer el periódico, consultar la actualidad de mis redes sociales y vagar libremente por la red mientras mi cuerpo termina de espabilarse. Me plantearía desayunar algo antes de ducharme, pero si no me fallan las cuentas, ya llego tarde al almuerzo, así que mejor me planteo cómo nutrirme.

El deambular virtual se antoja menos aleatorio que de costumbre. El standby en que se mantienen mis neuronas a lo largo de la noche se evidencia en una búsqueda intencionada de lo que entiendo, puede contribuir a la constitución de una estrategia proyectual en el río. Varios artículos interesantes, un par de imágenes de ciudades concretas y un artista inspirado, acaban por transportarme hasta un bosque del noroeste norteamericano. Un conjunto de piedras alineadas y milimétricamente colocadas que evocan un río inexistente pero conceptual. Un acto repleto de arte y simbolismo que despierta mi lado más abstracto, ese capaz de teorizar sobre elementos tan cotidianos como inverosímiles.

Los siguientes minutos transcurren con mi cuerpo entre los fogones, aunque mi mente continúa colocando piedras manualmente canteadas a lo largo de una línea tan imaginaria como esta propia acción. En un primer momento puede resultar trivial, gratuito o excesivamente artificioso, pero en el fondo esconde una deslumbrante brillantez, la capacidad de invitarme a pensar, soñar, diseñar.

Empiezo a tejer mi tela de araña de nuevos horizontes. Creo un nuevo hilo conductor sobre el que fundamentar mi discurso conceptual. Ofrecer a los ciudadanos el río que tanto añoran sin necesidad de inundar su cauce. Sanar una herida sin necesidad de taparla, sin recurrir a la sutura como mecanismo de cierre. Ante estos casos, lo más peligroso es dejarse llevar por la inmediatez que trae consigo la reacción definida como el acercamiento de orillas. Cuando se abre una brecha de cualquier tipo entre dos elementos previamente unidos, lo primero es intentar recuperar su estabilidad y cohesión anteriores. Para ello, volver a juntar sus extremos o rellenar el nuevo vacío para recuperar el continuo original, son las dos alternativas que podríamos plantearnos.

Sin embargo, una nueva opción acaba de llamar a mi puerta. ¿Por qué no recurrir a una intervención dirigida, por el contrario, a la brecha social, emocional, sin necesidad de ocultar una deformación natural nada vergonzosa? Si objetivizamos esta cuestión, descubrimos que el problema reside en su componente más subjetiva, dado que un accidente geológico no es más que otra característica natural de las muchas que conforman nuestro territorio. Es lo que esta aparente imperfección genera en la conciencia colectiva lo que realmente podríamos calificar como un problema. Por tanto, quizás no sea tan surrealista o desacertado centrarse en la manera de entender la fisonomía de la ciudad por parte de sus usuarios. Atacar sus emociones y su forma de mirar.

No tengo claro si debo actuar de una forma o de otra, pero me alegra haber encontrado un objetivo claro, solucionar un trauma social que afecta a la percepción ciudadana del entorno. Para empezar, acabo de definir la meta, un fin. Sólo falta dilucidar cuales son los medios más apropiados y eficientes para llegar hasta él. La sonrisa reaparece triunfal, mezcla de la satisfacción asociada a este descubrimiento y a la imagen que supone verme devorando la causa del festival de olores surgido con el abandono de la cocina.

¿Qué mejor manera de alimentar mi intelecto que con un cóctel de inspiración y nutrientes?

Desconecto temporalmente, gracias a la inestimable ayuda de lo que algunos denominan la “caja tonta” mientras yo he de reconocerla, inevitablemente, como parte de mi vida. No creo en la estupidez de los elementos, sino en la de sus usuarios. En mi caso, esta pseudo-estupidez me aporta el necesario “descanso del guerrero”. Un apetecible parón en el cual alejarme, una vez más, de mis pensamientos para volver en breve con más fuerza.

Lo prometido es deuda, ha llegado la hora de reavivar las cenizas candentes para afrontar un nuevo asalto en el combate que libro por una ciudad mejor.

Una vez definido mi objetivo, sanar un trauma social bien arraigado en nuestra memoria, prosigo con el enfoque simbólico del proyecto. Aprovechando la investigación generada para la ejecución de mi Proyecto Final de Carrera, activo mi cerebro en clave abstracta. Si algo he aprendido en este tiempo, es que quizás la mejor manera de hacer frente a aspectos de tipo psicológico, es actuar del mismo modo en que se producen los problemas, solventarlos a través de una actuación física capaz de generar emociones.

Empiezo a pensar en el río como un elemento de separación urbana, un muro horizontal que deprimido se eleva por encima de todos los ciudadanos. En esta línea argumental, me empieza a resultar de gran interés recurrir a su antihéroe, erigir un autentico muro que desde su evidente verticalidad genere un efecto de horizontalidad en las mentes de sus usuarios. Un muro que simbolice esta vez la unión entre dos mundos ubicados tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Se suceden los bocetos sin sentido, sin orden ni concierto. Intento que el lápiz transmita unas sensaciones tan sugerentes como esotéricas.

Como no podía ser de otro modo, al cabo de un rato me descubro exhausto y absorto en ideas irrealizables. Pese a que el fondo de mi razonamiento pueda resultar inspirador, no es un camino coherente para alcanzar un proyecto tangible y físicamente realizable. Como poco, puede reforzar el discurso generador del diseño definitivo. Así que abandono este planteamiento, para albergar nuevas esperanzas de éxito.

Reviso actuaciones similares ya debatidas anteriormente en el seno del equipo. Esta vez, analizo aspectos más banales pero igual de importantes. ¿Cómo resuelven el tránsito entre río natural y río modificado en el ejemplo de Niza? Ellos han optado por el embovedamiento, y he de reconocerme a favor de esta iniciativa. La pega: actualmente supondría un coste tan alto como innecesario. Pese a que desde el principio fue una de las ideas que resonó con más fuerza en mi interior, me mantengo fiel a mi compromiso profesional de valorar todas las opciones por igual.

Llego a pensar, incluso, que esta solución debería llevar años ya ejecutada. Es más, no creo que pertenezca a un equipo de arquitectos la responsabilidad de acometer una actuación tan técnica como justificable. Es el tratamiento superficial de dicho embovedamiento lo que debería recaer sobre nuestro gremio. La capa ciudad nos afecta en tanto en cuanto suponga la interacción entre hombre e infraestructura. Lo que ocurra bajo nuestros pies, debe ser tenido en cuenta, sí, pero no me considero, como arquitecto, el más adecuado para interceder en su planificación. Preferiría intervenir exclusivamente en su fachada urbana, aquella capaz de cambiar nuestro día a día.

El cansancio hace mella, este tipo de pseudo-razonamiento con claras trazas de pesimismo y rechazo no muestran sino una necesidad clara de descanso. Puede que refleje, además, un atisbo de frustración, signos de cierta desesperación ante un problema, en ocasiones, demasiado grande para un simple arquitecto. Es entonces cuando se debe parar, recapacitar acerca del trabajo realizado y destacar los aspectos positivos que éste nos ha supuesto. Siempre los hay, más o menos numerosos, pero igual de esperanzadores. Lo suficiente como para dejarnos con buen sabor de boca y animarnos posteriormente a proseguir el camino, con miras a un éxito ansiado y posible.

Una vez más, la noche trae consigo un placentero vacío que genera la organización de ideas meditadas, la negación de los desánimos y la creación de espacio vacante dispuesto a ser cubierto por nuevos debates internos, nuevos planteamientos.



Continuará... (Parte 6/14)

lunes, 3 de septiembre de 2012

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-ur--te el prese-te rel-to i-te-t-ré tr-sl---rles mi i-evit-ble i-terés por ----, es- complej- emoción que surge tr-s l- i--b-rc-ble -use-ci- que -os i--uce, irremedi-bleme-te, - resolver el i-explic-ble --helo por descubrir, e-te--er qué se esco--e tr-s ese v-cío repleto -e -u--s.

U- discurso -eg--o que esco--e u- me-it--o --´lisis sobre el p-pel -e l- ---- e- -uestr-s vi--s. T-- prese-te como ig-or--a, -u-c- est´ -i se l- esper-.

Mie-tr-s m´s sep-mos -e to-o, me-os s-bremos -e ----. M-yor ser´ l- i-quietu- por descifr-r este co-ju-to i-fi-ito -e ----.

¿Qué es l- ---- e- cie- p-l-br-s, si-o cie- p-l-br-s -e ----?

-i-gu-o -i-gu-e- - l- ----, s-lvo que -o h-y- ---- que -i-gu-e-r por -i-gu-o.

´lv-ro Fer-´--ez
“Sólo sé que no sé ----”

domingo, 2 de septiembre de 2012

De vuelta al cole


- Mamá, mamá, ya sé lo que quiero ser de mayor.

- Dime hijo. ¿Qué te gustaría ser? ¿Médico, astronauta, futbolista, policía?

- Que va mamá, yo de mayor quiero ser egoísta, apático, caprichoso, egocéntrico y listo.

- Pero, ¿qué dices hijo? ¿Por qué?

- Porque estoy harto de ser el raro.

Le he estado dando muchas vueltas y me he dado cuenta de que lo más inteligente es potenciar mi estupidez.

En el cole he aprendido que ser inteligente es sinónimo de empollón. Mientras más sabes, más se ríen de ti. Lo importante no es aprender cosas nuevas, sino ser el mejor en fingir que lo haces. En definitiva, ser listo, no inteligente. No eres el más respetado por tus logros sino por tus fracasos. El único acierto que se valora es aquel que proviene de un engaño. Porque claro, si tardo lo mismo en ser honrado que en engañar, es mejor lo segundo ya que no sólo me alza al mejor puesto sino que automáticamente me sitúa por encima de mi responsable.

De hecho, una vez que aprendes a engañar, parece que todo es mucho más fácil. Es más rápido hacer las cosas mal que bien. Además, la inseguridad que implica ese riesgo le aporta algo de picante a la vida y la hace más interesante. Es así como se disfruta la vida, ¿no? Yo no quiero que digan que no he aprovechado la mía.

- Pero hijo, ¿de verdad serías capaz de vivir esa farsa?

- Claro que sí. Al fin y al cabo se trata simplemente de ser feliz. ¿No es por eso, por lo que me dijisteis que luchamos toda la vida?

- Sí, la verdad es que sí.

- Pues ya está. Sólo voy a buscar el camino más corto que conozco. Mientras antes lo logre, mejor.

No pienso dejarme llevar por mis inquietudes, mis ilusiones, mis esperanzas... No. Voy a ser simplemente uno más. Feliz. Normal.

Nunca más me sentiré diferente, nunca más me plantearé por qué. Por fin podré dejar de intentar entender a los demás, dejar de sufrir ante las desgracias ajenas, dejar de frustrarme por mis carencias. Ya nunca más dudaré de mí mismo por la lamentable mayoría que me rodea. Se acabaron los reproches, juicios morales y cargos de conciencia.

De ahora en adelante, me limitaré a pensar en mí. Hacer lo que me convenga en cada momento. Sentirme superior, aunque sea a base de hundir a los demás.

- No puedo creer que estés diciéndome esto, hijo. ¿Qué hemos hecho mal?

- Nada, mamá. Papá y tú, sólo habéis hecho vuestro trabajo. Y muy bien, por cierto. Pero eso no quita que quiera ser feliz. Tengo derecho, como los demás, a ser feliz, ¿no?

- Desde luego que tienes derecho. Pero, ¿qué hay de tus deberes?

- ¿Ves? Como yo te decía, es mejor no pensar.

- Bueno hijo, sigo sin entender qué tiene que ver la estupidez con la felicidad.

- Muy fácil, mamá. Una persona inteligente es temida por unos, envidiada por otros y odiada por el resto.

- Anda ya, hijo. Además, ¿qué más te da a ti lo que piensen los demás? Tú preocúpate por ti mismo.

- Pues eso es lo que quiero mamá, ser egoísta.

- No, hijo. No tiene nada que ver que te olvides de los que te critican, con que seas un egoísta. Es simplemente que no hagas caso a los que intenten cambiarte.

- Ya, mamá. Eso también, apático.

- No. Apático es otra cosa, es no tener ilusión por nada. Dejarte llevar por la vagancia y la falta de interés. ¡Será porque no hay cosas que hacer! Puedes hacer todo lo que quieras, cuando quieras y como quieras.

- Pues eso, mamá, caprichoso.

- ¡Que no, hijo! Se trata de que vales mucho como para malgastar tu talento. Eres muy bueno. El mejor. Es por ello que puedes permitirte dirigir tu vida, sin necesidad de pensar en los demás.

- Claro, mamá. Egocéntrico.

- ¡Anda hijo, que estás tonto! Desde luego no hay quien hable contigo. Será mejor que lo dejemos.

- ¿Ves, mamá? Al final, lo más inteligente es no pensar, no discutir. Por eso, he decidido, a partir de ahora, volverme todo lo estúpido que pueda. Listo.