jueves, 9 de febrero de 2017

¿Dos tontos muy tontos?

  • ¡Qué pasada de plaza Juan! ¡Qué cosa tan bonita! No pensaba que pudiese haber un sitio tan agradable en un pueblo como este. Desde luego, vaya “lujazo”.
  • Totalmente. Para que veas que no hace falta demasiado para conseguir que la gente esté a gusto.
  • Pues sí. En eso tienes toda la razón.
  • Sin embargo, fíjate. No se permite jugar a la pelota, ni patinar. ¿No te parece un poco absurdo evitar que la gente disfrute de un sitio como este?
  • Sí, pero eso ya sabemos que es lo normal. Ya no dejan que se juegue en ningún sitio.
  • ¡Qué triste! Luego nos quejamos de que los niños estén todo el día con las consolas esas. No entiendo cómo pueden hacer algo así. ¿A quién se le ocurre?
  • Yo que sé Juan, imagino que los que toman las decisiones tendrán sus razones.
  • Pues no sé yo, la verdad. Si las hay, yo no las veo.
  • Ya Juan, pero las cosas son como son. Es más fácil curarse en salud y evitar las posibles quejas de algún vecino. Hoy día nadie se quiere arriesgar a que pase algo y lo puedan señalar.
  • Vale, pero ese riesgo siempre está ahí. Lo que hay que hacer es que la gente aprenda a convivir y minimizar ese riesgo. Además, si pasa algo pues que cada uno asuma su responsabilidad, ¿no? No me parece tan difícil.
  • Vamos a ver, Juan. ¡Que pareces nuevo! Ya sabes que en este país preferimos prohibir antes que ponernos a enseñar.
  • Desde luego, qué razón tienes. Así nos va. Eso sí, luego nos quejaremos cuando tengamos un país de borregos.
  • No te pongas tremendista tampoco, que eso es así de toda la vida.
  • ¡Anda ya! no me digas eso. Tú y yo nos hemos criado jugando en la calle y no nos ha pasado nada. Y seguro que los que han puesto esos carteles ahí, también. Me jode que los mismos que ahora prohíben a los niños jugar en la plaza, sean quienes tuvieron la oportunidad de criarse en la calle.
  • Ya bueno, Juan. Pero las cosas cambian.
  • ¿En qué quedamos? ¿No decías que esto era algo de toda la vida?
  • ¡Ay! Yo que sé Juan. ¡Qué sabremos tú y yo! Nosotros no somos más que unos don nadie que seguro que no sabemos de la misa la mitad.
  • En eso tienes razón. ¿Qué sabremos tú y yo?