domingo, 4 de febrero de 2018

De qué hablo cuando hablo de leer

Efectivamente, estas letras tratan sobre el último libro que acabo de leer, una obra maestra de Haruki Murakami que seguramente muchos habréis leído y que casi todos reconoceréis.

Se trata de uno de esos libros que surgen como cariñosa y acertada recomendación de una persona cercana, a quien no puedes sino obedecer. A priori, el autor ya suponía para mí razón más que suficiente como para recorrer tan interesantes páginas. He de reconocer que tras leer tres de sus obras, necesité un tiempo de desconexión y lejanía para acercarme a otros autores que me animaran, a su debido tiempo, a volver a pasear por “tierras” niponas. De hecho, es curioso que fue precisamente mi viaje a tan atractivo país lo que me terminó de alentar frente a este nuevo reto literario.

Más allá de su autor, el tema de fondo que motiva este libro, no podía ser más acorde a mis gustos e intereses. Aunar deporte y escritura suponía para mí una especie de indescriptible coincidencia. Pues no cabe duda, que mis principales aficiones a día de hoy pasan por la práctica del deporte y el maltrato de mi teclado. No obstante he de reconocer que el “correr” como tal, nunca ha sido una de mis disciplinas favoritas, y definitivamente, jamás ha sido una de mis principales virtudes. No obstante, siempre he defendido que quien realmente ama y disfruta del deporte, lo hace más allá de la especialidad a la que decida dedicar su tiempo. Por ello, este libro suponía para mí una oportunidad para descifrar los entresijos de una persona tan aclamada, y de paso entender sus motivaciones, sus miedos y sus más profundas razones para dedicar su vida a la literatura, sin por ello abandonar jamás su compromiso con el duro entrenamiento que suponen las carreras de larga distancia. Resulta curioso, que alguien probablemente acostumbrado a encontrarse en la cúspide de la pirámide en su sector, se atreva a dedicar tanto tiempo a una actividad en la cual él mismo se reconoce como mediocre, por el simple hecho de mejorar y hacerse mejor persona.

Por todo ello, sin entrar en detalles sobre esta obra que no me gustaría desvelar, sino más bien ensalzarla para animar a todos a compartir sus confesiones; me he decidido a confesar mis propias reflexiones surgidas durante el proceso de lectura.

Sin duda, considero esta obra como un verdadero homenaje a mis más queridas aficiones. Pero, lo que más me ha animado a escribir estas líneas, es el hecho de que me he sentido aún más identificado de lo que esperaba con esta obra. Y además, por algo que a priori no podía imaginar.

La forma en que Murakami se refiere al hecho de “correr”, resulta tremendamente similar a mis sentimientos acerca del “leer”. Me ha sorprendido gratamente descubrir como el autor parecía describir mis sensaciones mejor de lo que lo hubiese podido hacer yo mismo. Ese firme convencimiento adquirido quizás a una edad avanzada, y como resultado más bien de un acercamiento racional, en lugar de visceral.

No puedo decir que leer para mí haya sido nunca una pasión. De hecho, me adentré antes en lo más recóndito del escribir, cuando aún no podría definirme siquiera como algo similar a lo que debería suponer un lector. Este hecho siempre ha resultado algo sorprendente, incluso para mí. Aún hoy día, leer sigue siendo para mí una actividad que, pese a gustarme y disfrutar de ella, sigo necesitando de una pequeña dosis de obligación para establecer unos objetivos mínimos que me permitan ampliar mis conocimientos, abrir mi mente, y por qué no, mejorar mis habilidades en esto del escribir.

Un ejercicio necesario desde el cual dedicarme el tiempo suficiente como para seguir aprendiendo no sólo del mundo en el que vivo, sino de mí mismo.

Del mismo modo, comparto con el autor esas inevitables rachas en las cuales la motivación fluye más suelta, mientras en otras ocasiones reconozco que me cuesta más encontrar la ilusión y por tanto el tiempo necesario para adentrarme en otros mundos. Es por ello, que en ciertos periodos del año soy capaz de leer varios ejemplares, para posteriormente pasar meses sin ampliar en modo alguno mis registros.

Como conclusión, no puedo sino terminar este artículo con el firme convencimiento que me aporta el compartir muchas de las razones que argumenta el autor, para seguir afrontando mis maratones literarias personales, sin por ello aspirar siquiera a convertirme en algo parecido a un lector. Seguiré siendo un humilde aficionado que con cierta frecuencia, abandonará el papel de pseudo mensajero, para dejar que otros que realmente pueden considerarse como tal, me iluminen con sus incuestionables muestras de talento.


Muchas gracias Murakami.

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