viernes, 10 de junio de 2022

La magia del Viajar

En lo que podemos denominar como el inicio de la era post-covid, no tanto por haber alcanzado el fin de esta pandemia sino por el reinicio de la normalidad, me alegra poder retomar una costumbre del todo olvidada: aprovechar el tiempo de vuelo para escribir. Sé que puede parecer una estupidez pero lo considero un avance considerable, teniendo en cuenta la Edad Media moderna de la que provenimos. Meses de limitaciones, precauciones, desconfianza y preocupación. Meses donde hemos hipotecado parte de nuestra libertad, de nuestra capacidad para socializar y de nuestra existencia más elemental. Podrá sonar exagerado, pero no puedo evitar pensar en esos adolescentes que han vistos sus 18 años condicionados por esta anomalía, aquellos abuelos que han vivido los primeros meses de sus nietos por zoom o quiénes han sufrido meses de forzada soledad. Por fortuna, todos esos recuerdos empiezan a sonar obsoletos, antiguos, olvidados. Tanto es así, que el hecho de colocar nuevamente una mascarilla sobre mi rostro ha supuesto una situación tan molesta como novedosa. Retales de una vida pasada a la que confiamos en no retornar jamás, pese a las múltiples cosas buenas que sin duda ha podido igualmente traer. Con todo esto, más alla de la reflexión ñoña e innecesaria que acabo de describir, quería dedicar unos minutos a celebrar la inmensa felicidad que supone viajar. Doblar con cariño y esmero la ropa justa con la que, junto a los inevitables "por si acaso", colmatar la mochila de viaje. Sí, mochila, pues las maletas parecen haber pasado a mejor vida. Otro de los grandes cambios surgidos con el COVID y que parecen haber llegado para quedarse. Mochilas en las que apretar tus pertenencias más queridas, por miedo a superar las estrictas medidas impuestas por la compañía de turno. En este caso, Aireuropa nos deleita con una generosidad inaudita en estos tiempos, permitiendo el uso de mochila y maleta de mano. Un lujo extremo que se agradece muchísimo, de no ser porque la vuelta la gestiona Vueling, quien ha optado por dejar la generosidad para un pasado no tan lejano. No obstante, la mochila parece gigante al comprobar la enorme cantidad de ilusión que es capaz de acoger. La ilusión de un viajero habitual que comienza a pensar con frecuencia en los próximos destinos. Un viajero que, pese a los inalienables miedos derivados del COVID, se atreve a planificar nuevamente los fines de semana como leves paréntesis en los que continuar descubriendo mundo sin otro objetivo que disfrutar de la maravillosa compañía que se aferra a mi mano y que inunda su teléfono de instantáneas de ese precioso atardecer que nos acompaña en nuestro camino. Por todo ello, me siento en esta incómoda estancia en la que tatuar un nuevo respaldo sobre mi rodilla, para dar las gracias por poder soportar una vez más estás minúsculas incomodidades que preceden a la magia del viajar.

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