jueves, 27 de diciembre de 2012

Concurso, luego pienso (12/14)


10. Pinturas

El resto de la semana deambula entre el proyecto empresarial iniciado junto a mi socio y la representación de un concurso en su máximo apogeo. La base teórica adquirida en torno al estrato de la movilidad, comienza a dar sus frutos prácticos. Los dibujos van tejiendo una fina red destinada a recoger todos los aspectos asociados a una ciudad contemporánea de estas características, que son muchos, con la sencillez necesaria para pasar desapercibida.

Vivimos en una sociedad acostumbrada a la interacción virtual entre ciudadanos de todo tipo, ya se encuentren a unos pocos metros de distancia o a miles de kilómetros. La globalización ha traído consigo una inmediatez absoluta al plano social. Esto, entre la gran variedad de ventajas que conlleva, presenta un inconveniente, en mi opinión, preocupante. Nos estamos acostumbrando a acceder a los fines sin recaer en los medios que se requieren para ello, creciendo por tanto una impaciencia generalizada en cuanto a los trayectos intermedios se refiere.

En ocasiones, tardamos menos en cambiar de comunidad autónoma que de municipio. Los transportes, al igual que Internet, han revolucionado el concepto de distancia. La rapidez se ha apoderado de nuestras ciudades. Y más allá del discurso que defienden los partidarios del movimiento slow, se ha producido un cambio radical en la relación existente entre la ciudad y sus habitantes. Atrás quedan los elocuentes esquemas visuales ofrecidos por los integrantes de Barrio Sésamo, acerca de los conceptos de cerca y lejos.

Cada vez son más importantes los hitos, reclamos puntuales, y más irrelevantes los trayectos de servicio. Valga como símil, la comparativa entre una ciudad comunicada por metro y una conectada mediante el tradicional autobús. No cabe duda que en el caso de la ciudad más tradicional, el concepto global que adquiere el visitante de su identidad, en conjunto, es mucho más realista que el collage de postales inconexas ofrecido por la primera.

La ciudad no es sino el reflejo de sus ocupantes, y evoluciona conforme lo hacen sus usuarios, teniendo en cuenta el retardo asociado a la inercia de un ente tan masivo. Es como si intentásemos modificar el sentido de giro en un vaso de agua o en una piscina. El vaso reaccionará inmediatamente a nuestros intereses, mientras la piscina nos requerirá un esfuerzo mayor, o la participación de más compañeros.

Con todo esto, se justifica la actuación planteada en nuestros últimos bocetos. Debemos iniciar el proceso inverso de giro en la mega piscina que conforma nuestra urbe. Si no iniciamos el cambio, nunca lograremos que nuestra ciudad evolucione, ni por supuesto, contaremos con el apoyo necesario entre nuestros vecinos.

Convencidos, por tanto, de la idoneidad de nuestro planteamiento, planificamos la próxima semana como si no se tratase del periodo vacacional comprendido entre Nochebuena y Nochevieja. Una semana complicada para aquellos que tras disfrutar del milagro de la paternidad, observen sorprendidos cómo sus pequeños permanecen en casa a lo largo de la mañana, con la consiguiente demanda de actividades y entretenimientos diversos. Pese a ello alcanzamos un acuerdo bastante coherente, por el cual mantener la actividad del equipo, aunque cediendo cierta flexibilidad a aquellos más afectados por esta circunstancia.

Nuestros mejores deseos se trasmiten a través de cada abrazo de despedida, en vísperas de una festividad que supondrá, sin duda, un antes y un después en la vida de los impacientes menores. No obstante, es percibido desde un punto de vista completamente diferente cuando se observa desde la distancia que generan los años. Quizás las prisas se mantienen, aunque por motivos muy diferentes, pese a tratarse del mismo resultado.

Tras varias demostraciones empíricas de la inmediatez que nos permitimos demandar a la ciudad cuando nos aprieta el reloj, consigo cumplir con los objetivos marcados antes de la citada cena.

Los días de vacaciones aprovechados en familia, nos alejan del concurso lo suficiente como para renovar nuestras fuerzas, sin por ello diluir los logros obtenidos. Cinco días dedicados al avance paulatino y parsimonioso de un proyecto que podría durar años. Sin embargo, la calma aportada por los días de descanso, nos invita irremediablemente a recapacitar acerca de los plazos marcados en los inicios. Contamos con poco más de un mes y, pese a los avances, nos encontramos de nuevo caminando sobre la cuerda floja. El más mínimo error y habremos desperdiciado estos casi tres meses de trabajo.

Establecemos como límite para el proceso de diseño las tres últimas semanas que preceden al día diez de febrero, tatuado imborrable en nuestras cabezas. Entendemos como imprescindible el uso de estos días para la maquetación de los formatos, la correcta disposición y representación de los planos generados. Puede parecer excesivo destinar tres semanas para tal fin, pero la experiencia nos ha enseñado a ser precavidos en este sentido. Un buen proyecto mal presentado, es peor recibido que un proyecto mediocre o incompleto explicado con buenos dibujos y sugerentes imágenes. De ahí que hagamos especial hincapié en la documentación que será finalmente entregada. No nos podemos permitir centrar los recursos en un proceso infinito, como es el diseño de toda actuación, sin prever un plazo de seguridad en el cual redactar y perfeccionar los detalles.

Ya dicen eso de que “hombre precavido vale por dos”, pues en este caso, ocho.

El cuarto día de trabajo nos recuerda una reunión que se estableció la pasada semana y que, personalmente, he de reconocer que había olvidado por completo. Recibimos la visita de un compañero, también arquitecto, muy experimentado en materia de urbanismo, y especialmente, en el diseño de muchos de los enclaves principales de nuestra capital. Aprovechamos su amabilidad para interrogarle en cuanto a las tendencias que han condicionado la estructura en la que vivimos hoy día. Nos desvela grandes aspectos, que pasan desapercibidos a los ojos de un inexperto observador como yo, o incluso se resisten a ser delatados ante las educadas miradas de mis compañeros. Pero fundamentalmente nos ayuda a ver nuestro “problema” desde una perspectiva más amplia. Como gran estudioso de la ciudad, nos matiza muchos de nuestros razonamientos y redirige algunos de nuestros trayectos argumentales.

Sin duda, una nueva oportunidad para aprender de aquellos que saben más. Los arquitectos aparecemos vinculados socialmente al concepto de prepotencia. En mi caso, he de decir en favor de mis compañeros, ya que mi humildad no puede ser valorada como positiva sino como realista, que no responden para nada al prototipo de estirados profesionales preocupados exclusivamente por el bienestar de sus ombligos. Como en la mayoría de los casos, estaremos siendo afectados por los desafortunados actos de algunos pocos que hacen mal uso de sus funciones, desgastando la imagen de todo un sector.

En lo que a mí respecta, este concurso está constituyendo la confirmación de un gremio mayoritariamente profesional y humilde, consciente de sus limitaciones, hasta el punto de recurrir a sus iguales para darles la oportunidad de deleitarnos con su sabiduría. Estas reuniones me muestran un equipo dispar pero respetuoso. Grandes profesionales que lejos de mirarme por encima del hombro, me brindan el mayor de sus respetos, aún cuando sería comprensible lo contrario, ante la evidente desigualdad que nos precede.

En vez de perdernos en una batalla orgullosa por imponer nuestras creencias por encima del resto, asumimos las virtudes de cada uno, aprendiendo a valorar cada comentario con los matices que cada personalidad le imprime. Mantenemos un orden improvisado en cada momento de intervención, para exprimir cada aportación ajena hasta el punto de sopesar los diferentes pros y contras con total franqueza. Esta actitud, indispensable para el funcionamiento de un equipo, sólo se puede llevar a cabo partiendo de una premisa básica: cada pieza de la máquina es importante e imprescindible. Cada uno de nosotros sabe del bien que le aporta el consenso y las críticas del grupo. Así las acepta, las emite y las contrarresta. Siempre con el optimismo necesario para no perder de vista el carácter constructivo de las opiniones.

Como ya dije en su momento, mi compañero lo resumió con gran elocuencia:

- Ya sabemos que es muy fácil destruir, y extremadamente difícil ayudar a construir, así que escuchemos lo que tiene que decir, e intentemos valorar los aspectos positivos que, a buen seguro, su comentario encierra - Expresó uno de mis compañeros, a lo largo de uno de los múltiples debates surgidos.

Entenderán que considere este concurso, como una oportunidad única de cara al desarrollo de mi personalidad y mis aptitudes técnicas. Si algo he defendido desde hace años es que todas las personas pueden llegar a enseñarte algo, si eres capaz de escuchar y estás dispuesto a aprender. No me equivoqué.

Mi agradecimiento no podría ser más sincero, con cada nueva contribución a este bien común que nos hemos planteado.

Compromisos varios me obligan a abandonar apesadumbrado la reunión urbanística que acabamos de improvisar, molesto con la coincidencia temporal de ambos eventos, pero confiado en la acertada representación que suponen mis compañeros-maestros.

Me apresuro todo lo posible para reincorporarme rápidamente al coloquio. Algo más de una hora después, hago mi reaparición. Parece no haber cambiado nada, salvo el tono cada vez más distendido de los participantes. Compartimos inquietudes y anécdotas con la misma complicidad y relajación con que amenizamos cada periódica reunión.

La conclusión de este encuentro, aunque parcialmente ausente, la defino como muy positiva. Con la marcha del invitado, coincidimos en esta lectura y sintetizamos las claves aportadas.

El Año Nuevo nos aporta un merecido descanso, alguna que otra discreta confesión y un creciente interés por mejorar. Nada que no sepamos ya, tras tantos años de rutina similar. Todo son buenos propósitos que rara vez se materializan. Por ello, inauguramos la agenda con un planning estricto y detallado, que confiamos se convierta en el ingrediente secreto de una fórmula predestinada al éxito. Cinco semanas contadas. Tres de ellas, ya descartadas anteriormente. Eso hace un total de dos semanas, teniendo en cuenta que ésta trae una tara en forma de puente.

¿Se percibe el agobio?

Una de las respuestas más evidentes podría ser la de no secundar este puente. Pero, si el día de Nochebuena fue señalado por su relevancia infantil, no hará falta mencionar el papel que juega en todo esto la visita de los Tres Reyes Magos, por más que la Globalización y su correspondiente influencia americana se empeñen en imponer tradiciones lejanas. Santa Claus gana enteros entre los más pequeños, pero nuestro querido día seis de enero, sigue dispuesto a luchar por sus derechos sobre las costumbres y tradiciones populares de nuestro país.

A eso, debemos añadir las abarrotadas cabalgatas de la víspera, ya sean detrás de los Reyes y sus pajes, de los escurridizos caramelos, o tras la búsqueda de cualquier otro obsequio. Las circunstancias, de un modo u otro, nos obligan a descartar estos días de trabajo, tachando dos nuevos cuadros de nuestro particular almanaque.

Confiemos en que los Reyes sean benevolentes a la hora de valorar nuestro comportamiento durante el pasado año.



Continuará... (Parte 12/14)

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