jueves, 1 de noviembre de 2012

Concurso, luego pienso (9/14)


7. Carpinterías

Efectivamente, ese mañana ya es hoy, y con ello llega un nuevo día repleto de dudas. Con los razonamientos de ayer aún rondando mi cabeza, me enfrento a los quehaceres de esta mañana para poder dedicar nuevamente la tarde a continuar con el proyecto.

La hora de la comida supone para mí un pequeño paréntesis antes de una nueva acometida. Acudo al lugar de encuentro puntual, sí. Puntual a mi retraso. Una vez más, la hora oficial impuesta por el equipo indica únicamente una referencia sobre la cual calcular la posible hora de inicio. En mi caso, pasan cerca de veinte minutos las cuatro y media, convocatoria inicial. Ya hay un compañero en el estudio. Otro termina de comer en el bar del primero. El cuarto no está ni al parecer se le espera. Acaban de hablar con él y ha decidido quedarse en su estudio con su equipo para avanzar un poco más su propuesta de cara a mañana.

Ante esta novedad, recojo al comensal y nos acercamos al estudio para reclutar al tercer integrante en activo. Este nos recibe ocupado con su trabajo, enseñándonos unos bocetos bien definidos de su propuesta y disculpándose por tener que ausentarse unos instantes para terminar de resolver un asunto de su estudio.

Mientras tanto, nosotros repetimos la rutina de estos dos últimos meses. Nos acercamos al despacho que se nos ha cedido para dejar el material. Cogemos todos los planos y nos dirigimos hacia la sala de reuniones en la que estamos acostumbrados a trabajar, aprovechando una gran mesa en la cual colocar el conjunto de planos que representan los seis kilómetros de actuación.

Durante el proceso por el cual mi mentor va sacando el séquito de rotuladores que acompaña a mi solitario lápiz, discutimos acerca de la propuesta que nos acaba de enseñar nuestro compañero. Satisfechos con su idea, pasamos a debatir aquellos aspectos de nuestra propuesta que no acabamos de entender, o que a lo largo del día nos han suscitado ciertas dudas. Coincidimos en muchas de ellas, aunque la mayoría parecen fáciles de solucionar. Ante esta conclusión, nos planteamos cuál podría ser nuestro próximo paso. Una de las opciones sería empezar a dibujar con el ordenador las trazas que muestra el trabajado plano sobre el cual nos apoyamos en estos momentos.

Descartamos la opción de delinear lo diseñado, dado que faltan ciertos flecos por atar. Así que consideramos más productivo generar un esquema de tráfico en el cual indicar las modificaciones que hemos previsto, para enviárselo a nuestros compañeros del segundo estudio y que comiencen a producir los esquemas conceptuales de la idea.

Como sabrán, en los concursos se suele limitar la cantidad de planos a entregar, en adelante formatos. De la misma forma, se suele establecer el tamaño de dichos formatos, según el estándar DIN, en el cual el folio corriente se corresponde con el estándar DIN-A4. Dos folios unidos por su lado mayor, forman un A3. Dos A3 un A2. Y así hasta el A0, formato normalizado de mayor dimensión. Aunque poco usado en nuestra profesión, también existe el A5 como resultado de dividir un A4 por la mitad.

En este caso, el máximo permitido es de 5 A0, pudiendo presentar cuántos formatos de dicho tamaño consideremos oportunos por debajo de dicho número.

En nuestro caso, las primeras pruebas de maquetación, nos demuestran que dada la gran dimensión del elemento a representar, necesitaremos como mínimo tres formatos para definir la propuesta a escala apropiada. Uno inicial será el encargado de mostrar las referencias empleadas, los esquemas que justifican el desarrollo entregado y los aspectos destacables sobre los cuales actuar. El quinto, según la cantidad de información que finalmente seamos capaces de generar, incluirá las veinticinco secciones del río requeridas por las bases y tantos renderizados, también denominados fotorrealismos o fotomontajes, como decidamos y podamos asumir.

Sin dudarlo un instante, me pongo delante del ordenador y empiezo un esquema que preveo terminar en menos de tres horas, para asegurarme de que hoy quede enviado a nuestra sucursal.

El tiempo transcurre entre clics del ratón, consultas sobre la representación del plano, comentarios acerca de la música seleccionada y puestas en común de las matizaciones que va generando mi compañero para la zona del puerto.

A lo largo de la tarde van surgiendo conflictos en el diseño de este sector, dado que la modificación de un único elemento afecta al resto de piezas que conforman esta compacta maquinaria. En mi caso, lo realmente complicado parece establecer el límite de la zona seleccionada para reestructurar el trafico. No es fácil actuar sobre un vial sin que eso genere un cierto caos en la manzana anexa. Finalmente tras varias ampliaciones, fijamos un área comprendida entre el río y las vías principales situadas a su alrededor. Lo cual supone un esfuerzo extra, no sólo de estudiar su situación actual, sino de entender sus implicaciones a nivel global.

De este modo, mi esquema refleja gran parte de las decisiones que continúa estableciendo mi mentor en su plano. Cada nuevo vegetal que sitúa sobre el plano base, permanece intacto escasos segundos, ofreciendo una colorida estampa en cuestión de minutos. Al inicio y final de cada vegetal, me incorporo al diseño para contribuir en lo posible y asimilar las modificaciones realizadas de cara a mi esquema.

Con esta dinámica, cerramos un día muy intenso pero no tan productivo. Nos emplazamos a mañana para finiquitar mi tarea y presentar la propuesta al grupo. Con esta misión clara transcurren las horas que nos separan del nuevo asalto. Con una sorprendente puntualidad, rara excepción en nuestra parsimoniosa trayectoria, retomamos el trabajo en el mismo lugar donde lo dejamos, como si las horas pasadas se hubiesen transformado en minutos. Continuamos aplicados y concentrados en nuestro objetivo. El resto del grupo se va incorporando a sus respectivas tareas, mientras nosotros cerramos el esquema de tráfico que compartimos inmediatamente con ellos, tanto aquí como en el segundo campo base, donde continúa nuestro cuarto integrante, dirigiendo a su equipo.

El presente día se nos presenta más corto que de costumbre, los diferentes compromisos a los que debemos hacer frente, nos obligan a abandonar el estudio con antelación. Sabido por todos, en similares circunstancias, nos apresuramos en cerrar el trabajo para que mañana nos sea aún más fácil de recuperar.

Una educada pero fría despedida nos marca el camino hacia nuestros próximos encuentros. Personalmente, ya llego tarde. Mis clases semanales de inglés, comenzaron a las siete de la tarde, siendo ya las siete y media. Resignado, renuncio a la primera hora para concentrarme en la segunda de ellas. Una vez más, me encuentro en mi moto, no sin cierto estrés, volando por esas mismas calles que acabo de analizar y plasmar en mis dibujos.

Lamentablemente no dispongo del tiempo suficiente como para recapacitar acerca de mis acciones. Sólo tengo ojos y neuronas para mi moto y las circunstancias externas que afectan a mi conducción. La búsqueda de atajos y el peligroso zig-zag entre el resto de vehículos, auguran lo inevitable. Tras varias maniobras de dudosa elegancia, me adentro en una de las pequeñas callejuelas que deberán proporcionarme cierto margen de maniobra para suplir otros posibles contratiempos que, sin duda, surgirán a lo largo de mi trayecto. Para colmo de males, la lluvia hace aparición tímida y sutil, lo cual representa un peligro aún mayor si cabe, ya que apenas me percato de ello. Las prisas crecen por momentos. No sólo me preocupa llegar tarde, sino que un exceso de agua, para lo cual no voy preparado, podría suponer la guinda de este peculiar pastel. No puedo llegar tarde y encima empapado en agua.

Todas estas deliberaciones internas se transmiten automáticamente en un grado más de giro en mi puño derecho. Todo se traduce en más estrés y equivalente velocidad. Cada vez, mis sentidos se encuentran más concentrados en la conducción, en cada peatón que hace el amago de cruzar la vía, no consciente de mi futura presencia por miedo a una lluvia cada vez más molesta y notoria.

Observo cada coche que asoma su morro marcando su territorio en el próximo cruce. Cada semáforo. Cada señal. Hasta que todo este contexto decide volcarse ante mí, desafiante pero escurridizo. En un instante, aparece un estrechísimo callejón que no había acertado a ver con la abundante lluvia que amenaza mi visión, mi reacción no es sino buscar la señal que me indique mi preferencia en dicho cruce. ¡Maldición! Se trata de un ceda al paso, escoltado por un deslizante paso de cebra pintado sobre la tradicional calzada de adoquines pulidos por el paso de los años. Combinación explosiva la que parece resultar de esta coctelera.

Las siguientes décimas de segundo, duran horas en mi cabeza. Raudo y veloz reduzco mi velocidad y presiono la maneta de los frenos. Consciente del riesgo que ello supone, pero obligado por las circunstancias, recibo la visita indeseada de mi rueda trasera, quien reacciona instantáneamente a mi acción de frenado, perdiendo toda adherencia e incorporándose en paralelo a la fiesta. Una caída podría ser bastante peligrosa en estas condiciones, así que suelto el freno, enderezo la moto y me lanzo al cruce completamente entregado a mi suerte.

No puedo hacer más que confiar en la ausencia de vehículos en la calle perpendicular. Sin por ello olvidar, que sigo inmerso en un proceso de malabarista para controlar una moto completamente encabritada, desbocada, ansiosa por emprender su propio camino.

La próxima décima de segundo se convierte en el instante de tiempo mínimo que se supone que debería ocupar. Sólo me centro en prepararme para lo peor. Afortunadamente, recupero la conciencia total, unos metros más adelante, perplejo ante la normalidad que reina de nuevo en mi viaje. No gozo del descanso necesario para saborear la increíble explosión de adrenalina que parece diluirse progresivamente en mi organismo, sólo oculta por una alegría serena pero indescriptible y un cansancio desproporcionado. Únicamente me puedo permitir reducir algo la velocidad antes de abandonar definitivamente la trampa mortal en la que pareció convertirse el adoquín. Los diez minutos que me separan de mi objetivo, no superan el cenit alcanzado unos momentos atrás. Llego victorioso, contra todo pronóstico, a mi academia, intentando ocultar mi satisfacción para mostrar el respeto que me demanda un retraso más que evidente. Una vestimenta poco presentable y húmeda, que acompaña a un rostro demacrado.

Eso sí, estoy ahí. Me siento, dedico todos mis sentidos a relajarme y recuperar el dominio sobre mi mente. Aún me queda una hora de concentración en la que mantener una conversación en inglés sobre los sistemas educativos de diferentes países. Todo ello, con una preocupación lejana que deambula entre mis pensamientos y ausencias: aún tengo que volver a casa, bajo una lluvia cada vez más segura y orgullosa de sí misma.

Doce de la noche. Proclamo este día como terminado. Por fin gozo de unos instantes para mí. El trayecto hacia el dormitorio se torna en paseo triunfal hacia la gloria. Lo mejor de todo, saber que mañana ya es viernes, no cualquier viernes, sino en el que termino uno de los dos cursos para jóvenes emprendedores que simultaneo por las mañanas.

Por si esto fuera poco, supone además el último día de trabajo con el Plan de Empresa que llevo un mes redactando. Crear tu propia empresa debería ser siempre motivo de alegría, pero el cansancio me aleja cada día más de tal sensación. Mi capacidad creativa se debate entre el inicio de mi futuro y un concurso de gran magnitud en el cual se nos invita entre líneas a reestructurar una ciudad entera, nuestra ciudad.

Palabras como exhausto, reventado o seco, pierden aquí su sentido. Me sorprende ver lo que hace creer en algo. Nunca pensé que podría diversificar tanto mis esfuerzos, teniendo en cuenta que cada día, afronto infinidad de novedades que debo entender y asimilar para poder aplicarlas acto seguido en mis variopintos retos.

Que nadie malinterprete mis palabras. No me quejo para nada de lo acontecido, sino que me enorgullece ver que sigo aquí, dispuesto a dar más.



Continuará... (Parte 9/14)

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