lunes, 21 de mayo de 2012

Málaga vs Barcelona


Recientemente he podido disfrutar de una visita tan interesante como instructiva a la capital catalana, actual referente del litoral mediterráneo nacional. La admiración suscitada ha derivado en una mirada crítica hacia el caso de Málaga, como ciudad mediterránea de similares características, fundamentalmente geográficas, que sin embargo alberga a sólo un tercio de la población condal.

Lejos de cualquier apreciación o lectura política, me gustaría valorar una estructura urbana ejemplar. Una muestra evidente del buen hacer de una ciudad. Un hito nacional que refleja una creencia incuestionable en la importancia del diseño.

Porque más allá de las circunstancias concretas que rodean a cada una de las metrópolis mediterráneas, la principal diferencia, en mi opinión, radica en la importancia que cada sociedad dedica al valor de la arquitectura. Dicho de otro modo, en Barcelona el ciudadano medio asume la arquitectura como una muestra necesaria de diseño, en el más amplio sentido de esta palabra; en cambio, en Málaga parece que el término arquitectura se encuentra asociado más al concepto de construcción, especulación y riqueza.

Fue sorprendente descubrir como un barcelonés, no vinculado al sector, se interesó por mi profesión desde el respeto y admiración que entiendo que cualquier profesional se merece. Me impactó cómo se refirió a su vida cotidiana en términos de diseño, declarando como evidente que sus amigos llamaran a un arquitecto para reformar su cocina. Esta aparente trivialidad, supuso para mí una increíble alegría, ya que me justificó tal decisión apoyándose en la necesidad de recurrir a un técnico capaz de pensar y optimizar el espacio, velando en todo momento por su correcta ejecución. Para todos aquellos que, como yo, os hayáis decidido a ejercer esta bella profesión en la capital de la Costa del Sol, entenderéis la inmensa diferencia existente.

Los malagueños recurrimos en todo momento al amigo de un amigo, capaz de hacerte “lo mismo” por menos. Ese “manitas” que es capaz de montarte una cocina entera sin despeinarse, independientemente del diseño que pueda llevar asociada.

Que nadie malinterprete mis palabras. Admiro la capacidad que tienen algunos para abordar los retos constructivos más complejos. Es más, envidio a aquellos bendecidos por el don de la destreza y la habilidad necesarias para realizar tal hazaña. Sin embargo, no entiendo, ni entenderé, como alguien puede renunciar a la idoneidad de los espacios que conforman su vivienda, por ahorrarse algo de dinero. A veces creo que no somos conscientes de la cantidad de horas que pasamos en casa. Sin duda, entendemos la cuantía económica asociada a este derecho fundamental, pero no lo valoramos lo suficiente.

Por ello, me gustaría poner de manifiesto que son actividades complementarias, para nada incompatibles. Podemos contar con los servicios de ambos profesionales sin por ello renunciar a ningún privilegio.

De hecho, el por qué de este alegato se refleja en cada calle de la ciudad condal. Un respeto por los edificios histórico-turísticos que la conforman y caracterizan, que, por el contrario, no se malinterpreta hacia un estatismo excesivo e insensato. Más allá de los gustos, no cabe duda que Barcelona es una ciudad en constante evolución, asumiendo los aciertos y errores cometidos en el proceso creativo de la ciudad.

Ya desde el planeamiento de Cerdá se apostaba por una estructura coherente y de largo recorrido. Un llamamiento a la arquitectura contemporánea para que ocupe el rol que hasta ahora han sabido evidenciar sus predecesores. Al igual que en cualquier otro sector de la vida, el aprendizaje continuo se basa en la selección de referentes y la improvisación de nuevos modelos, conforme a las necesidades concretas de la nueva ciudadanía.

Cuando uno deambula a través de su retícula, se percata de que cada pequeño rincón presenta una muestra inconfundible de diseño, un intento valiente y descarado por destacar y mejorar su entorno. Si os animáis a visitar la ciudad, probablemente no os dediquéis a tal análisis de sus entresijos, pero sin duda, aquellos interesados en la ciudad y su arquitectura, regresaréis tan sorprendidos como yo. Cansados de tanto caminar y mirar en infinitas direcciones. Agotados por el esfuerzo que supone absorber toda la información posible, exprimir la visita para aprender todo lo posible.

Como malagueño orgulloso e inconformista, confío en las posibilidades de esta espectacular urbe, mi casa, capaz no sólo de igualar el poderío catalán, sino incluso superarlo. De hecho, soy más bien partidario de la posibilidad de ofrecer una alternativa propia e irrepetible. No pretendo crear una versión sureña de Barcelona, ni entrar en competencia con ella, sino aprender de sus errores y aciertos para crear la Málaga que a todos nos gustaría tener.



1 comentario:

  1. Álvaro, te recomiendo un libro:

    La ciudad mentirosa
    Fraude y miseria del ‘Modelo Barcelona’
    de Manuel Delgado

    A lo mejor acabas viendo Barcelona de otra forma...
    Desde luego, lo que no falta en la ciudad condal es espíritu crítico (en el fondo es lo que nos hace mejorar). Me alegro de que tú hagas lo propio con Málaga...
    Un abrazo,

    Angel

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