sábado, 6 de octubre de 2012

Concurso, luego pienso (8/14)


6. Instalaciones

Los días siguientes transcurren bajo una aparente normalidad en la cual perdura una constante preocupación por la temática del concurso que invade cada minuto de mi actividad no vinculada. Por suerte la recopilación de hechos asumidos me aporta cierta relajación y esperanza. Es cuestión de actuar sobre cada uno de los hitos detectados y plasmar en ellos los criterios que relucen en cada reunión.

Desde esta nueva perspectiva se enfoca nuestra siguiente jornada de trabajo. Como de costumbre, el estudio al completo de nuestro compañero se vuelca con nosotros, apoyándonos cada día y resolviendo las necesidades que surgen de cara a la nueva visita. Tal y como les pedimos la última vez, era conveniente que el equipo contase con unos planos a escala uno mil, para empezar la fase de representación y diseño propiamente dichas. Hasta ahora contábamos con el ordenador y un gigantesco montaje de la vista cenital del ámbito de actuación. Hoy debemos dar un paso más.

Nos dividimos en dos equipos para poder actuar simultáneamente sobre dos áreas concretas y así avanzar más rápido. Otro de nuestros compañeros nos sorprende con la incorporación de dos nuevos colaboradores, esta vez dos recién titulados con ganas de participar en un concurso de estas características. Miembros de su estudio, nos comentan que ante el interés mostrado por ambos, él está dispuesto a incluirlos en el equipo. Por supuesto. Es la respuesta unánime que acompaña su planteamiento. Cualquier ayuda es buena a estas alturas. La dinámica, para evitar un excesivo caos, transcurrirá con él como intermediario, creando una especie de sucursal del equipo en su estudio, donde en los ratos de los que dispongan allí, analizarán bajo su supervisión la zona del estadio de fútbol.

En mi caso, me emparejo con mi mentor, mi enlace a este grupo. Un compañero con el que coincidí hace ya más de un año, en la empresa para la cual yo trabajaba. Mi jefe fue quien me lo presentó de cara a la realización de un concurso para la construcción de un edificio muy interesante en nuestra ciudad. Ellos dos, coetáneos y amigos, llevaban tiempo pensando en una colaboración de este tipo en la cual luchar por un encargo de gran magnitud que pudiera suponer un paso al frente para ambos. Perfiles muy diferentes pero compatibles. En medio, como siempre, un servidor. Empleado del primero y su mano derecha en la oficina, me convirtieron de manera instantánea en interlocutor del segundo de cara a la ejecución del diseño. En esta ocasión el rol de anfitrión recaía sobre nosotros y eso implicaba una especial atención a los detalles. Ya desde el principio, el funcionamiento del equipo fue bastante sencillo y eficaz. En su caso por una relación de amistad y respeto, en mi caso, más admiración que amistad y misma ración de respeto.

Sin duda, una de las mejores propuestas generadas en el estudio. Cuando uno trabaja a gusto, se nota. De hecho el resultado, pese a que no logramos el encargo, evidenció este hecho. A partir de ahí, varias ocasiones en las que coincidimos afianzaron una creciente amistad, lo cual derivó en una segunda experiencia concursera. Esta vez un edificio de corte investigador y gran complejidad que nos empeñamos en desarrollar. La dificultad implícita en este nuevo reto, requirió lo mejor del equipo. Mucho de estudiar y aprender, a base de consultar expertos en la materia. Las bases, sin embargo, apostaban por una aproximación diametralmente opuesta al objeto del concurso. Aportado el anteproyecto de la idea, nuestra labor se centraba en la distribución más adecuada al uso previsto, pequeñas modificaciones de emplazamiento y recorridos, y una fachada coherente, eficiente y no menos sugerente. Como cualquier edificio público, la función estética ocupa un lugar primordial. Debíamos generar un emblema que encerrase una máquina muy precisa y delicada, cual reloj suizo de diseño. No nos fue mal, aunque la carga creativa se veía fuertemente disminuida ante lo encorsetado del encargo.

Pocos meses después, la situación económica del país y mis inquietudes personales, me alejaron del estudio al que había dedicado los dos últimos años de mi vida, para intentar una nueva aventura en la cual continuar mi proceso de aprendizaje y evolución profesional. No cabe duda, que el factor melancólico generado por mis experiencias internacionales previas, contribuyeron a esta búsqueda de la felicidad, de nuevas oportunidades.

Las redes sociales, volvieron a unir nuestros caminos, a través de comentarios reveladores que incitaban el cambio, descubriendo en mi mentor un posible aliado, un compañero de viaje dispuesto a aportar su experiencia profesional, más que compatible con mi juventud y mi conocimiento de idiomas.

Este último aspecto, corroboró la primera impresión, nos centramos en la búsqueda de un centro de formación capaz de prepararnos, conjuntamente, para tal destino.

De ahí en adelante, el deporte y la profesión se encargarían de consolidar una relación de amistad y respeto que desembocó en la citada llamada de teléfono que motivó este relato.

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La zona que nos es asignada no es otra que la del puerto, una de las más importantes pero también de las más complejas. Aparecen demasiados aspectos a considerar. El tráfico juega un papel fundamental en este sector, dado que coinciden simultáneamente desplazamientos de tipo ciudadano con su equivalente industrial, asociado a la actividad portuaria propiamente dicha. A eso debemos añadir el papel que juega el tren de mercancías nocturno y su ansiado equivalente diurno que ha estado desde los inicios presente en nuestras divagaciones.

Por último, y no menos importante, considerar el flujo peatonal, generado por ambos paseos marítimos, truncado ante la irrupción de esta superficie productiva.

Una de las claves de esta ciudad es la céntrica localización que ocupa el puerto de mercancías. Este hecho ha generado una tendencia histórica de negación de la costa, ofreciendo siempre la trasera a estas instalaciones y su entorno. Pese a las recientes iniciativas de apertura urbana que ha sufrido este sector, no logra desprenderse de la vitola de límite para sus ciudadanos. No sólo impide un tránsito transversal de acceso a la playa desde el centro histórico de esta ciudad, sino que, además, se ha constituido como un obstáculo frente al flujo longitudinal generado por el paseo marítimo, a través de sus dos escisiones.

Por tanto, uno de los objetivos principales de nuestra propuesta será la de facilitar la interacción entre estos dos tramos. Para ello, necesitamos encontrar un lugar de paso capaz de absorber esta masa de peatones e invitarla a continuar con su camino, disfrutando de un entorno incomparable. Inconvenientes, muchos. Entre otros, asumir que una zona tradicionalmente industrial y alejada del bullicio e interés turístico, debe acoger multitud de visitantes sin decepcionarlos y sin interrumpir la dinámica funcional que justifica esta extensión comercial.

Todas estas características conforman un dilema proyectual complejo, que se verá acrecentado por la presencia de nuestro río. Una nueva barrera que entra en escena para quedarse. No sólo es imprescindible resolver su desembocadura en el mar, sino que constituye el objetivo primordial del concurso al que nos enfrentamos.

Resumiendo, contamos con una estrecha acera junto a un muro que recoge los caminantes que disfrutan del clima cálido y el mar, y los dirige inevitablemente hacia una intersección en la cual confluyen sus vecinos simétricos, una de las avenidas de mayor tráfico, el río y un acceso al puerto de mercancías. Esto se traduce en una amalgama de puentes y pasos elevados sin orden ni concierto. Un río casi imperceptible, una avenida de ocho carriles y dos aceras estrechas, dos puentes más de circulación interna de camiones en el muelle, y un puente metálico espectacular para el paso del ferrocarril. Con este panorama, imagínense la tarea encomendada por el equipo, conectar estas realidades sin perjudicar el cauce fluvial ni lastrar el funcionamiento de este complejo y activo entorno urbano.

Como no podía ser de otra forma, centramos nuestros esfuerzos en resolver la situación desde la perspectiva específica del río. No podemos dejarnos llevar por la euforia, ni por la atracción que suponen todos los conflictos citados anteriormente. Nuestro cometido es diseñar una desembocadura digna que diluya una propuesta global ambiciosa pero concienciada. Un final de ensueño para nuestro parque de parques. Un bonito colofón a tanta expectación suscitada.

Con esta premisa, nos armamos de papel y lápiz y empezamos a plasmar las conversaciones que hemos mantenido a este respecto durante todo este tiempo. Inmediatamente coincidimos en la terminación verde del cauce. Acto seguido, el conjunto de puentes que colmata el nudo viario atrae nuestras miradas. No podemos permitir que se genere una cubrición del río destinada exclusivamente al tráfico rodado, ya que de ser así, el peatón se vería forzosamente relegado a un incómodo segundo plano.

Comienza un debate acerca de la futura ubicación que debería protagonizar la conexión ferrovial para desmembrar esta aglomeración y descubrir un río derrotado por su vecino salado. Este movimiento de fichas, favorecería la siguiente actuación que intentamos encajar, la desviación de los raíles que guían al tren hacia el seno de la plataforma de carga. Es ahí cuando, sin vacilar, comenzamos a trazar viarios alternativos para camiones, trenes y metro. Llevados por la temible euforia, hilvanamos una compleja red de neuronas interconectadas a través del río en sus innumerables infraestructuras. Cada medio de transporte ocupa su lugar, un lugar que nos parece predestinado por la propia configuración de este ámbito. Surgen problemas técnicos que parecemos resolver sin esfuerzo, con ideas tan innovadoras como coherentes. Este éxtasis creativo no encuentra fin, y en escasas horas observamos orgullosos el colorido mural de líneas y superficies en que hemos convertido aquel plano original, sobrio y desnudo.

Para nosotros la tarde acaba aquí. Nos sabemos convencidos y animados. Momento perfecto para desconectar. Ya habrá tiempo mañana para criticar la propuesta y detectar los errores. Esta decisión nos devuelve a la realidad del estudio, silencioso y frío. La ausencia de trabajadores ante el merecido abandono de su puesto de trabajo, nos revela una realidad muy cambiada. La luz artificial, tenue en el global de la estancia, una calma que se adentra por cada uno de nuestros poros hasta descubrirnos retrepados sobre nuestras sillas, sonrientes y agotados.

En ese instante decidimos sin hablar, acercarnos a intercambiar opiniones e interesarnos por la evolución de cada uno de nuestros compañeros. El propietario del local se encuentra ensimismado, dibujando distraído una sugerente conexión deprimida bajo el puente que da cabida a la avenida principal de la ciudad. Parecen haberse repartido el trabajo, centrándose cada uno en la resolución de un área muy concreta. El cuarto integrante, analiza concentrado dos de las áreas principales del recorrido. Por un lado repasa la zona del estadio que supervisa cada mañana junto a nuestros nuevos compañeros, y por otro se empeña en resolver el esquema de tráfico en una zona muy peculiar y trascendente.

Nuestra desconexión actúa como revulsivo ante nuestros colegas, que reaccionan cual resortes ante nuestra iniciativa. Inmediatamente entablamos una trivial conversación, resultado de la intensa confrontación de opiniones acerca de nuestros respectivos avances. El tono relajado y cordial con que nos vamos despidiendo de una nueva jornada de trabajo, contrasta con la tensión y agotamiento que revelan nuestros rostros.

Son más de las once de la noche y este dato nos aleja repentinamente de cualquier estado de relax conocido. Todos recaemos en lo tarde que se nos ha hecho. La cerveza que prometía nuestro estado anterior, es sustituida por una escueta despedida que precede a la disolución del grupo en estampida.

Mañana será otro día, que solían decir algunos.



Continuará... (Parte 8/14)

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