Un lunes más me encuentro ante uno de
los principales referentes arquitectónicos que han condicionado mi
carrera. No se trata de un afamado arquitecto, al menos todavía,
pero sin duda aspira a convertirse en ello. Apunten bien este nombre:
Jordi Vinyals.
La incredulidad podría apoderarse de
algunos y desconfiar de tal afirmación, sin embargo, un simple
vistazo a su curriculum, acallaría todo intento o amago de duda.
Veintisiete años, cinco idiomas
fluidos, más de tres años de experiencia en los mejores estudios
europeos del momento (incluidos Miralles, Nouvel y Kuma) y una
carrera académica llena de logros, sólo podría verse ensombrecida
por su gran trayectoria personal. La cara oculta de toda luna
académica, tan importante como obviada en la mayoría de curriculum
contemporáneos.
Un amante de la lectura, así como
cualquier representación del arte, que no alardea de una cultura
admirable y una madurez sorprendente. Humilde erudito, sorprende su
aspecto más melómano.
Nuestra amistad surge como toda buena
amistad debe surgir, sin querer. Casi de casualidad, nuestras
trayectorias se encuentran en un lugar remoto, Berlín, atraídos por
un interés común, la arquitectura de esta bella capital europea.
Todo ello acompañado del consiguiente interés por el idioma alemán.
Para ser completamente sincero, tampoco negaré que su ajetreada vida
nocturna y su interminable oferta cultural influyeran en la elección
de este destino Erasmus, al menos por mi parte.
Conviviendo en la misma residencia, a
pocos meses de su demolición, amigos comunes nos recuerdan que
compartimos la misma Escuela de Arquitectura (TUBerlin), lo cual
deriva en lo que considero el inicio de todo esto:
Vagamente conocido, mi improvisado
compañero de Proyectos, se dirige a mí a escasos segundos de
comenzar la exposición con la cual introducirnos a nuestra profesora
y futuros compañeros:
- ¿Prefieres que nos presentemos en
Inglés o en Alemán?
- Ante tremenda tesitura, logro
acallar la inmensa carcajada interna que invade mi interior. Sereno,
respondo con un conciso: - Lo que prefieras. Empieza, que yo te
sigo.
Lo que entendí como un acto de
excelente superioridad, resultó ser una muestra más de su grandeza
y de mi atrevida valentía. No me mentía un ápice al permitirse
elegir entre ambas alternativas, de la misma forma en que mi
sinceridad quedó presente al transmitir mi lamentable soltura en
ambos idiomas por igual, así como mi garantizada capacidad para
secundarle.
Así fue. Afortunadamente decidió
iniciar con el inglés, la que sería la primera de muchas de las
intervenciones más divertidas que, estoy seguro, ha vivido tan
interesante universidad. Capaces de suplir nuestras carencias
idiomáticas, especialmente en mi caso, con el desparpajo y simpatía
propios de estas latitudes, logramos en pocos días evitar la
indiferencia de nuestros asombrados espectadores.
Lo más importante, sin duda, ver que
tras toda esa alocada fachada de sonrisas y diversión, se escondía
una maravillosa pasión por nuestro trabajo.
A día de hoy, en plena visita por
tierras andaluzas, este divertido catalán afincado en París
demuestra una vez más su envidiable capacidad para disfrutar de la
vida y hacer más fácil la de aquellos que le rodean.
Sin más, les dejo con el desarrollo de
nuestra conversación.
Bueno,
empecemos fuerte: ¿Que es para ti la arquitectura?
¡Demasiado
fuerte! Creo que soy muy joven para dar definiciones, así que
prefiero citar algo que leí ayer en un libro de Pallasmaa: “el
proyecto moderno ha albergado el intelecto y el ojo, pero ha dejado
sin hogar al cuerpo y al resto de los sentidos, así como a nuestros
recuerdos, nuestros sueños y nuestra imaginación”. La apunté en
mi cuaderno, creo que es una definición muy vigente si pensamos en
las crecientes experiencias de distanciamiento y soledad en el mundo
tecnológico actual.
Sí
que empezamos fuerte, sí. Dicho esto, ¿cuándo decidiste ser
arquitecto?
Pues
tengo hermano y padre arquitectos, con eso ya te lo he dicho todo! Lo
viví en casa desde pequeño, viajábamos mucho y con mi padre
perseguíamos las piedras. Cuando empecé la universidad tuve la
sensación de que era lo que siempre había querido estudiar.
Y
ahora en serio, ¿con qué frecuencia te arrepientes?
Jajajaja.
Si hubiera sabido la que venía mejor hubiera estudiado para
inspector de hacienda que allí sobra trabajo, jaja. No, en serio,
creo que arrepentimiento no es la palabra. Considero que los estudios
de arquitectura son muy completos y de ellos aprendí a disfrutar de
muchas cosas de dentro y fuera de la arquitectura. Hay pocas carreras
que te den eso. Sin embargo, es cierto que después de unos estudios
muy exigentes, el futuro profesional es menos esperanzador que nunca.
Tengo amigos cercanos, ingenieros o abogados, que al menos pueden,
con más o menos suerte, dedicarse a lo que han estudiado. En nuestro
país, la mayoría de arquitectos de nuestra generación no pueden
dedicarse a ser arquitectos y si lo hacen, aceptan unas condiciones
laborales frecuentemente inaceptables.
Estoy
de acuerdo, la verdad. ¿Cual consideras que es el proyecto más
relevante que has hecho hasta ahora y cómo describirías la
experiencia?
Sabes,
al final cada proyecto en el que trabajas es relevante. De alguna
manera entre el diseño de un mueble y un plan urbanístico, el
ejercicio mental es el mismo, lo único que cambia es la escala. En
Barcelona tuve la ocasión de llevar el diseño de una silla en
mimbre, parece sencillo, pero el ejercicio de dominar un material es
interesantísimo. Más tarde ya en Francia, pasé a trabajar en
proyectos de gran escala y de urbanismo aprendiendo a coordinarme con
toda la maquinaria de los grandes despachos. Enganché el Museo
Louvre de Abu Dhabi en pleno desarrollo, me acuerdo la arquitecta
americana que parametrizó la cúpula para reducir la temperatura
exterior de 50 a 35 grados, y como los ingenieros británicos
estudiaban como aguantar la cúpula de 180m de diámetro con 4
apoyos, puras virguerías! Después, mi paso a Kengo Kuma fue una
vuelta al despacho familiar, aquí en París somos unos veinte, y uno
puede participar plenamente y asumir más responsabilidades. Se
respira el ambiente de equipo joven, con muchos proyectos por delante
y con ganas de hacer bien las cosas. Justo ahora venimos de entregar
un concurso para una filarmónica. Creo que la arquitectura japonesa
tiene muy buena recepción en Francia y, ¡esperemos que dure!
¡Espectacular!
Y a día de hoy, ¿qué le dirías a un estudiante de primero?
Que
si quiere una vida fácil se vaya a la facultad de enfrente, jaja.
No, es una buena pregunta. Recuerdo la primera frase que soltó Elías
Torres en mi taller de Proyecto Final de Carrera: “A vuestra edad,
yo tenía mucha menos idea de arquitectura que vosotros. No tengáis
miedo a preguntar, no tengáis miedo a aprender”. Fue un año
magnífico… Eso después de que pasara los primeros cursos de la
universidad callando muchas peguntas a profesores que escondían su
inseguridad intelectual con el descrédito directo al alumnado. A un
alumno de primero le diría que pregunte cada frase, ¡cada palabra
que no entienda! Solo un alumnado crítico puede cambiar las cosas.
Ojalá
pudieras hacerlo, porque es uno de los mejores consejos que podrían
recibir. Si tuvieses que escoger un proyecto ajeno, ¿cuál sería y
por qué? Y puestos a elegir un arquitecto, ¿quién?
No
tengo proyecto preferido, del mismo modo que no tengo arquitecto,
color, libro o canción preferida. ¡¿Por qué quedarse con uno?!
De cada buen arquitecto se sacan lecciones. Viviendo en París he
tenido ocasión de descubrir edificios increíbles, pero tal vez, el
último edificio que me impactó fue la casa-museo del arquitecto
John Soane en una breve visita a Londres. No te sabría dibujar ni un
alzado, ni una planta, ni una sección representativa del proyecto
pero es uno de esos proyectos que no entran por el ojo, sino por el
ambiente tan especial en que te sumerge. Pero volviendo a la
pregunta, personalmente estoy satisfecho de que los últimos Pritzker
hayan caído en manos de arquitectos suizos, portugueses y japoneses,
creo que evidencia una autocrítica a la arquitectura icónica que ha
predominado en los últimos años.
Interesante
reflexión. De no haberte decidido por esta profesión, ¿cuál
hubieses elegido?
Creo
que periodista. ¿¿Aún estoy a tiempo, no?? ¡No lo he descartado!
Jaja. Me gusta escribir y creo que los periodistas tienen la
oportunidad de leer sobre infinitos temas con un contacto social
mucho más cercano del que tenemos los arquitectos.
Siempre
hay tiempo, aunque no creo que te haga falta. Jaja. Seamos sinceros,
¿cuál es tu mayor miedo?
Tengo
la gran suerte de estar muy activo profesionalmente en estos
momentos. Combinar el ritmo de concursos internacionales con calidad
de vida personal es un tema que siempre me ha preocupado. La
profesión de arquitecto es muy exigente y motivadora, saber
encontrar el equilibrio con las demás parcelas de la vida lleva su
tiempo.
Desde
luego que sí. Bien, ahora que ya te conocemos, la pregunta estrella:
¿cuál es tu consejo para salir de la crisis?
Creo
que no soy el más apropiado para dar una respuesta a la crisis
española ya que la estoy viviendo desde el extranjero. Me preocupa
pensar que un país que ha invertido y generado por primera vez una
generación universitaria de las mejores de Europa, no tenga
mecanismos para atraer o, al menos conservar, el talento generado.
Las universidades españolas están muy bien consideradas en
sectores como medicina, ingenierías o arquitectura. Yo mismo he
vivido en distintos países y he experimentado este respeto
internacional hacia la formación universitaria española. Parece
absurdo que un país que hasta hace poco ha vivido años de gran
crecimiento económico, no haya sido capaz de generar un tejido
empresarial más diversificado, especializado e innovador.
¿Soluciones? Becas de retorno, campus de investigación, fomento a
las empresas jóvenes, programas de intercambio… ¡hay que apostar
por nuestra generación!
Di
que sí, a ver si te oyen. Pero, ¿cómo entraste en esta
crisis?¿Cómo puede afectar a esta profesión, y a ti como persona?
Cuando
acabé la carrera en el 2010, el empleo de jóvenes arquitectos ya
había tocado fondo. Trabajé de prácticas en Miralles&Tagliabue
durante seis meses, pero mi objetivo ya estaba en partir al
extranjero. Buscaba trabajar en cosas que me motivaran y en
Barcelona, los despachos que admiraba ofrecían situaciones
insostenibles. Puedo equivocarme, pero creo que en estos momentos es
mejor arriesgarse a montar algo por uno mismo o irse al extranjero
antes que aceptar determinadas condiciones o tareas de muy bajo
aprendizaje. Admiro muchísimo a la gente que, como vosotros, estáis
luchando la crisis desde Málaga y que en un contexto tan negativo
habéis logrado haceros un hueco. Algunos compañeros arquitectos
también lo están logrando en Barcelona, aunque cuesta. En mi caso,
preferí irme al extranjero con una beca Leonardo. Francia es un país
aún muy activo a nivel de concursos públicos y he tenido la
oportunidad de trabajar en despachos donde he podido aprender mucho y
evolucionar como arquitecto. Diría que la crisis también tiene sus
efectos positivos, se esta gestando una generación mucho más
flexible e internacionalizada que espero que luego pueda volver,
aportar y cambiar las cosas en casa.
Me
alegra saber que compartimos ese optimismo. Por último y más
importante, ¿qué queda del joven que se adentró en esta carrera?
¡Las
mismas ganas de siempre…que no hay que perderlas!
¡Olé!
Puede que la gente piense que esto es un simple homenaje de amigo,
pero me gustaría aclarar que es mucho más que eso. Se trata de una
muestra inequívoca de admiración con la cual pretendo transmitirles
una inyección tan necesaria como interesante de optimismo y
humildad. Un placer que, una vez más, considero oportuno compartir
para permitirles ser partícipes de un honor de este calibre. Confío
en que les guste tanto como a mí. Por mi parte, eres siempre
sinónimo de alegría, inteligencia y aprendizaje. Sin más, darte
las gracias por tu tiempo y por dejarme disfrutar de tan agradable
compañía. Te debo la visita. Sinceramente, un amigo. Un abrazo.
Y
hasta aquí nuestro #LunesdeTapitas de hoy.
Un
saludo.
De
tapitas con...
Jordi
Vinyals
Arquitecto