10. Pinturas
El
resto de la semana deambula entre el proyecto empresarial iniciado
junto a mi socio y la representación de un concurso en su máximo
apogeo. La base teórica adquirida en torno al estrato de la
movilidad, comienza a dar sus frutos prácticos. Los dibujos van
tejiendo una fina red destinada a recoger todos los aspectos
asociados a una ciudad contemporánea de estas características, que
son muchos, con la sencillez necesaria para pasar desapercibida.
Vivimos
en una sociedad acostumbrada a la interacción virtual entre
ciudadanos de todo tipo, ya se encuentren a unos pocos metros de
distancia o a miles de kilómetros. La globalización ha traído
consigo una inmediatez absoluta al plano social. Esto, entre la gran
variedad de ventajas que conlleva, presenta un inconveniente, en mi
opinión, preocupante. Nos estamos acostumbrando a acceder a los
fines sin recaer en los medios que se requieren para ello, creciendo
por tanto una impaciencia generalizada en cuanto a los trayectos
intermedios se refiere.
En
ocasiones, tardamos menos en cambiar de comunidad autónoma que de
municipio. Los transportes, al igual que Internet, han revolucionado
el concepto de distancia. La rapidez se ha apoderado de nuestras
ciudades. Y más allá del discurso que defienden los partidarios del
movimiento slow,
se ha producido un cambio radical en la relación existente entre la
ciudad y sus habitantes. Atrás quedan los elocuentes esquemas
visuales ofrecidos por los integrantes de Barrio Sésamo, acerca de
los conceptos de cerca y lejos.
Cada
vez son más importantes los hitos, reclamos puntuales, y más
irrelevantes los trayectos de servicio. Valga como símil, la
comparativa entre una ciudad comunicada por metro y una conectada
mediante el tradicional autobús. No cabe duda que en el caso de la
ciudad más tradicional, el concepto global que adquiere el visitante
de su identidad, en conjunto, es mucho más realista que el collage
de postales inconexas ofrecido por la primera.
La
ciudad no es sino el reflejo de sus ocupantes, y evoluciona conforme
lo hacen sus usuarios, teniendo en cuenta el retardo asociado a la
inercia de un ente tan masivo. Es como si intentásemos modificar el
sentido de giro en un vaso de agua o en una piscina. El vaso
reaccionará inmediatamente a nuestros intereses, mientras la piscina
nos requerirá un esfuerzo mayor, o la participación de más
compañeros.
Con
todo esto, se justifica la actuación planteada en nuestros últimos
bocetos. Debemos iniciar el proceso inverso de giro en la mega
piscina que conforma nuestra urbe. Si no iniciamos el cambio, nunca
lograremos que nuestra ciudad evolucione, ni por supuesto, contaremos
con el apoyo necesario entre nuestros vecinos.
Convencidos,
por tanto, de la idoneidad de nuestro planteamiento, planificamos la
próxima semana como si no se tratase del periodo vacacional
comprendido entre Nochebuena y Nochevieja. Una semana complicada para
aquellos que tras disfrutar del milagro de la paternidad, observen
sorprendidos cómo sus pequeños permanecen en casa a lo largo de la
mañana, con la consiguiente demanda de actividades y
entretenimientos diversos. Pese a ello alcanzamos un acuerdo bastante
coherente, por el cual mantener la actividad del equipo, aunque
cediendo cierta flexibilidad a aquellos más afectados por esta
circunstancia.
Nuestros
mejores deseos se trasmiten a través de cada abrazo de despedida, en
vísperas de una festividad que supondrá, sin duda, un antes y un
después en la vida de los impacientes menores. No obstante, es
percibido desde un punto de vista completamente diferente cuando se
observa desde la distancia que generan los años. Quizás las prisas
se mantienen, aunque por motivos muy diferentes, pese a tratarse del
mismo resultado.
Tras
varias demostraciones empíricas de la inmediatez que nos permitimos
demandar a la ciudad cuando nos aprieta el reloj, consigo cumplir con
los objetivos marcados antes de la citada cena.
Los
días de vacaciones aprovechados en familia, nos alejan del concurso
lo suficiente como para renovar nuestras fuerzas, sin por ello diluir
los logros obtenidos. Cinco días dedicados al avance paulatino y
parsimonioso de un proyecto que podría durar años. Sin embargo, la
calma aportada por los días de descanso, nos invita
irremediablemente a recapacitar acerca de los plazos marcados en los
inicios. Contamos con poco más de un mes y, pese a los avances, nos
encontramos de nuevo caminando sobre la cuerda floja. El más mínimo
error y habremos desperdiciado estos casi tres meses de trabajo.
Establecemos
como límite para el proceso de diseño las tres últimas semanas que
preceden al día diez de febrero, tatuado imborrable en nuestras
cabezas. Entendemos como imprescindible el uso de estos días para la
maquetación de los formatos, la correcta disposición y
representación de los planos generados. Puede parecer excesivo
destinar tres semanas para tal fin, pero la experiencia nos ha
enseñado a ser precavidos en este sentido. Un buen proyecto mal
presentado, es peor recibido que un proyecto mediocre o incompleto
explicado con buenos dibujos y sugerentes imágenes. De ahí que
hagamos especial hincapié en la documentación que será finalmente
entregada. No nos podemos permitir centrar los recursos en un proceso
infinito, como es el diseño de toda actuación, sin prever un plazo
de seguridad en el cual redactar y perfeccionar los detalles.
Ya
dicen eso de que “hombre precavido vale por dos”, pues en este
caso, ocho.
El
cuarto día de trabajo nos recuerda una reunión que se estableció
la pasada semana y que, personalmente, he de reconocer que había
olvidado por completo. Recibimos la visita de un compañero, también
arquitecto, muy experimentado en materia de urbanismo, y
especialmente, en el diseño de muchos de los enclaves principales de
nuestra capital. Aprovechamos su amabilidad para interrogarle en
cuanto a las tendencias que han condicionado la estructura en la que
vivimos hoy día. Nos desvela grandes aspectos, que pasan
desapercibidos a los ojos de un inexperto observador como yo, o
incluso se resisten a ser delatados ante las educadas miradas de mis
compañeros. Pero fundamentalmente nos ayuda a ver nuestro “problema”
desde una perspectiva más amplia. Como gran estudioso de la ciudad,
nos matiza muchos de nuestros razonamientos y redirige algunos de
nuestros trayectos argumentales.
Sin
duda, una nueva oportunidad para aprender de aquellos que saben más.
Los arquitectos aparecemos vinculados socialmente al concepto de
prepotencia. En mi caso, he de decir en favor de mis compañeros, ya
que mi humildad no puede ser valorada como positiva sino como
realista, que no responden para nada al prototipo de estirados
profesionales preocupados exclusivamente por el bienestar de sus
ombligos. Como en la mayoría de los casos, estaremos siendo
afectados por los desafortunados actos de algunos pocos que hacen mal
uso de sus funciones, desgastando la imagen de todo un sector.
En
lo que a mí respecta, este concurso está constituyendo la
confirmación de un gremio mayoritariamente profesional y humilde,
consciente de sus limitaciones, hasta el punto de recurrir a sus
iguales para darles la oportunidad de deleitarnos con su sabiduría.
Estas reuniones me muestran un equipo dispar pero respetuoso. Grandes
profesionales que lejos de mirarme por encima del hombro, me brindan
el mayor de sus respetos, aún cuando sería comprensible lo
contrario, ante la evidente desigualdad que nos precede.
En
vez de perdernos en una batalla orgullosa por imponer nuestras
creencias por encima del resto, asumimos las virtudes de cada uno,
aprendiendo a valorar cada comentario con los matices que cada
personalidad le imprime. Mantenemos un orden improvisado en cada
momento de intervención, para exprimir cada aportación ajena hasta
el punto de sopesar los diferentes pros
y contras
con total franqueza. Esta actitud, indispensable para el
funcionamiento de un equipo, sólo se puede llevar a cabo partiendo
de una premisa básica: cada pieza de la máquina es importante e
imprescindible. Cada uno de nosotros sabe del bien que le aporta el
consenso y las críticas del grupo. Así las acepta, las emite y las
contrarresta. Siempre con el optimismo necesario para no perder de
vista el carácter constructivo de las opiniones.
Como
ya dije en su momento, mi compañero lo resumió con gran elocuencia:
-
Ya sabemos que es muy fácil destruir, y extremadamente difícil
ayudar a construir, así que escuchemos lo que tiene que decir, e
intentemos valorar los aspectos positivos que, a buen seguro, su
comentario encierra - Expresó uno de mis compañeros, a lo largo de
uno de los múltiples debates surgidos.
Entenderán
que considere este concurso, como una oportunidad única de cara al
desarrollo de mi personalidad y mis aptitudes técnicas. Si algo he
defendido desde hace años es que todas las personas pueden llegar a
enseñarte algo, si eres capaz de escuchar y estás dispuesto a
aprender. No me equivoqué.
Mi
agradecimiento no podría ser más sincero, con cada nueva
contribución a este bien común que nos hemos planteado.
Compromisos
varios me obligan a abandonar apesadumbrado la reunión urbanística
que acabamos de improvisar, molesto con la coincidencia temporal de
ambos eventos, pero confiado en la acertada representación que
suponen mis compañeros-maestros.
Me
apresuro todo lo posible para reincorporarme rápidamente al
coloquio. Algo más de una hora después, hago mi reaparición.
Parece no haber cambiado nada, salvo el tono cada vez más distendido
de los participantes. Compartimos inquietudes y anécdotas con la
misma complicidad y relajación con que amenizamos cada periódica
reunión.
La
conclusión de este encuentro, aunque parcialmente ausente, la defino
como muy positiva. Con la marcha del invitado, coincidimos en esta
lectura y sintetizamos las claves aportadas.
El
Año Nuevo nos aporta un merecido descanso, alguna que otra discreta
confesión y un creciente interés por mejorar. Nada que no sepamos
ya, tras tantos años de rutina similar. Todo son buenos propósitos
que rara vez se materializan. Por ello, inauguramos la agenda con un
planning
estricto y detallado, que confiamos se convierta en el ingrediente
secreto de una fórmula predestinada al éxito. Cinco semanas
contadas. Tres de ellas, ya descartadas anteriormente. Eso hace un
total de dos semanas, teniendo en cuenta que ésta trae una tara en
forma de puente.
¿Se
percibe el agobio?
Una
de las respuestas más evidentes podría ser la de no secundar este
puente. Pero, si el día de Nochebuena fue señalado por su
relevancia infantil, no hará falta mencionar el papel que juega en
todo esto la visita de los Tres Reyes Magos, por más que la
Globalización y su correspondiente influencia americana se empeñen
en imponer tradiciones lejanas. Santa Claus gana enteros entre los
más pequeños, pero nuestro querido día seis de enero, sigue
dispuesto a luchar por sus derechos sobre las costumbres y
tradiciones populares de nuestro país.
A
eso, debemos añadir las abarrotadas cabalgatas de la víspera, ya
sean detrás de los Reyes y sus pajes, de los escurridizos caramelos,
o tras la búsqueda de cualquier otro obsequio. Las circunstancias,
de un modo u otro, nos obligan a descartar estos días de trabajo,
tachando dos nuevos cuadros de nuestro particular almanaque.
Confiemos
en que los Reyes sean benevolentes a la hora de valorar nuestro
comportamiento durante el pasado año.
Continuará...
(Parte 12/14)
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