12. Liquidación
de obra
Las
siguientes semanas, transcurren inmersas en las diferentes dinámicas
que nos mantienen distraídos. No obstante, todos sabemos de este
extraño vínculo capaz de unirnos en momentos puntuales. Conectados
a través de la sensación de rabia que aumenta con cada nueva
noticia, referencia, cita o imagen relacionada con el innombrable
evento.
No
puedo decir que me arrepienta de lo ocurrido, pero tampoco puedo
engañarme y negar que, por más que me alejara de aquel día, no
podía evitar pensar en qué hubiese pasado.
Sin
apenas percatarme de su presencia, el fatídico día llegó,
tranquilo y pausado. Consciente de su importancia y del efecto que en
nosotros iba a suponer. No nos llamamos, pero no cabe duda que aquel
día no paramos de hablar y pensar en el resto.
Meses
más tarde, aún perdura esa inquietud. Ese regusto amargo que vaga a
sus anchas entre sombras y rincones. Aunque a día de hoy, lo que
crece sin cesar es el miedo a no olvidar, a arrepentirme algún día
de todo lo sucedido. Crece la sensación de que existe una parte de
mí, que no acaba de cerrar este capítulo de mi vida.
15
de abril de 2012.
Tras
más de veinte mil palabras repletas de insensateces y erratas. Tras
gran cantidad de horas frente a mi ordenador sin saber muy bien el
por qué de este nuevo reto en el que me encuentro sumido. Tras
noches sin dormir y días absorto en mis pensamientos literarios. Por
fin, no necesito de un diccionario para entender lo que sucede aquí.
No requiero ningún buscador de sinónimos para aparentar cierta
elocuencia y rigor técnico.
No.
Acabo
de entenderlo todo.
Esta
maravillosa aventura, no es sino el cierre a una de las etapas más
interesantes de mi vida. Una redención merecida del trauma y la
vergüenza que residían en lo más profundo de mi ser.
Con
estas lapidarias palabras, me despido con alegría de una pesada
carga que he llevado conmigo durante meses.
Hoy,
día quince de abril, abro una puerta para poder cerrar otra. Ahora
entiendo, que la única razón por la cual me adentro en este nuevo
territorio profesional, es por necesidad.
Sí.
Necesidad
de compartir estas emociones con alguien, desconocidos o no.
Necesidad de mostrar al ciudadano medio, la belleza que encierra su
ciudad, sea cual sea esta. Necesidad de enseñar a la gente lo
complejo que resulta un concurso público. Lo difícil que es pensar
ciudad. Lo poco que se hace. Y lo bonito que puede llegar a ser,
compartir con compañeros tan inquietos y entusiastas como tú, el
amor hacia esta profesión, la pasión y respeto hacia su
manifestación más conmovedora, la ciudad. Aquella en la que se
esfuma cualquier duda o reticencia sobre el papel que juega la
arquitectura en nuestro día a día.
La
ciudad la piensan unos, pero tienden a vivirla otros. Ya es hora de
que pensadores y usuarios se pongan de acuerdo y empiecen a trabajar
en equipo.
¡Viva
la ciudad pensada!
Continuará???
Seguro que sí. ;-) (Parte 14/14)
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