6. Instalaciones
Los
días siguientes transcurren bajo una aparente normalidad en la cual
perdura una constante preocupación por la temática del concurso que
invade cada minuto de mi actividad no vinculada. Por suerte la
recopilación de hechos asumidos me aporta cierta relajación y
esperanza. Es cuestión de actuar sobre cada uno de los hitos
detectados y plasmar en ellos los criterios que relucen en cada
reunión.
Desde
esta nueva perspectiva se enfoca nuestra siguiente jornada de
trabajo. Como de costumbre, el estudio al completo de nuestro
compañero se vuelca con nosotros, apoyándonos cada día y
resolviendo las necesidades que surgen de cara a la nueva visita. Tal
y como les pedimos la última vez, era conveniente que el equipo
contase con unos planos a escala uno mil, para empezar la fase de
representación y diseño propiamente dichas. Hasta ahora contábamos
con el ordenador y un gigantesco montaje de la vista cenital del
ámbito de actuación. Hoy debemos dar un paso más.
Nos
dividimos en dos equipos para poder actuar simultáneamente sobre dos
áreas concretas y así avanzar más rápido. Otro de nuestros
compañeros nos sorprende con la incorporación de dos nuevos
colaboradores, esta vez dos recién titulados con ganas de participar
en un concurso de estas características. Miembros de su estudio, nos
comentan que ante el interés mostrado por ambos, él está dispuesto
a incluirlos en el equipo. Por supuesto. Es la respuesta unánime que
acompaña su planteamiento. Cualquier ayuda es buena a estas alturas.
La dinámica, para evitar un excesivo caos, transcurrirá con él
como intermediario, creando una especie de sucursal del equipo en su
estudio, donde en los ratos de los que dispongan allí, analizarán
bajo su supervisión la zona del estadio de fútbol.
En
mi caso, me emparejo con mi mentor, mi enlace a este grupo. Un
compañero con el que coincidí hace ya más de un año, en la
empresa para la cual yo trabajaba. Mi jefe fue quien me lo presentó
de cara a la realización de un concurso para la construcción de un
edificio muy interesante en nuestra ciudad. Ellos dos, coetáneos y
amigos, llevaban tiempo pensando en una colaboración de este tipo en
la cual luchar por un encargo de gran magnitud que pudiera suponer un
paso al frente para ambos. Perfiles muy diferentes pero compatibles.
En medio, como siempre, un servidor. Empleado del primero y su mano
derecha en la oficina, me convirtieron de manera instantánea en
interlocutor del segundo de cara a la ejecución del diseño. En esta
ocasión el rol de anfitrión recaía sobre nosotros y eso implicaba
una especial atención a los detalles. Ya desde el principio, el
funcionamiento del equipo fue bastante sencillo y eficaz. En su caso
por una relación de amistad y respeto, en mi caso, más admiración
que amistad y misma ración de respeto.
Sin
duda, una de las mejores propuestas generadas en el estudio. Cuando
uno trabaja a gusto, se nota. De hecho el resultado, pese a que no
logramos el encargo, evidenció este hecho. A partir de ahí, varias
ocasiones en las que coincidimos afianzaron una creciente amistad, lo
cual derivó en una segunda experiencia concursera.
Esta vez un edificio de corte investigador y gran complejidad que nos
empeñamos en desarrollar. La dificultad implícita en este nuevo
reto, requirió lo mejor del equipo. Mucho de estudiar y aprender, a
base de consultar expertos en la materia. Las bases, sin embargo,
apostaban por una aproximación diametralmente opuesta al objeto del
concurso. Aportado el anteproyecto de la idea, nuestra labor se
centraba en la distribución más adecuada al uso previsto, pequeñas
modificaciones de emplazamiento y recorridos, y una fachada
coherente, eficiente y no menos sugerente. Como cualquier edificio
público, la función estética ocupa un lugar primordial. Debíamos
generar un emblema que encerrase una máquina muy precisa y delicada,
cual reloj suizo de diseño. No nos fue mal, aunque la carga creativa
se veía fuertemente disminuida ante lo encorsetado del encargo.
Pocos
meses después, la situación económica del país y mis inquietudes
personales, me alejaron del estudio al que había dedicado los dos
últimos años de mi vida, para intentar una nueva aventura en la
cual continuar mi proceso de aprendizaje y evolución profesional. No
cabe duda, que el factor melancólico generado por mis experiencias
internacionales previas, contribuyeron a esta búsqueda de la
felicidad, de nuevas oportunidades.
Las
redes sociales, volvieron a unir nuestros caminos, a través de
comentarios reveladores que incitaban el cambio, descubriendo en mi
mentor un posible aliado, un compañero de viaje dispuesto a aportar
su experiencia profesional, más que compatible con mi juventud y mi
conocimiento de idiomas.
Este
último aspecto, corroboró la primera impresión, nos centramos en
la búsqueda de un centro de formación capaz de prepararnos,
conjuntamente, para tal destino.
De
ahí en adelante, el deporte y la profesión se encargarían de
consolidar una relación de amistad y respeto que desembocó en la
citada llamada de teléfono que motivó este relato.
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La
zona que nos es asignada no es otra que la del puerto, una de las más
importantes pero también de las más complejas. Aparecen demasiados
aspectos a considerar. El tráfico juega un papel fundamental en este
sector, dado que coinciden simultáneamente desplazamientos de tipo
ciudadano con su equivalente industrial, asociado a la actividad
portuaria propiamente dicha. A eso debemos añadir el papel que juega
el tren de mercancías nocturno y su ansiado equivalente diurno que
ha estado desde los inicios presente en nuestras divagaciones.
Por
último, y no menos importante, considerar el flujo peatonal,
generado por ambos paseos marítimos, truncado ante la irrupción de
esta superficie productiva.
Una
de las claves de esta ciudad es la céntrica localización que ocupa
el puerto de mercancías. Este hecho ha generado una tendencia
histórica de negación de la costa, ofreciendo siempre la trasera a
estas instalaciones y su entorno. Pese a las recientes iniciativas de
apertura urbana que ha sufrido este sector, no logra desprenderse de
la vitola de límite para sus ciudadanos. No sólo impide un tránsito
transversal de acceso a la playa desde el centro histórico de esta
ciudad, sino que, además, se ha constituido como un obstáculo
frente al flujo longitudinal generado por el paseo marítimo, a
través de sus dos escisiones.
Por
tanto, uno de los objetivos principales de nuestra propuesta será la
de facilitar la interacción entre estos dos tramos. Para ello,
necesitamos encontrar un lugar de paso capaz de absorber esta masa de
peatones e invitarla a continuar con su camino, disfrutando de un
entorno incomparable. Inconvenientes, muchos. Entre otros, asumir que
una zona tradicionalmente industrial y alejada del bullicio e interés
turístico, debe acoger multitud de visitantes sin decepcionarlos y
sin interrumpir la dinámica funcional que justifica esta extensión
comercial.
Todas
estas características conforman un dilema proyectual complejo, que
se verá acrecentado por la presencia de nuestro río. Una nueva
barrera que entra en escena para quedarse. No sólo es imprescindible
resolver su desembocadura en el mar, sino que constituye el objetivo
primordial del concurso al que nos enfrentamos.
Resumiendo,
contamos con una estrecha acera junto a un muro que recoge los
caminantes que disfrutan del clima cálido y el mar, y los dirige
inevitablemente hacia una intersección en la cual confluyen sus
vecinos simétricos, una de las avenidas de mayor tráfico, el río y
un acceso al puerto de mercancías. Esto se traduce en una amalgama
de puentes y pasos elevados sin orden ni concierto. Un río casi
imperceptible, una avenida de ocho carriles y dos aceras estrechas,
dos puentes más de circulación interna de camiones en el muelle, y
un puente metálico espectacular para el paso del ferrocarril. Con
este panorama, imagínense la tarea encomendada por el equipo,
conectar estas realidades sin perjudicar el cauce fluvial ni lastrar
el funcionamiento de este complejo y activo entorno urbano.
Como
no podía ser de otra forma, centramos nuestros esfuerzos en resolver
la situación desde la perspectiva específica del río. No podemos
dejarnos llevar por la euforia, ni por la atracción que suponen
todos los conflictos citados anteriormente. Nuestro cometido es
diseñar una desembocadura digna que diluya una propuesta global
ambiciosa pero concienciada. Un final de ensueño para nuestro parque
de parques. Un bonito colofón a tanta expectación suscitada.
Con
esta premisa, nos armamos de papel y lápiz y empezamos a plasmar las
conversaciones que hemos mantenido a este respecto durante todo este
tiempo. Inmediatamente coincidimos en la terminación verde del
cauce. Acto seguido, el conjunto de puentes que colmata el nudo
viario atrae nuestras miradas. No podemos permitir que se genere una
cubrición del río destinada exclusivamente al tráfico rodado, ya
que de ser así, el peatón se vería forzosamente relegado a un
incómodo segundo plano.
Comienza
un debate acerca de la futura ubicación que debería protagonizar la
conexión ferrovial para desmembrar esta aglomeración y descubrir un
río derrotado por su vecino salado. Este movimiento de fichas,
favorecería la siguiente actuación que intentamos encajar, la
desviación de los raíles que guían al tren hacia el seno de la
plataforma de carga. Es ahí cuando, sin vacilar, comenzamos a trazar
viarios alternativos para camiones, trenes y metro. Llevados por la
temible euforia, hilvanamos una compleja red de neuronas
interconectadas a través del río en sus innumerables
infraestructuras. Cada medio de transporte ocupa su lugar, un lugar
que nos parece predestinado por la propia configuración de este
ámbito. Surgen problemas técnicos que parecemos resolver sin
esfuerzo, con ideas tan innovadoras como coherentes. Este éxtasis
creativo no encuentra fin, y en escasas horas observamos orgullosos
el colorido mural de líneas y superficies en que hemos convertido
aquel plano original, sobrio y desnudo.
Para
nosotros la tarde acaba aquí. Nos sabemos convencidos y animados.
Momento perfecto para desconectar. Ya habrá tiempo mañana para
criticar la propuesta y detectar los errores. Esta decisión nos
devuelve a la realidad del estudio, silencioso y frío. La ausencia
de trabajadores ante el merecido abandono de su puesto de trabajo,
nos revela una realidad muy cambiada. La luz artificial, tenue en el
global de la estancia, una calma que se adentra por cada uno de
nuestros poros hasta descubrirnos retrepados sobre nuestras sillas,
sonrientes y agotados.
En
ese instante decidimos sin hablar, acercarnos a intercambiar
opiniones e interesarnos por la evolución de cada uno de nuestros
compañeros. El propietario del local se encuentra ensimismado,
dibujando distraído una sugerente conexión deprimida bajo el puente
que da cabida a la avenida principal de la ciudad. Parecen haberse
repartido el trabajo, centrándose cada uno en la resolución de un
área muy concreta. El cuarto integrante, analiza concentrado dos de
las áreas principales del recorrido. Por un lado repasa la zona del
estadio que supervisa cada mañana junto a nuestros nuevos
compañeros, y por otro se empeña en resolver el esquema de tráfico
en una zona muy peculiar y trascendente.
Nuestra
desconexión actúa como revulsivo ante nuestros colegas, que
reaccionan cual resortes ante nuestra iniciativa. Inmediatamente
entablamos una trivial conversación, resultado de la intensa
confrontación de opiniones acerca de nuestros respectivos avances.
El tono relajado y cordial con que nos vamos despidiendo de una nueva
jornada de trabajo, contrasta con la tensión y agotamiento que
revelan nuestros rostros.
Son
más de las once de la noche y este dato nos aleja repentinamente de
cualquier estado de relax conocido. Todos recaemos en lo tarde que se
nos ha hecho. La cerveza que prometía nuestro estado anterior, es
sustituida por una escueta despedida que precede a la disolución del
grupo en estampida.
Mañana
será otro día, que solían decir algunos.
Continuará...
(Parte 8/14)
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