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Trabajos previos
Todos
habremos escuchado hablar alguna vez de profesionales que deciden
presentarse a un concurso público para la realización de un
determinado edificio o una determinada actuación. Pues bien, pese a
ello, pocos saben lo que esto realmente significa y lo que para
dichos aspirantes supone.
Normalmente
este tipo de ideas surgen a raíz de un comentario escuchado o alguna
noticia leída en el periódico. En un primer momento no es más que
otra muestra más de información esquiva, una de cien.
Sin
embargo, esta vez hay una pequeña diferencia, apenas perceptible e
incluso difícil de explicar, esta vez hemos prestado atención al
mensaje. Nuestro cerebro ha decidido no desechar automáticamente la
noticia, sino que la almacena en lo más recóndito de nuestra mente,
para desde ahí, a modo de infección viral, ir contagiando poco a
poco las neuronas vecinas hasta descifrar ese ínfimo detalle que ha
perdonado su vida. Es entonces cuando empezamos involuntariamente a
analizar el anuncio y enfrentar sus posibles pros frente a sus más
que probables contras. Lo siguiente es buscar personalmente de qué
se trata el concurso y destripar los aspectos y requisitos
primordiales, en un intento desesperado de nuestro subconsciente por
encontrar esa mínima cláusula que nos impide participar o que nos
sugiere un posible agravio comparativo o injusticia premeditada.
Un
99% de los concursos se quedan en esta fase de análisis previo,
permaneciendo para la eternidad en la papelera de reciclaje de un
pobre ordenador repleto de archivos. ¿Qué ocurre con el otro 1%
restante? He ahí el motivo de este relato y la causa de la
experiencia que me aventuro a compartir.
En
este caso, la historia en cuestión comenzó con una simple llamada
de teléfono:
-
Ey, ¿qué tal?
-
Buenas, muy bien, la verdad. Sigo buscando trabajo y liado con el
inglés, pero bien. No me quejo. ¿Y tu?
-
Pues algo parecido, supongo. Pero esta mañana he decidido hacer algo
para cambiar mi situación. Me acabo de inscribir en el concurso ese
del que estuvimos hablando. Creo que puede ser una buena oportunidad
de aportar algo a esta ciudad y poner nuestro granito de arena para
que mejore.
-
Me alegro, ese concurso es muy interesante, engloba casi toda la
ciudad y es posiblemente el gran proyecto pendiente.
-
Totalmente de acuerdo. Por eso, es el momento de dejar de quejarse y
dar un paso al frente. Ofrecer alternativas a nuestra ciudad. Así
que, no se como estarás de tiempo ahora, pero somos tres en el
equipo y había pensado que tú podrías ser el cuarto. A los otros
dos ya los conoces y te puedo asegurar que como poco vamos a pasar un
buen rato.
-
Suena bien. Yo por mí me apunto del tirón, aunque creo recordar que
teníamos cuatro meses hasta la fecha de entrega, y si todo va bien,
me gustaría salir de aquí antes de esa fecha.
-
Yo estoy igual, pero cuatro meses no son tantos y desde luego no es
fácil encontrar algo fuera tan pronto. Métete en el equipo y
después ya veremos cómo evoluciona la cosa.
-
Perfecto. ¿Por qué no? Ojalá mi mayor problema sea tener que
dejarlo por un buen trabajo que me haya salido, ¿no? Jajaja.
-
Así me gusta. Pásate el lunes y lo vemos, ¿vale? Buen fin de
semana.
-
Gracias, igualmente. Te veo el lunes.
Nunca
pensé que una conversación aparentemente tan trivial fuese a
condicionar tanto los próximos cuatro meses de mi vida.
Continuará... (Parte 2/14)
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