Concurso, luego pienso
A
todos los amantes de la buena arquitectura
Sin
retos no es posible avanzar, sin pensar no sabremos hacia donde
hacerlo
ÍNDICE
Prólogo
- Trabajos previos
- Movimiento de tierras
- Cimentación
- Estructura
- Albañilería
- Saneamiento
- Instalaciones
- Carpinterías
- Vidrios
- Cubierta
- Pinturas
- Revestimientos y acabados
- Liquidación de obra
Historia
de un concurso urbanístico
Prólogo
¿Qué
lleva a un escritor a enfrentarse al reto que supone la redacción de
un libro?
Supongo
no ser el único que, durante el proceso de una lectura determinada,
se ha planteado esta cuestión. No cabe duda que un libro es un
trabajo tedioso y un ejercicio de creatividad e imaginación sin
parangón. Sin embargo, se trata de una misión donde la recompensa
debe ser, ante todo, personal. El éxito entre sus posibles lectores reside en aspectos tan subjetivos como incontrolables.
Por
mi parte, la respuesta es tan sencilla como ambigua:
No
lo sé.
No
tengo la menor idea acerca de qué les motiva a escribir. Por tanto,
en mi caso, respuesta y pregunta se funden en una única intención.
Para encontrar el motivo, no se me ocurre mejor solución que
empatizar con ellos y experimentar su experiencia en mis propias
carnes.
Confiado
en la idoneidad de este razonamiento, comienzo un nuevo reto
profesional y vital, donde averiguar si soy capaz de afrontarlo,
desarrollarlo y, sobre todo, culminarlo. Si todo va bien, encontraré
el camino hacia las respuestas. Si no, podré al menos desprenderme
de esta inquietud que me persigue desde hace años.
En
este sentido, se supone que el prólogo es el encargado de explicar
el por qué de enfrentarse a esta aventura e incitar a los lectores a
continuar e involucrarse en él. En mi caso, el prólogo, como el
resto del libro, no es sino de una de las múltiples conversaciones
internas en las que me he visto sumido recientemente.
Al
fin y al cabo, no me creo capaz de escribir más que de aquello sobre
lo que sé, mi vida, y hacia aquello sobre lo que no sé, los por
qué. Como hilo conductor la arquitectura, a medio camino entre mi
sabiduría y mi ignorancia, y como objetivo final, la ciudad, tan
cotidiana como desconocida.
Que
sea bueno o no, ya llegará el momento de juzgarlo. Mientras tanto,
confío disfruten de ello y de las múltiples circunstancias que
puedan llegar a rodearlo.
No
me considero, ni de lejos, escritor, siquiera un gran lector. Pero de
lo único que estoy seguro es de que la mejor forma de resolver mis
inquietudes es afrontarlas, vivir la experiencia y aprender de ello.
Sólo lograrlo ya será recompensa suficiente.
Sin
embargo, confío que esta satisfacción no sea la única.
En
cuanto a mí, me gusta definirme como un “ar” con complejo de
“quitecto”, en tanto en cuanto, pese a que mi título académico
me define como arquitecto, mi temprana edad y mi corta experiencia,
no me suponen un lastre sino una virtud; la virtud de ser humilde y
entender que una profesión tan especial como ésta no se aprende en
cinco años de carrera.
Siquiera
en los diez años que llevo ya dedicado a ello, podría forjarse un
auténtico arquitecto. Con esto no quiero decir que no me vea capaz
aún de ejercer mi profesión. Todo lo contrario. De lo que no me veo
capaz es de conformarme con lo ya conseguido. Más bien, me gusta
enfocarlo como una oportunidad continua de seguir aprendiendo.
De
este modo, enfoco el presente texto, como la redacción de una
vivencia concreta y muy personal. El desarrollo de un concurso de
arquitectura, concretamente urbanístico, del cual me siento tan
orgulloso como frustrado. Una buena muestra de lo que significan
estas licitaciones para los profesionales que deciden invertir su
tiempo con la esperanza de lograr un buen resultado, o, como poco,
seguir formándose y mejorar.
Para
muchos, este formato de trabajo será desconocido y para otros, una
realidad muy cercana; no obstante, para la inmensa mayoría de la
población, creo que es una conversación típica pero lejana.
Así
que aprovecho para mostrar las sensaciones que me evocó esta
aventura profesional e invitaros a compartirlas conmigo.
Para
poder entender su estructura, cabe destacar que este libro se
organiza conforme a diferentes capítulos que estructuran
cronológicamente la historia, aprovechando un símil muy
arquitectónico: la distribución de una obra en partidas.
Otro
aspecto fundamental de esta obra, es la intencionada ambigüedad con
que se afronta la historia. Una consciente y deseada perspectiva
genérica, en busca de la implicación del lector, pudiendo construir
su propia ciudad, poner nombres a los protagonistas y comparar esta
experiencia con sus propias vivencias tanto personales como urbanas.
Una invitación formal a estudiar el contexto inmediato que nos rodea
y condiciona nuestro día a día.
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