Mucho se ha hablado acerca de la penosa
situación que rodea a la sociedad actual. No menos han sido los
intentos por descifrar los posibles motivos que han provocado tal
crisis y con ello, entender las repercusiones sociales de tales
circunstancias. Existen críticos que defienden una postura de tipo
social, es decir, mantienen un discurso en el cual la sociedad en sí
misma es la causante de tales males, como resultado de sus propios
defectos: avaricia, codicia, ansia de poder...
Otros por el contrario, se postulan
hacia una teoría más individualista, donde culpar de este declive a
aquellos pocos apoderados que emplean sus influencias para
enriquecerse, a costa del resto de la sociedad, potenciando a su vez
los defectos sociales antes mencionados.
Ya sea de un modo o de otro, no cabe
duda que los principales perjudicados somos los ciudadanos. Y que
causa o efecto, existen aspectos sociales que convendría estudiar.
En mi opinión, son muchos los defectos
sociales que podrían haber desembocado en este desastre, pero uno de
ellos destaca por encima del resto, el síndrome del observador.
Por todos conocida la diferencia entre
ver y observar, del mismo modo en que distinguimos oír de escuchar,
existe un mal endémico que afecta peligrosamente a esta sociedad. La
inmediatez derivada de un progreso tecnológico sin precedentes, una
globalización cada vez más agresiva, o el monopolio del marketing,
entre otros factores, han derivado en una saturación visual de lo
más preocupante. El ciudadano medio se enfrenta cada día a un
exceso de información brutal, una cantidad desorbitada de datos e
imágenes que nuestro cerebro debe ser capaz de cribar, filtrar de
cara a evitar un sobrecalentamiento del sistema. Este proceso
evolutivo, está generando un nuevo ser humano, cada vez más
“cortoplacista”, más superficial, acostumbrado a analizar las
cosas desde un prisma tan lejano como eficiente.
Si nos fijamos en uno de los medios de
comunicación visual más tradicionales, el periódico, podremos
descubrir estos mismo síntomas. Los amplios periódicos de papel,
han tenido que observar atónitos como sus virtuales semejantes se
apoderan silenciosos de su cuota de mercado, ante la inmediatez de
respuesta y la sencillez de filtrado. Una máquina perfectamente
diseñada para el nuevo ser humano. Infinitos titulares decoran
páginas en movimiento, rodeadas por tantos anuncios e imágenes como
letras. Los artículos, casi escondidos, se mantienen tímidos al
acecho, esperando al pobre lector desconcertado o aburrido, que
decida acercarse a ellos.
Una evolución tan lógica como
peligrosa. Nuestro ansia de conocimientos deriva, paradójicamente,
en una ausencia total de cultura. Un exceso de noticias vacías,
titulares inconexos y aislados que nos convierten en perfectos
charlatanes de ascensor. Máquinas tan eficientes como incultas,
capaces de tratar el más recóndito y lejano de los temas, con la
misma inexactitud y levedad, con que afrontar la más cercana de las
noticias. Expertos conocedores de aspectos que se desvanecen en el
tiempo por simple adhesión de nuevos conocimientos. Un bucle
infinito por el cual generar sabios de lo actual, actuales inútiles
en la verdadera sabiduría.
Con motivo de este nuevo defecto
social, la especie se está viendo afectada por una serie de daños
colaterales, efectos secundarios que nos convierten en seres
atemporales, sin sentimientos. Y no me refiero a la avaricia y ansia
de poder que comentaba antes, estas características desgraciadamente
se mantienen bien arraigadas, sino a las emociones derivadas de toda
observación, entendida como resultado de una simple empatía. El
placer de interactuar con la otra persona, intentar entenderla,
disfrutar con ella, discutir, aprender, enseñar, divagar, incluso
por qué no, compartir el silencio. De no ser así, puede que nos
acerquemos irremediablemente a la tan manida invasión de las
máquinas, no como resultado de una industrialización excesiva, sino
como resultado de una eficiencia extrema. Una ausencia total de
humanidad.
Lamentablemente, cada vez con más
frecuencia, observo cómo mis semejantes dedican el menor tiempo
posible a pensar, con tal de hacer simplemente las cosas como siempre
lo han hecho, a ser posible a través de un proceso caótico y
corrupto en el cual resultar más listo que los demás.
La crisis está ahí, los ciudadanos
tenemos los defectos que tenemos, sin embargo, nuestra principal
virtud es la posibilidad y capacidad para aprender de los errores. De
nosotros depende, querer ejercer nuestro papel como humanos, o
recuperar los rasgos animales más primitivos y emplear nuestra
inteligencia para acallar nuestra pasión.
Por mi parte, como siempre digo, elijo
seguir siendo como soy, con mis errores y mis escasas virtudes, pero
consciente de mi existencia y orgulloso de mi devenir.
Apasionado, empático, débil y alegre,
me enfrento cada día a una sociedad cada vez más alejada, perfecta
pero plana. Una sociedad capaz y a la vez apocada, quejica pero
conformista, prepotente pero manejada. Una sociedad que ninguno
queremos pero que, lamentablemente, todos asumimos y aceptamos.
Gracias por estas reflexiones que ordenan los pensamientos que muchos tenemos, pero nos cuesta cohesionar!
ResponderEliminarMuchas Gracias!
EliminarMe alegra saber que coincidimos en este tipo de reflexiones e ideas.
Saludos.