Efectivamente, estas letras tratan
sobre el último libro que acabo de leer, una obra maestra de Haruki
Murakami que seguramente muchos habréis leído y que casi todos
reconoceréis.
Se trata de uno de esos libros que
surgen como cariñosa y acertada recomendación de una persona
cercana, a quien no puedes sino obedecer. A priori, el autor ya
suponía para mí razón más que suficiente como para recorrer tan
interesantes páginas. He de reconocer que tras leer tres de sus
obras, necesité un tiempo de desconexión y lejanía para acercarme
a otros autores que me animaran, a su debido tiempo, a volver a
pasear por “tierras” niponas. De hecho, es curioso que fue
precisamente mi viaje a tan atractivo país lo que me terminó de
alentar frente a este nuevo reto literario.
Más allá de su autor, el tema de
fondo que motiva este libro, no podía ser más acorde a mis gustos e
intereses. Aunar deporte y escritura suponía para mí una especie de
indescriptible coincidencia. Pues no cabe duda, que mis principales
aficiones a día de hoy pasan por la práctica del deporte y el
maltrato de mi teclado. No obstante he de reconocer que el “correr”
como tal, nunca ha sido una de mis disciplinas favoritas, y
definitivamente, jamás ha sido una de mis principales virtudes. No
obstante, siempre he defendido que quien realmente ama y disfruta del
deporte, lo hace más allá de la especialidad a la que decida
dedicar su tiempo. Por ello, este libro suponía para mí una
oportunidad para descifrar los entresijos de una persona tan
aclamada, y de paso entender sus motivaciones, sus miedos y sus más
profundas razones para dedicar su vida a la literatura, sin por ello
abandonar jamás su compromiso con el duro entrenamiento que suponen
las carreras de larga distancia. Resulta curioso, que alguien
probablemente acostumbrado a encontrarse en la cúspide de la
pirámide en su sector, se atreva a dedicar tanto tiempo a una
actividad en la cual él mismo se reconoce como mediocre, por el
simple hecho de mejorar y hacerse mejor persona.
Por todo ello, sin entrar en detalles
sobre esta obra que no me gustaría desvelar, sino más bien
ensalzarla para animar a todos a compartir sus confesiones; me he
decidido a confesar mis propias reflexiones surgidas durante el
proceso de lectura.
Sin duda, considero esta obra como un
verdadero homenaje a mis más queridas aficiones. Pero, lo que más
me ha animado a escribir estas líneas, es el hecho de que me he
sentido aún más identificado de lo que esperaba con esta obra. Y
además, por algo que a priori no podía imaginar.
La forma en que Murakami se refiere al
hecho de “correr”, resulta tremendamente similar a mis
sentimientos acerca del “leer”. Me ha sorprendido gratamente
descubrir como el autor parecía describir mis sensaciones mejor de
lo que lo hubiese podido hacer yo mismo. Ese firme convencimiento
adquirido quizás a una edad avanzada, y como resultado más bien de
un acercamiento racional, en lugar de visceral.
No puedo decir que leer para mí haya
sido nunca una pasión. De hecho, me adentré antes en lo más
recóndito del escribir, cuando aún no podría definirme siquiera
como algo similar a lo que debería suponer un lector. Este hecho
siempre ha resultado algo sorprendente, incluso para mí. Aún hoy
día, leer sigue siendo para mí una actividad que, pese a gustarme y
disfrutar de ella, sigo necesitando de una pequeña dosis de
obligación para establecer unos objetivos mínimos que me permitan
ampliar mis conocimientos, abrir mi mente, y por qué no, mejorar mis
habilidades en esto del escribir.
Un ejercicio necesario desde el cual
dedicarme el tiempo suficiente como para seguir aprendiendo no sólo
del mundo en el que vivo, sino de mí mismo.
Del mismo modo, comparto con el autor
esas inevitables rachas en las cuales la motivación fluye más
suelta, mientras en otras ocasiones reconozco que me cuesta más
encontrar la ilusión y por tanto el tiempo necesario para adentrarme
en otros mundos. Es por ello, que en ciertos periodos del año soy
capaz de leer varios ejemplares, para posteriormente pasar meses sin
ampliar en modo alguno mis registros.
Como conclusión, no puedo sino
terminar este artículo con el firme convencimiento que me aporta el
compartir muchas de las razones que argumenta el autor, para seguir
afrontando mis maratones literarias personales, sin por ello aspirar
siquiera a convertirme en algo parecido a un lector. Seguiré siendo
un humilde aficionado que con cierta frecuencia, abandonará el papel
de pseudo mensajero, para dejar que otros que realmente pueden
considerarse como tal, me iluminen con sus incuestionables muestras
de talento.
Muchas gracias Murakami.
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